domingo, diciembre 23, 2018

El poder y la fortuna


Mis padres eran profesores universitarios en una Universidad pública, hoy en día retirados.  En su momento, durante casi toda su vida profesional, eso permitió que viviéramos holgadamente, nos educáramos y hasta tuviéramos tiempo para el ocio. La docencia no da para ser millonarios, pero permitía una vida sin sobresaltos.

En mis aspiraciones de vida, no está en convertirme en un hombre de fortuna. ¿Falta de ambiciones? ¿Falta de talento? Quizá. Pero llevo una existencia con tranquilidad, que me otorga cierto tiempo para leer, ver alguna película de vez en cuando, viajar de vacaciones, momentos de soledad, alguna reunión con amigos, almuerzos en restaurantes, garantizar una buena educación a los hijos y tal vez un corto etcétera.

Todo lo anterior es sólo para plantear una interrogante. ¿Ser Millonario (o Billonario) requiere alguna cualidad especial? Al parecer, sí y no. Entre los millonarios famosos tenemos a personas como Bill Gates o Steve Jobs, cada uno creando empresas y ofreciendo productos al público que generaron cambios importantes en la manera de hacer las cosas en la sociedad moderna. O tipos como Warren Buffett, que parecieran tener un instinto afinado para hacer buenos negocios.

Pero hay otros que no obtienen sus recursos entrando al mercado con algún producto innovador como Windows o IPhone. Están aquellos que su fortuna depende de la cercanía al poder político y que se convierten en una Oligarquía. En la Rusia contemporánea hay varios ejemplos notables (algunos en la cárcel cuando pierden el favor del líder), y en Venezuela hasta se ha acuñado una palabra que resume la idea de dinero mal habido: “Boligarquía”, o sea, los nuevos ricos que germinaron con la llamada “Revolución Bolivariana”. ¿Hay alguna característica común entre un Jobs y un Oligarca? Pues solo contar con una abultada cuenta bancaria. Pero allí terminan las coincidencias, pues uno genera algo para la sociedad y el otro sustrae algo para su beneficio.

Algunos llegan al poder por la vía electoral, regional, (gobernadores, alcaldes) y otros al poder central, como Donald Trump en USA, o Mauricio Macri en Argentina, o son nombrados ministros o asesores. La mayoría de los que son electos por voto popular, por lo que he observado, llegan usando el discurso de la anti política, cuando el esquema de partidos tradicionales se agota y la decepción de los electores los lleva elegir opciones distintas que basan su discurso en la renovación radical de la forma de hacer política.

No es extraño que alguno de estos millonarios se sienta atraído por la política. ¿Es un acto desinteresado o es una movida lógica, ¿o lo considera un derecho “natural” derivado de su éxito económico? Tal vez crean que el poder político forma parte de su derecho natural…

Para ser político, una cierta dosis de ambición de poder es necesaria y para ello es obligatorio entrar en una competencia bastante feroz, someterse a tareas que pueden ser molestas para personas con una moral sensible, estar bajo el escrutinio público de manera permanente, no contar con tiempo libre en el sentido convencional del término y debe ser inmune a la crítica. A cualquier crítica. ¿Puede un Millonario hacer un buen gobierno? Puede que sí, puede que no. Creo que en parte dependerá de sus cualidades personales y profesionales y no de su posición económica. En “Ensayos” de Michel de Montaigne leí un pasaje que creo relevante para estas reflexiones: [Platón] dice que la riqueza, lejos de ser ciega, es clarividente cuando va llena de prudencia”, aunque la opinión de Montaigne, expresada unas líneas antes es: “A mi parecer, todo hombre de peculio es avaro.”



Jesús López Cegarra

martes, noviembre 06, 2018

Sobre Juan Nuño (1927-1995)

De Juan Nuño, filósofo nacido en Madrid, fallecido en Caracas en 1995 recuerdo especialmente sus artículos de opinión que publicaba en el diario “El Nacional”. Tenía una capacidad bien suya de generar polémica, especialmente entre sus enemigos declarados, la izquierda política filocomunista.

Conocí al profesor Nuño en algún momento de comienzo de los años 90. Fue a Mérida a dar una charla sobre Freud, quien curiosamente estaba de moda entonces (incluso yo me leí gran parte de su obra). La charla fue en el Colegio de Médicos, creo recordar, y Nuño, quien era un crítico implacable de Freud y lo comparaba con otras doctrinas totalitarias como el “Marxismo”. Sus posiciones, como casi siempre no pasaron sin cierta polémica, y un profesor de la Universidad, tal vez exaltado por alguna bebida espirituosa, le respondió ásperamente, lo cual agregó más colorido a la charla.

Uno de mis amigos, Alirio Pérez Lo Presti, aprovechó un momento para hablar con Nuño y pedirle una entrevista para el día siguiente, lo que Nuño gustosamente aceptó. Y así fuimos el otro día a buscarlo Alirio, Daniel Márquez, mi hermana Rosanna y yo al hotel donde se alojaba, el “Caribay”. Nos fuimos a un parque que queda una cuadra más allá y nos sentamos cómodamente en algún banco. Mérida era algo bastante distinta a la de hoy en día y se podía estar en estos espacios abiertos sin mayor temor a alguna manifestación del hampa.

El profesor Nuño se le notaba algo “paranoico” pero le explicamos las bondades de la ciudad de Mérida. Era muy improbable que nos ocurriera algo, cosa que a Nuño lo sorprendió bastante, viniendo de una ciudad tan compleja como Caracas.

Lo mejor de todo fue la conversación. Discutimos de muchos temas: Freud, Kafka, el tema judío, el marxismo, Borges, la literatura, libros, etc. También hablamos de la situación de Venezuela, siempre complicada y difícil. Fue un intercambio de ideas muy agradable y enriquecedor, quisiera creer que para todos. Nuño era un buen conversador, pero era también un buen oyente. Escuchaba nuestros planteamientos e inquietudes con igual interés. Nuño, en persona era muy distinto de sus artículos de prensa, escritos bajo otras premisas y condiciones y con un tono siempre invitando a la polémica.

Lamentablemente entonces los medios para comunicarse y mantenerse en contacto eran muy limitados y no logramos mantener algún tipo de comunicación con el profesor Nuño, aunque siempre estábamos pendientes de sus artículos y sus libros. Uno de ellos fue “La Veneración de las astucias”, que incluía varios excelentes ensayos, especialmente sobre Jean Paul Sartre, Henry Miller, José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno. Nos sorprendía por un lado su absoluta veneración a Unamuno, pero también su despiadado análisis de Ortega y su obra, y lo consideraba un buen “filósofo de café” (Creo que sus ataques a Ortega eran injustos, porque Ortega, además de ser un gran escritor, poseía una capacidad de entender la dinámica social y sacar conclusiones y predicciones muy válidas, como lo hizo en “La Rebelión de las masas”. Pero esto ya es tema de otra discusión).

Cuando los intentos de golpe de estado de 1992, Nuño mantuvo una posición muy firme contra las aventuras militares golpistas, que a la luz de la experiencia resultaron nefastas para Venezuela. Con ocasión de la postura de Nuño, mi amigo Daniel Márquez escribió una carta que fue publicada en el Diario El Nacional, titulada “Bravo Profesor Nuño”. No hay que olvidar que algunos “intelectuales” y medios de comunicación (incluyendo a El Nacional) simpatizaban con los militares golpistas.
Una de las grandes pasiones de Nuño fue el cine y lo demostró con un libro: “200 horas en la oscuridad”. Es la recopilación de crónicas escritas casi al momento de las películas que iba viendo. 


Es una buena referencia para conocer películas y tener su visión crítica y experta, pero de una forma amena. Es una obra a la que siempre se puede volver para encontrar nuevas posibilidades de lo que hay que ver y no hay que ver y disfrutar de sus comentarios y visiones del tema.

Lamentablemente el profesor Nuño murió relativamente joven. 68 años. Una vida un poco más larga no hubiera proporcionado su clara visión de lo que vendría después, y hubiéramos tenido de nuestro lado un aliado de primera en la lucha contra el primitivismo de eso que vino a partir de 1998.

Jesus Lopez Cegarra

martes, octubre 16, 2018

Notas sobre “La Inmortalidad”. Milán Kundera (1929)


La novela-ensayo del checo Milan Kundera “La Inmortalidad” es una invitación a reflexionar la trascendencia temporal del hombre.

Hay seres cuya inmortalidad es indiscutible. Estos son los que pertenecen a lo que Kundera la llama la “Gran inmortalidad”. Esta esencialmente consiste en el recuerdo del hombre en la mente de aquellos que no conoció personalmente. De ella son ejemplo Goethe, Beethoven y Napoleón. Esta contrasta con la “pequeña inmortalidad”, la cual se limita al recuerdo del hombre en la mente de quienes lo conocieron. Pero también existe otro tipo de inmortalidad, una a la que ninguno de nosotros quisiera pertenecer: la “Inmortalidad Ridícula”.



Kundera nos presenta cuatro ejemplos de esta última. Christiane, la mujer de Goethe, en una discusión Bettina Brentano, fue llamada por esta (en ese momento y para la eternidad) morcilla gorda que muerde. Jimmy Carter invita a los medios de comunicación para demostrar la fortaleza y la juventud del presidente del gran imperio. Sin embargo, sufre un ligero ataque al corazón y allí están las cámaras de la televisión que “…en lugar de un atleta pletórico de salud, tuvieron que exhibir a un hombre envejecido que tiene mala suerte...”.  Tycho Brahe, un gran astrónomo, quien, por razones de pudor, se le estalló la vejiga en una cena de gala, y el novelista Robert Musil, quien murió levantando pesas, injusto destino para esto dos últimos que al menos dejaron una obra trascendente.

Jesus Lopez Cegarra

viernes, septiembre 14, 2018

Venezuela: Libertad o tiranía

Decir que Venezuela vive una “hora menguada”, en el sentido que el da el Diccionario de la Real Lengua “Tiempo fatal o desgraciado en que sucede un daño o no se logra lo que se desea” es abundar sobre un hecho notorio. Es un tiempo fatal donde ambas premisas de la definición ocurren, un daño y no lograr lo que se desea. El daño es la destrucción de un país, del tejido que lo unía y de los valores que lo sostenían. A esto hay que unir la imposibilidad (por ahora) deponer a un gobierno desalmado que se sostiene a contramano de lo que desea la inmensa mayoría del país bajo la coerción violenta.

Espero no estar equivocado, pero todos estos infortunios vividos por 20 años, intuitivamente ha hecho que una gran cantidad de venezolanos ampliemos que la libertad en general, que es un presupuesto imprescindible para el progreso de toda sociedad, incluye necesariamente la libertad económica. Se aprecia que, ante cada aumento ilógico y desmesurado de los sueldos por parte del gobierno, el venezolano ya percibe que no habrá bienestar ni prosperidad detrás de esa decisión burocrática.

Venezuela vive la hiperinflación más terrible conocida, dejando pálidas las que peores que se vivieron en la era democrática (1958-1998), especialmente en los gobiernos de Carlos Andrés Pérez II y Rafael Caldera II. Por primera vez en la historia ya se cuentan por millones quienes han abandonado el país, ya no en avión como se hacía al principio de la tiranía chavista, sino ahora es a pie, para llegar hasta sitios tan remotos como Perú y Ecuador, y probablemente más al sur, todo en la búsqueda de algo mejor que lo que viven actualmente, un poco de libertad, seguridad y hasta de dignidad.

No es exagerado plantear que Venezuela es (o está cerca de ser) un “Estado Fallido”: Ya no ejerce plenamente su soberanía sobre el territorio, los servicios que presta son de terrible calidad, la gente ya no tiene confianza en el gobierno como ente que pueda resolver los problemas que le son propios a este y la comunidad internacional ya no siente ningún respeto por sus autoridades.

Una de las dificultades de mayor peso en esta terrible crisis venezolana es que por muchos factores (incluyendo saboteo interno y externo, ansias de poder, etc.) no existe una alternativa articulada y creíble frente al modelo fascista-comunista, que bajo cuerda ha usado recursos para minar a esa oposición y hacerla ver toda como cómplices o agentes de la tiranía. No ha sido posible un acuerdo común entre quienes se oponen la tiranía, que desunida no puede capitalizar el descontento del 90 % de los venezolanos.

Mientras tanto, las personas que tienen menores ingresos, que en su mayoría adversan a Maduro y su pandilla, están sufriendo la embestida de una crisis incubada en 1999 y que implosiona en 2018. El régimen quiere doblegar y humillar a los venezolanos por unas bolsas de comida, promesas de gasolina subsidiada, en conocimiento que ese esquema “económico” es inviable y lo fue desde el día uno.

Ahora bien, es necesario resaltar que esa intuición del venezolano de que la libertad económica es fundamental, es una “obra en construcción”. Muchos aun ven al dueño del supermercado como el malvado especulador que aumenta los precios con alevosía y más de uno llama a las autoridades que le están cercenando sus derechos para denunciarlos, sin estar plenamente conscientes que son esos a quienes llaman los causantes de esos precios. Lamentablemente, los venezolanos hemos visto con lenidad la intervención acechante del “Estado Chavista”, construcción elaborada para el control social.

Pero ante las medidas desesperadas que el gobierno está tomando, muchas de ellas orientadas a oprimir y humillar como las relacionadas con el “carné de la patria”, se aceleró el desbarajuste económico que vendrán a asfixiar y agravar más el drama.

Creo, y espero sea así, la mayoría de los venezolanos entenderemos que este proyecto de control de la sociedad no lleva a ningún tipo de justicia social. Que este intento continuado de secuestro de las instituciones del Estado fracasará y colapsará. Pero mientras esto sucede, hay que entender y entender bien, que la libertad económica, aunque parezca dictada por la avaricia (toda empresa se inicia con alguien que tiene una idea y la lleva a la práctica, para obtener una ventaja económica), es una garantía de que hay opciones de productos u otros sustitutivos, con distintos precios, distintos lugares para adquirirlos. Es decir, hay un mercado que se va regulando con la competencia. Por supuesto, siempre habrá quienes bajo las ventajas de esa libertad quieran abusar, pero para eso se deben contar con instituciones a las cuales acudir para solventar los desajustes.


Los venezolanos debemos terminar de desechar la idea de que un Estado “pater familas” (en el sentido que se le daba en la antigua Roma: un ser autocrático que extendía su autoridad y voluntad a toda su parentela) que debe proveernos y ser el dueño de nuestro destino, a un Estado que articule y sirva para la causa de una sociedad libre y democrática.

Jesus Lopez Cegarra

sábado, agosto 18, 2018

Ídolos rotos (1901) Manuel Díaz Rodríguez


Releer la novela de Manuel Díaz Rodríguez (1871-1927) no sólo es un placer estético sino también un compromiso para entender la historia pasada y reciente de Venezuela.  Hoy (2018) siento que esta gran obra, de uno de los escritores mejor dotados del país, se encuentra en un injusto olvido y merece ser rescatada de este abandono.

Díaz Rodríguez, como artista y como ciudadano, no deja de ser contradictorio. Si bien hay escritores que los vemos retratados en su obra (pienso en Henry Miller), en Díaz Rodríguez se oponen dos facetas del mismo hombre. Por un lado, Ídolos Rotos es el relato de una Venezuela casi insoportable para un alma sensible, especialmente quienes consideran al arte como un medio para conducir a la civilidad, pero también está el Díaz Rodríguez, funcionario público de alto nivel de la dictadura cruel de Juan Vicente Gómez.

Para esta nueva aproximación a la novela, cuento con la edición de los distantes años que me separan de la educacion secundaria, cuando era "obligación" al curso de literatura, leer la novela para una evaluación. (Curiosamente, en esta edición de Monte Ávila omitieron de fecha y lugar de edición, como si tales detalles carecieran de importancia)

Afortunadamente en ese año de bachillerato, nuestro profesor (Iván Páez) era (y es) una persona particularmente culta, sensible al arte y la literatura, quien lograba imprimir entusiasmo a las obras literarias que debíamos leer como parte del currículo académico. Creo que su enfoque era el adecuado: contextualizando la novela y enseñando por qué se trata de una gran obra. Con Iván tuve oportunidad de hablar, tanto en bachillerato, como cuando ya estando yo en la Universidad, de literatura. El azar permitía que en la pequeña ciudad de Mérida coincidiéramos aquí y allá, para entregarnos a conversaciones sobre literatura.

“Ídolos rotos” es un trabajo de ficción que refleja la Venezuela rural y atrasada de finales del siglo XIX y comienzos del XX. El país venía de una cruenta sucesión de guerras y “revoluciones, lideradas por caudillos mesiánicos que querían “salvar” la patria, que una vez en el poder se comportaban como vulgares oportunistas que hacían gala de su ignorancia y chabacanería. El tiempo y acción de la novela retrata este panorama decadente. Decir que es probablemente una de las obras más pesimistas de la literatura venezolana, no sería una exageración.

En la novela podemos ver el desdoblamiento de Alberto Soria (personaje principal de la novela): vemos en principio el artista que regresa esperanzado y nostálgico a su patria, y que al final pronuncia una arenga sobre esa patria que se ha deshecho y ya no le pertenece. Pero también vemos a su hermano Pedro un “pragmático” en el peor sentido que se le puede dar a la palabra, que entra en política con fines pragmáticos: lograr su estabilidad económica y social, sin importar asociarse con los personajes más impresentables del país.

Aunque los problemas cotidianos abruman a Alberto Soria, vamos apreciando pistas de que ese país, al que llega con entusiasmo luego de una ausencia de 5 años y que ha idealizado en exceso ("... y al pensar en la patria, no pensaba en realidad sino en la imagen que de ella se había formado durante su austera vida estudiantil, imagen hermoseada y engrandecida más tarde por los recuerdos y la ausencia"), muestra su verdadera entraña de intolerancia.

Alberto, quien con vanidad pensaba que las miradas que atraía eran porque su calidad de artista era reconocida, tristemente fue desengañado por su hermano: su renombre era por ser visto como una curiosidad por su extraña forma de vestir influenciada por su pasantía por París.

Supo también cómo personajes que carecían de valor moral o intelectual eran ahora altos dignatarios, cómo algunos improvisados lograban fortunas por su cercanía al gobierno y cómo la sociedad se dejaba llevar por los Mario Burgos, que atraían por ser frívolos y superficiales y pues su única preocupación era vestir a la moda.

La pequeña fama de Alberto por haber ganado en algún momento un premio en París, le acerca a los factótums del poder: le proponen que realice una obra dedicada al Mariscal Sucre. La propuesta viene de boca de altos funcionarios quienes le aseguran los recursos.

El dinero no era consecuencia del talento y las cualidades de Alberto, sino de que son ellos tenían la autoridad (política y de la fuerza) de conseguir lo que sea. Esta prepotencia la acentuaban con la más grosera ausencia de modales civilizados y con expresiones soeces. (Alberto los describe diciendo "...En el orden en que los había ido conociendo, los iba enumerando, con los achaques y vergüenzas de cada uno; hombres que, sin luces ni ley ni honra, ejercían de legisladores, ministros enriquecidos a la manera de ladrones vulgares...) No obstante, los acólitos ríen sus vulgaridades, recibidas con risas complacientes del público alienado en complicidad. Su hermano Pedro, cercano al poder, le garantizaba que el encargo era en serio por contar con los contactos para ello.

Alberto se empeña en su labor creativa pese a la presión de su padre, que le exigía que se entregara a las labores serias de la ingeniería, carrera que cursó Alberto para complacer a su familia. La muerte del padre, pese al dolor familiar, fue un alivio para continuar con su arte sin remordimiento.

Con sus amigos artistas, pensaron fundar algún tipo de movimiento político para redimir al país a través del arte como vehículo civilizador. ¿Tenía sentido ese afán de modernización de la sociedad?, y más aún, ¿eran viables esos proyectos? La respuesta, a la luz de la historia y del desarrollo de la novela, es negativa.

El poder en Venezuela, entonces y ahora en esta noche oscura del “Socialismo del siglo XXI”, se ha ejercido sin contrapesos o contrapesos muy débiles, donde la voluntad del caudillo de turno es “Ley”. Siempre se enarbolan las mismas banderas “Decencia”, “Gobierno eficiente”, “acabar con la corrupción” pero los resultados terminan siendo los mismos. Los defectos de los antecesores son reproducidos por quienes juraron limpiar el gobierno y terminan administrando el Estado con estulticia y vesania.

La voluntad de cambio de Alberto se ve agotada. Los recursos prometidos para la estatua de Sucre se los reasignaron a algún advenedizo más adulador y rastacuero. Pero también su vida íntima es invadida por una sociedad que hipócrita que disfruta mostrando sus indiscreciones amorosas con anónimos a su novia. Probablemente la acumulación de tanta adversidad le hace exclamar con pesimismo y desesperanza:

“¡Y nosotros que teníamos la candidez de pensar en el arte como un medio de regeneración política! ¡Blasfemos! ¡Ah, la Democracia! ¡Nuestra Democracia! ... Alfonzo tenía razón cuando me dijo que me fuera… Me hubiera llevado quizás casi entero el buen humor de la tierruca… Nunca podré mi ideal en mi patria. ¡Mi Patria! ¡Mi país! ¿Acaso es esta mi patria? ¿Acaso es este mi país?”

Y concluye Díaz Rodríguez con la demoledora frase que ha dado vueltas en mi cabeza desde la primera vez que leí esta novela: FINIS PATRIA.
Jesús López Cegarra

jueves, julio 05, 2018

Cine y Superhéroes

I'm a winner, I'm a sinner
Do you want my autograph?
I'm a loser, what a joker
I'm playing my jokes upon you
While there's nothing better to do
Richard Davies / Roger Hodgson

A mi hijo Luis, a quien amo y me enseña nuevas cosas en nuestras conversaciones.

Tengo un hijo, Luis, que ya va para los quince años. Ya casi es de mi tamaño, pero luce más alto porque lo favoreció la genética. Es delgado, espigado, con cuerpo atlético. Cuando lo ven junto a mí, dicen de inmediato “está más alto que tú”. Algún día lo será, pero no aún. En el fondo me ven gordito y rechoncho y por eso lo ven más alto. Resiento el comentario. Claro, lo favorece que practica el karate con bastante pasión y concentración y ha avanzado en las promociones. Ha tenido exámenes con profesores difíciles y exigentes y realiza las maniobras con solvencia y yo diría que con destreza. Pero quien soy yo para juzgar, lo padres somos generalmente poco objetivos.

Una de las pasiones de Luis es el cine. Cuando llegan las vacaciones, debe aprovisionarse de películas y las va viendo una o dos por día. Ha entendido que existe un cine comercial, para el entretenimiento, y otro nivel que es el cine como arte. Y es así como ha visto películas buenas y elaboradas estilo “Citizen Kane”, “2001: Odisea Espacial”, “El Mago de Oz”, todo lo de Quentin Tarantino, “Casablanca” y un largo etcétera.

Pero su otra gran pasión son los “Superhéroes”, estos seres que por distintos motivos y al parecer de manera desinteresada, o derivado de experiencias y traumas, buscan salvar al planeta y a los inocentes de los peligros que los acecha, que si les creemos, son a diario, con planes implacables ejecutados por mentes a la vez brillantes y perversas, que solo desean “el mal por el mal mismo”. Son “Archienemigos” (palabra que aprendí de las series de televisión) o “Némesis”  otra palabra más recientemente que también aprendí de todo este recorrido superficial de los superhéroes. Sean Archienemigos o Némesis, lo que quieren es el dominio (generalmente mundial) por motivos no muy claros y en ocasiones por un sentido retorcido de justicia. 

Curiosamente existen dos “mundos” de superhéroes. Por un lado, están los de DC y por otro están los de MARVEL. A lo mejor hay otros, pero esto es lo que he aprendido hasta la fecha. Aunque curiosamente tratan de salvaguardar al mismo mundo (nuestro planeta tierra y en algunos casos, nuestro universo) y muchas veces viven y conviven en ciudades reales, como Washington, Nueva York, París o Londres, los personajes una y otra “Franquicias” como les llaman nunca coinciden en el afán de amparar el planeta. No quieren o no pueden aliarse o intervenir en la situación de peligro que el otro quiere prevenir o enfrentar. Los separa una barrera invisible, pero no por eso menos fuerte e infranqueable: Los derechos de propiedad intelectual, según los cuales, cada “Franquicia” es dueña de lo suyo y tiene prohibido cruzar o intervenir junto al otro. A menos que en un futuro, alguna de estas mega empresas, como Disney, haga lo que ha hecho antes: desembolsar unos cuantos millones y adquirir esos derechos.

Le pregunto a mi hijo sobre cuál “Franquicia” es superior a la otra y su mirada refleja que hago una pregunta indebida o incómoda. Es una pregunta que no tiene respuesta. Los hay quienes defienden a la muerte a sus héroes preferidos o mantienen una posición ecléctica: Hay de todo, hay muy bueno, bueno, regular y malo en cada uno. 

Por mi parte, nunca he sido seguidor de las historias de superhéroes, ni en películas ni en “tebeos”. Recuerdo que hubo una película de Spiderman de finales de los 70, que verla era lastimoso. Obviamente, los efectos especiales y CGI no era entonces lo que vemos hoy en día y el “héroe” se movía y peleaba sin gracia. Pero tenía amigos que se sentían fascinados por este intento chambón de llevar a la pantalla al “hombre araña”.

A finales de los 70 hubo una película muy exitosa de un personaje de DC, SUPERMAN, dirigida por Richard Donner, quien más adelante dirigió también unas películas que tuvieron su impacto en mi generación “Lethal Weapon”, o “Arma Mortal” (esta película tuvo tal impacto que las chicas decían a aquellos que sobreestimaban sus capacidades de Don Juan "Es que tu te crees Mel Gibson"), que tuvo un éxito comercial importante y hasta le dio nueva relevancia al superhéroe. Lo personificó el prematuramente fallecido Christopher Reeves, y en el elenco estaban Marlon Brandon y Gene Hackman. Una fórmula ganadora. Reeves tenía la ventaja de ser un ser humano bastante común y corriente como el inepto reportero “Clark Kent” pero a su vez, el vigoroso “Superman” que podía volar, tener visión de rayos X, dar vuelta atrás al tiempo entre otros poderes. 

Superman II, dirigida por Richard Lester, fue aceptable. No obstante, las siguientes entregas fueron ya bastante aburridas y nada originales, simplemente navegando en el éxito de sus antecesoras. La III la llegué a ver en DVD… La IV ni llegué a saber que vio la luz del día…

En los 90 hubo otro intento de darle vida en el cine a otro héroe de DC: Batman. Ya por televisión hubo se presentó una versión que era a la vez entretenida y patéticA, protagonizada por el actor Adam West que, si nos imaginamos la figura física de un superhéroe, este estaba fuera de proporciones: era un tipo ventrudo, que lo atrapaban fácilmente, resolvía todo con golpes y no tenía temor a hacer bailes ridículos. Las 4 películas de los 90 no se apartaron mucho de esta visión colorida y sobreactuada del Batman “West” pero al menos sus personajes tenían un poco más de tragedia, de gravedad. 

Para dos primeras de estas fueron dirigidas por un director poco convencional, Tim Burton, que le dio al personaje y la trama una visión más oscura y aciaga. Fueron exitosas y protagonizadas por Michael Keaton, quien lucía poco adecuado para el personaje entonces, pues su carrera estaba ligada a un fantasma extravagante, pérfido pero cómico de la película Beetlejuice. Como contraparte (Némesis) en la primera entrega estaba el laureado Jack Nicholson como “El guasón” (The Joker) y la siempre sensual Kim Basinger. El éxito y receptividad de esta fue importante y tres películas más aparecieron. Sin embargo, fue la última de esta, protagonizada por George Clooney, la que, me informa mi hijo, fue tan mala que casi aniquila la franquicia Batman y el mismo Clooney pidió perdón por tamaña ofensa.

Ya en los 2000, la franquicia “Batman” toma una nueva dirección gracias a uno de mis directores de culto, Christopher Nolan. Las siguientes entregas de este Superhéroe las pude disfrutar con el placer con el que se ve y aprecia una buena película.

Sin embargo, mi gusto era por Nolan y no por los superhéroes, por lo que pasé una larga temporada sin que me importara qué ocurría en ese mundo de batallas entre héroes y villanos. Tenía la ventaja de que podía evitar ir al cine porque Luis podía ir con su hermano, quien generacionalmente era más cercano y por tanto compatible con el lenguaje y peripecias de los personajes.

Pero como su hermano se fue en busca de un mejor destino, ahora me toca acompañar a Luis en esta travesía de lucha del bien contra el mal. En este nuevo periplo he visto “Justice League”, “Wonder Woman” por el lado de DC, y por el de Marvel “Spiderman Homecoming”, “Black Panther” e “Infinity Wars”. Al comparar estas últimas entregas, me inclino un poco más a Marvel. Hay algo más de variedad y elaboración en cuanto a la psicología tanto de sus “héroes” como de los villanos. Entendí que existe una especie de Cosmogonía alrededor de Marvel, quienes de manera un tanto pretenciosa la llaman “Marvel Cinematic Universe” que, a pesar de sus inconsistencias y contradicciones, tienen un hilo conductor que de alguna manera llevó hasta “Infinity Wars”, en donde el villano “Thanos” ejecuta su afán personal y retorcido de justicia eliminando la mitad de los seres vivos del Universo, incluyendo algunos de los amados héroes de Marvel. ¿Cómo se solucionará esto?... Pues habrá que esperar hasta el 2019.

(Nota: No pretendo hacer un estudio exhaustivo cronológico de superhéroes y villanos, esto solo es un inventario de lo que recuerdo) 

miércoles, mayo 23, 2018

De gestiones por Caracas

Tuve un vehiculo nuevo, equipado, con aire acondicionado, reproductor de CD y 0 Km. Hoy en día poseo ese mismo vehículo, pero al igual que yo, ya no es el mismo. Viejo, desgastado, ya varias cosas no funcionan, entre ellas el aire acondicionado y las ventanillas eléctricas. Estuvo parado unos cuantos meses por problemas con los repuestos. Mientras se conseguían, debía utilizar el cada vez más precario transporte público: sucio, abandonado, con conductores de malas pulgas. Cuando me monto en uno de esos vehículos, me pregunto siempre si los frenos le funcionaran. Si no se desarmará en medio de la calle, si el conductor no sacará un arma y me robará.

Por fin se tienen los repuestos para la reparación. Son costosísimos y algunos son unas llamadas “estoperas”. Las que tiene ya están vencidas y por ahí se escapa el aceite del motor. Pero lo que tengo en la mano es una goma larga que cuesta, literalmente, millones de Bolívares. Llevo el carro al taller. Estará listo en una semana. Pasa la semana y me entregan el vehículo, pero como estuvo tanto tiempo parado, hay que cambiar los frenos. Costará otros millones.

Ya con el vehículo “operativo”, trato de “normalizar” mis cosas. Poder hacer mis trabajos sin necesidad de transporte público. Aunque las ventanillas no bajan y el aire acondicionado no funciona, al menos puedo movilizarme con cierta libertad. Hasta recupero una cierta alegría que había dejado atrás. Pero ese momento feliz está pronto por terminar. Cuando estoy llegando a casa, hay rastros de aceite de motor.

Llevo el carro nuevamente al taller. El diagnóstico del mecánico es inapelable: 

- “Yo se lo dije, los repuestos que vienen son de mala calidad, cuando el motor se calienta la estopera se deforma y se sale el aceite” … 

- "Pero si es nueva", replicó con voz lastimera. 

- “Sí, pero son malas”, sentencia el experto

O sea que ahora tengo un carro que sangra si se ejercita demasiado. Para remediar esto hay que comprar repuestos de buena calidad…Pero, esto es lo que se consigue Ya va mucho dinero y todavía estoy sin ventanillas ni aire acondicionado. Ahora este vehículo pasará a ser lo que llaman con eufemismo “El carro del mercado”, un carro para gestiones muy, pero que muy cortas.

Pero la vida continua a pesar de las estoperas deficientes y el aceite de motor en el suelo. Otra vez en régimen de transporte público de metro, camionetas, taxis, lo que se mueva y me lleve de un lugar a otro. Pero Venezuela definitivamente es otra. En la calle ya se ve muy poco transporte público. Los que circulan van abarrotados con la gente colgando en la puerta. El Metro dejó hace años de ser lo que era y ahora es más barato que la gente entre sin pagar. Los vagones hay personas durmiendo en el suelo y algunos que entran a mostrar algún talento (cantar, rapear, etc.) a cambio de algún papel moneda inservible, o simples pedigüeños. Si debo montarme en taxi, siempre lo hago con miedo. Nunca se sabe quienes son estos tras el volante. En esos momentos, varias preguntas se agolpan en mi mente ¿Es un asesino en potencia? ¿Un ladrón peligroso? O lo que es peor ¿le funcionarán los frenos al carro?

No es raro que por las deficiencias del transporte deba caminar. Y caminar no me molesta. Me da tiempo para pensar mis cosas, para especular, para analizar algo e inmediatamente rebatirme, pensar en lo que fue, lo que pudo ser y lo que será, tomar el reproductor MP3 y oír la música de mi preferencia, podcasts. Mientras ando, veo los locales que alguna vez fueron sede de algún establecimiento comercial. Allí había una arepera, ahí una clínica veterinaria, allá una tienda de artículos para fiestas y que hoy exhiben su abandono con pintas de grafiti, correspondencia enviada al que una vez estuvo allí y sobre todo, mucho sucio.

Caminando como un perdido, de repente aparece un árbol completamente florecido. Es un espectáculo hermoso en medio de tanta abulia, tanto descuido, tanta indolencia. Me detengo unos segundos, saco el teléfono celular y tomo una foto furtiva de la planta, como si estuviera haciendo algo prohibido. Es el temor de que me roben el celular, nuestro nuevo dueño, quien conoce secretos, guarda información y nos evade de la realidad. Y entre este ir y venir, se diluye la vida.



Jesús López Cegarra

sábado, marzo 17, 2018

Persona non grata: Jorge Edwards

Tal vez uno de los libros que buscaba afanosamente siendo un joven lector por los años 1980, era este de Jorge Edwards (Chile, 1931). Los intelectuales latinoamericanos de entonces lo tomaban como una lúcida expresión de lo que se había tornado la pequeña utopía localizada en nuestro colorido vecindario: un régimen estaliniano tropical. Esa edición que alguna vez tuve se extravió entre viajes y mudanzas, pero celebro una nueva y muy agradable edición impresa en Venezuela por la editorial “El Estilete” (Agosto 2017), porque este es un libro que vista la historia de los últimos lustros en Venezuela, no nos debe resultar extraña y hasta puede darnos una visión para entender nuestra circunstancia, tomando en cuenta cómo nuestro destino como nación fue unido a la fuerza con el de otra nación (o más bien con un régimen político hoy en día decadente pero no por eso exento de fortaleza y técnicas perversas aprendidas del régimen soviético).



Aunque ya para el tiempo en que tuve oportunidad de leer el libro por primera vez, ya había evidencias incuestionables del tipo de gobierno que estaba instalado en La Habana (el juicio a Heberto Padilla, el del General Arnaldo Ochoa más los presos políticos son algunas de ellas), Fidel Castro y su revolución seguían creando debates y controversias más aun entre los intelectuales. Por un lado, teníamos a un García Márquez o un Julio Cortázar apasionados y más aún fascinados con la portentosa presencia y personalidad magnética de Fidel, y otro grupo de desencantados que observaban y presenciaban, entre los que estaba el mismo Edwards y Mario Vargas Llosa. Incluso, es bueno recordar que en 1989 un grupo de “intelectuales” venezolanos (la mayoría de ellos ahora reniegan tanto de la versión venezolana del Castrismo – el chavismo- como de su molesta y descarada injerencia en los asuntos venezolanos) firmaron un manifiesto bastante lisonjero y cursi de bienvenida a Fidel Castro, invitado por el entonces electo presidente Carlos Andrés Pérez-CAP- para la toma de posesión del cargo. Con el curso de los años, el mismo CAP se daría cuenta que traer a Castro fue un “beso de la muerte”.

Es imposible no establecer un paralelismo y ver coincidencias entre el proceso cubano y venezolano, aunque sus orígenes sean muy distintos. El primero en una lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista. La segunda por medios democráticos, pero en medio de un gran descontento colectivo por una crisis económica que ya iba para su segunda década. Pero en ambos casos nos encontramos ante caudillos “esclarecidos”, “iluminados” pues son profundamente mesiánicos y destinados a guiar a su pueblo por una senda de felicidad, pero rodeada de los más encarnizados enemigos. En ese tránsito, todo el país queda sometido a la voluntad de un solo hombre.

La Revolución Cubana (1959) generó un gran entusiasmo entre los intelectuales de nuestros países, porque se veía en ella la posibilidad de instalar un socialismo con rostro humano adecuado a nuestra idiosincrasia, a pesar de la presencia de USA a escasos 150 Km, cuyos gobiernos, desde los inicios de esa Revolución, veían con desconfianza a los nuevos líderes de la isla. Mucho ocurrió entre el momento que nace la revolución y el año 1970, momento en que se toman las primeras medidas para restablecer las relaciones diplomáticas entre Chile y la Habana, con lo que Edwards tuvo mucho que ver.

Cuba ya sufría un embargo desde mediados de los años 1960, por decisión de la Organización de Estados Americanos. Pero en el año 1970 llega al poder Salvador Allende, quien era simpatizante del la Revolución. Una de sus primeras decisiones como Jefe de Estado fue la reapertura de la embajada para restablecer las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, hecho de por sí importante para Cuba, por el aislamiento que sufría en el plano regional.

Persona Non Grata son las memorias de Edwards, como encargado de negocios nombrado por Salvador Allende para que realizar las gestiones necesarias para esa nueva etapa de las relaciones entre ambos países. El libro de Edwards comienza precisamente el momento en que viaja de México a La Habana con tal misión, y la primera sorpresa que se lleva es que los funcionarios de Aduana, tratándole con una fría cordialidad, desconocían por completo de su arribo para iniciar labores tan significativas para Cuba.

Aunque Edwards es un diplomático de carrera, su verdadera vocación es la de escritor. Al llegar a Cuba, sigue cultivando sus relaciones con sus colegas literarios. Pero ya muchos de estos tenían una oposición más crítica sobre la revolución (otros usaban la adulación y la delación para escalar posiciones), especialmente el poeta Heberto Padilla, quien, por ser una especie de celebridad nacional e internacional en ese entorno, se consideraba inmune a posibles retaliaciones del gobierno. El tiempo le demostraría lo contrario, aunque el “Caso Padilla” se convertiría en el punto de quiebre entre importantes intelectuales de izquierda del mundo y la Revolución Cubana, precisamente porque el mundo se da cuenta de sus ademanes autócratas cercanos al estalinismo, y en ese contexto nos dice Edwards:

No nos dimos cuenta de que en Cuba, bajo nuestras propias narices, se instauraba un sectarismo de otra especie, mucho menos cruento que el de Stalin, pero con más de una semejanza en los mecanismos esenciales. Y la primera de aquellas semejanzas era nuestra forma de comulgar con ruedas de carreta, aceptándolo todo para evitar a cualquier costo la ruptura y la exteriorización de la divergencia. (P. 63)

Edwards relata cómo, frente a las promesas que se le hacen de darle las facilidades para su misión, va encontrando cada vez más obstáculos para concretarla. Pero en medio de estas trabas burocráticas, Edwards va descubriendo la realidad de los pretendidos logros de la revolución y su verdadera naturaleza.

Un rasgo fundamental es que se trata de una variante más de los caudillismos mesiánicos que ya se han visto en nuestra región, pero con nuevos elementos derivados del fascismo y del estalinismo. Todo depende de la voluntad del caudillo, pero su visión esclarecida no es seguida por sus colaboradores. Sobre esto cuenta Edwards:

Alguien me observó hace poco que el problema de Cuba consiste en que todo debe resolverlo Fidel. Nada camina sin la intervención del Comandante. Él es un estadista excepcional, pero la isla estaría paralizada por la mediocridad de los cuadros intermedios. (P. 110)

El país completo queda entonces sometido a la voluntad de un solo hombre, que por lo general no acepta críticas de buena manera, y burócratas que solo quieren complacer al caudillo. Pero esta disfuncionalidad va creando nuevos problemas que no se terminan de resolver y se van creando otros nuevos que se acumulan con los existentes.

Junto con esto (o como consecuencia de), el régimen deja de confiar en las instituciones y su idea de gobernar es que todas ellas estén controladas y sean sumisas a la voluntad de uno y esto se transforma en algo natural para cualquier burócrata “Revolucionario”. Por ejemplo, en un pasaje del libro, ante las dificultades políticas (normales en una democracia) para Allende de nombrar al nuevo Embajador de Chile en Cuba, un funcionario lo reconviene así:
-      
    Y ustedes chico- me observó uno de ellos- ¿No pueden cerrar el Senado?- No hay duda de que la debilidad de nuestro Ejecutivo frente al Senado le parecía inadmisible, escandalosa. ¿Qué clase de revolución era esa? (p. 127)

En cuanto al tema económico para estas “Revoluciones” de corte marxistas-leninistas, terminan todas, sin excepción, creando un caos por la escasez y luego carencia, de cualquier producto, en especial los de primera necesidad. Relata Edwards:

“El otro elemento francamente negativo, y mucho más serio, puesto que reflejaba la dura realidad económica después de doce años de Revolución, fue el encuentro con la calle durante las salidas libres: escaparates y almacenes vacíos, largas colas en los cafés, deterioro maloliente de La Habana Vieja (p. 228)

(…) Lo evidente era que los marinos [del Escuela buque de Chile de visita en Cuba], que venían de un país que iniciaba el camino al socialismo, no se llevaban después de cinco días en Cuba una imagen del socialismo que pudiera seducirlos. Era una de las conclusiones indiscutibles de la visita.

El control social férreo es otro punto sobre el cual los fascismos (de izquierda y de derecha, sobre este punto se hermanan) buscan perfeccionar para eliminar cualquier traza de oposición y crítica al régimen.

Fidel no quiso mencionar expresamente a Stalin, pero sugirió con toda claridad, quizás para amedrentarme, y para amedrentar, por mediación mía a mis amigos cubanos, que la política cultural de la Revolución ingresaba en un período estalinista…”(p. 298)


Persona Non Grata, aunque escrita para dejar constancia de lo que ocurrió en un tiempo y una realidad concreta, es un documento concluyente sobre las realidades de estas revoluciones que llegan empuñando la bandera del futuro promisorio “después de la espontaneidad inocente de los primeros años, muerden el fruto pecaminoso que la serpiente de la historia les pone a la vuelta del camino… (p.312)” concluye Edwards.

Jesús López Cegarra

sábado, febrero 03, 2018

Leonardo Padura: El hombre que amaba los perros

A Leonardo Padura (La Habana, 1955) no lo tenía en el radar de escritores que deben ser leídos. Aún sigo anclado a generaciones literarias que le preceden, a los García Márquez, Cortázar o Vargas Llosa, de quienes aun prefiero (con razones de peso) retomar sus libros y darles nueva lectura, que explorar otras opciones que pueden llegar a ser buenos descubrimientos.



El libro me fue recomendado indirectamente. Estaba en una cola para sacar dinero del cajero automático y delante de mí hablaban dos señoras sobre el deterioro del país, incluyendo la lamentable situación que nos tenía ahí: Hacer una cola de una hora para lograr obtener escasos diez mil bolívares con los cuales es poco lo que se puede comprar. Curiosamente, una de las señoras hace mención al libro de Padura para para descifrar lo que está ocurriendo en el país, y según su liberal y amplia interpretación, lo que estamos padeciendo en esta hora gris lo explica la novela. 

Probablemente acá quepa la frase que en algún momento le leí a Mario Vargas Llosa, citando a Marcel Proust según la cual cada lector es el lector de sí mismo. Esto porque una vez leído el libro de Padura, tengo otra una lectura algo distinta del de la señora en el banco, aunque entiendo en parte por qué ella encontraba conexión entre los hechos que acompañaron a Trotsky, su asesinato y su asesino.
Porque el tema esencial de esta gran novela es como dos vidas que en cualquier otra circunstancia habrían permanecido separadas, son unidas fatalmente por la voluntad de Stalin.

Trotsky era un estratega apasionado, un intelectual, un estratega, un orador brillante y un incansable trabajador de la causa de la revolución mundial, creador del célebre “Ejército Rojo”, aunque no exento de crueldad. Stalin era un hombre más bien gris proveniente de una pobre familia con un padre borracho, pero tenía una oscura y eficiente capacidad para la intriga y para los trabajos “sucios” que en su momento fueron utilizados en las actividades conspirativas para derrumbar al gobierno del zar. Además, contaba con la suerte de que sus enemigos lo subestimaran, lo que a la postre fue la perdición de más de uno de los líderes de la Revolución Rusa, Trotsky incluido.

Stalin además era un tirano de corazón amante del poder que pacientemente esperaba su momento. Este momento llegó cuando muere Vladimir Lenin. El sucesor natural debía ser Trotsky, (y así se podía colegir del testamento de Lenin), pero inexplicable y fatalmente Trotsky se encontraba lejos del centro de poder, tratándose malestares físicos. Stalin le engaña informándole que los funerales del líder fallecido serían privados, cuando en realidad Stalin aprovechó la circunstancia para mostrarse en primera fila en uno de los funerales más pomposos de la historia rusa y dar a entender que él debía ser el sucesor de Lenin. 

Stalin, aprovechando las luchas internas de los más importantes líderes de la Revolución, deja que estos se peleen entre sí y aprovecha alianzas con uno y otro para irlos derrotando a todos. Al final, Stalin quedará como jefe máximo del Partido y con el tiempo se convertiría en el líder indiscutible del comunismo en el mundo.

Pero Stalin se sabía vulnerable. Uno puñado de personas le conocían bien. Entre ellos Trotsky. La respuesta y estrategia del Stalin fue expulsarlos, encarcelarlos o eliminarlos físicamente. Y para ello creo un parapeto judicial, iniciando juicios públicos en los cuales se iba inexorablemente condenando a muerte a cada uno de esos que él veía como sus enemigos jurados.

Trotsky había sido expulsado de Rusia y comienza un duro exilio que lo lleva por Turquía, Francia, Noruega y finalmente México, a donde el largo brazo de la purga estalinista se extendió para darle trágica muerte. Había sido también juzgado y condenado en ausencia. Aunque había sido aniquilado políticamente, esto no era suficiente para Stalin.

Y de esta fría ejecución de Trotsky es que surge la novela de Padura, novela que tiene además elemento de novela policíaca (con las cuales se ha hecho mundialmente conocido), pues es nos va narrando la historia de un asesinato, pero enriquecido con el contexto histórico de un hombre ampliamente reconocido como uno de los protagonistas de la revolución de 1917, y la de de español comunista, quien fue reclutado por los servicios rusos, para ejecutar un acto en apariencia heroico por el que pasaría a la historia, pero que en rigor lo condenó al salón de la infamia.

“El hombre que amaba los perros” es el contrapunto de las vidas de Liev Trotsky luego que es expulsado de Rusia y la de Ramón Mercader (más tarde alias Jacques Mornard/Frank Jacson) a quien los servicios de inteligencia rusa le preparan mental y física transformarle en su asesino.

Padura va inteligentemente documentando una biografía novelada de estos dos personajes. Nos va explicando qué los movía, qué los motivaba, que los ilusionaba. Aunque si bien es cierto que su libro es una obra de ficción y no conviene tomarla como una historia oficial, es palpable la preparación y la investigación que debió emprender el autor para darnos una interpretación lúcida y creíble de qué fue lo que ocurrió y como sucedió. El papel que jugaron Caridad (la madre de Ramón) y Nahum Eitingon para sembrar en la mente de Mercader la necesidad imperativa de eliminar a Trotsky. 

Y es que hay ciertos hechos históricos trascendentes de la historia que solo pueden ser revelados y entendidos mediante la interpretación a través de la ficción. Y aunque hay ciertos puntos en que Padura muestra un lado más humano del asesino y cómo las circunstancias los llevan a cumplir con su destino, y sobre los cuales personalmente tengo una apreciación un poco distinta, “El hombre que amaba los perros” es un documento notable para comprender cabalmente este episodio histórico, pues muestra sin atenuantes como el destino de la humanidad de una parte importante de la humanidad estaba ligada al rencor y pequeñeces de quien en su momento fue el hombre más poderoso del mundo.

Jesus Lopez Cegarra

miércoles, enero 03, 2018

The Matrix (1999)



The Matrix es de esas películas que puede ser vista 2, 3, 4 veces (más de diez en mi caso) y siempre mantiene su capacidad de entretener, y a la vez darnos cuenta de detalles perdidos en la primera o sucesivas veces que la vemos. Es justo decir que, a casi 20 años de su estreno, los efectos especiales siguen impresionando, al punto que algunos de ellos son usados e imitados en la industria del entretenimiento.

Es curioso que muy recientemente, renombrados científicos se planteen la hipótesis según la cual todo lo que vemos, todo lo que nos rodea es probablemente una simulación creada en por programas de computación (ver https://www.youtube.com/watch?v=wgSZA3NPpBs ), lo que de alguna manera la ciencia se aproxima a lo que la ficción ya había planteado de una manera emocionante y maniquea en The Matrix, aun cuando esta dicotomía del mundo es una discusión que la podemos rastrear hasta Platón y su teoría de la ideas.

La película fue escrita y dirigida por los entonces hermanos Wachowski (

The Wachowski Brothers), quienes hoy en día se hacen llamar the Wachowskis. Revisando su filmografía, a menos que en el futuro realicen algo realmente extraordinario, se les recordará básicamente por The Matrix y sus secuelas.

The Matrix es una interpretación moderna del mito de un Salvador, de un Mesías, que se representa en un hombre aparentemente sin mayores cualidades, un solitario experto en computadoras que lleva una doble vida: una como Thomas Anderson, un empleado de una empresa programadora de software, y otra como Neo (Keanu Reeves), que la desarrolla en el mundo virtual, tratando de buscar respuestas existenciales en la red,  mientras vende unos programas que son comprados por personas del bajo mundo como si se tratara de alguna droga alucinógena.

En los primeros segundos de la película se desarrolla un dialogo que es curioso, porque se despliega un corto dialogo entre Cypher (Joe Pantoliano) y Trinity (Carrie-Anne Moss), en el cual, sin nombrarlo, dicen que van a matar a Neo. ¿Qué podemos sacar de estas cortas líneas? ¿Qué había una conspiración contra Morfeo -Morpheus- (Laurence Fishburne) y no le creían sus locas profecías alucinadas de la búsqueda y hallazgo de “El Elegido” (The One)? Son desconcertantes estas líneas porque solo haciendo una ilación muy fina, pareciera que había algún tipo de descontento y hasta conspiración contra Morfeo.

Morfeo es un profeta que busca al Mesías. También se encarga de liberar aquellos que tienen las cualidades para luchar contra las máquinas, quienes han tomado el mundo y relegado a sus creadores una función algo desagradable para quienes nos consideramos una especie inteligente. Probablemente Morfeo sea un tipo fanático y exigente y que esa búsqueda sea vista por sus compañeros como acciones de un maniático que distraen tiempo y recursos en una lucha de vida o muerte contra el enemigo.

Es posible que Trinity esté esperando por los resultados: “El Oráculo” (The Oracle-Gloria Foster), otro profeta le revela que encontrará el amor en “El Elegido”. ¿Por esta razón cambia de opinión…O el Oráculo le dice esto para aplacar la rebelión contra Morfeo? Ambos profetas tienen una función: Morfeo es el encargado de buscar a “El Elegido” y el Oráculo reconocerlo.

Es Trinity quien hace la primera aproximación a Neo. ¿Es o no es? Es la pregunta que todos se hacen. Le propone conocer a Morfeo, quien para el establishment del mundo que “Thomas Anderson” vive, es un buscado y notorio terrorista, y para otros el líder de alguna causa justa.

Se desata una competencia sobre quien dominará a Neo.  Los Agentes… Los rebeldes. Estos logran finalmente llevar a Neo con Morfeo. En su dialogo, Morfeo presenta a Neo el primer gran dilema que debe afrontar: Seguir viviendo la misma vida, que es una ficción, un remedo… O ir al “mundo real”. Por razones de tiempo o porque Morfeo no quiere poner en más duda a Neo, no le muestra una foto, un video, un audio de cómo es el “Mundo Real” … Porque una pequeña muestra de como realmente son las cosas en el mundo verdadero sería motivo más que suficiente para entra en dudas quedarse en aquel, así sea como una representación ficticia… bien visto a la luz de lo que plantea The Matrix, en el mundo ficticio que nos toca vivir se lleva una existencia más interesante, nacemos, tenemos experiencias, amamos, hijos, sufrimos, logramos placeres, sufrimos decepciones, así sean todas virtuales… En el mundo verdadero, en el que vive Morfeo y compañía, las alternativas son la nada o, si se tiene suerte, ser un soldado en una guerra eterna contra un enemigo implacable.

Neo elige la opción obvia: ir al “mundo real”. Que resulta ser un lugar gris y sin vida. Allí le es revelada la verdad completa: Lo que Neo ha considerado como vida, no es más que una proyección impuesta por las máquinas que usan al ser humano como “baterías” para dar energía a su mundo. Esta opción de las máquinas de usar a los humanos como fuente de energía carece de toda lógica según las leyes de la termodinámica… Requiere que le introduzcan energía en forma de alimento para que haga sus funciones, parte de esa energía es perdida y lo que se puede aprovechar es muy poco, por lo que la decisión de las máquinas de emplear de esa manera a los humanos no puede ser visto sino a la luz de una emoción propia nuestra: la Venganza.

Neo es entrenado por Morfeo. El elegido no solo debe serlo. Debe entrenarse para ello. Demuestra ser un pupilo aventajado

Pero Morfeo quiere llevar a Neo con el Oráculo. Ya Cypher estaba en conversaciones con el Agente Smith para convertirse en el judas. ¿Por qué lo hacía? Por razones exclusivamente epicúreas: Las ventajas de conocer y ser parte del mundo real no se comparan con lo que se vive en la “Matrix”, así todo sea falso. Cypher aprovecha esa ocasión para dejar las pistas que permitan atrapar a Morfeo, quien tiene para sí información crucial para someter a la resistencia.

Morfeo lleva a Neo ante El Oráculo. ¿Era Neo “El Elegido”? Su respuesta es negativa, pero además le revela algo desconcertante. En algún momento debe elegir entre su vida o la de Morfeo, lo que resulta cierto poco tiempo después, pues por la delación de Cypher, son emboscados por la policía y los agentes. Morfeo, para tratar de salvar a Neo, decide luchar contra los agentes y es capturado. 

Cypher regresa a la nave para desconectar a sus compañeros. Probablemente sea desde este punto, en una lucha desigual en la cual Morfeo y sus compañeros están en clara desventaja, se determine si Neo es o no el elegido.

En una batalla épica, en donde los efectos especiales juegan un papel determinante para darle un colorido especial a la lucha, Morfeo es rescatado. Sin embargo, cuando luego de luchar arduamente para escapar, Neo está a punto de llegar al salvador teléfono, Smith le sorprende y dispara a muerte. Y estábamos advertidos, morir en Matrix es morir en el mundo real… Sin embargo, como un nuevo Mesías-Jesucristo, Neo regresa de entre los muertos para salvar al mundo.
 
The Matrix es una película genial, con sus defectos, que sí los tiene, pero como decía antes, siempre le podemos encontrar una nueva interpretación, mientras reflexionamos qué clase de mundo es este.

La Carta desgraciada

  Esa carta desgraciada Pu ño y letra De mi amada Gualberto Ibarreto El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, decide ausent...