viernes, septiembre 14, 2018

Venezuela: Libertad o tiranía

Decir que Venezuela vive una “hora menguada”, en el sentido que el da el Diccionario de la Real Lengua “Tiempo fatal o desgraciado en que sucede un daño o no se logra lo que se desea” es abundar sobre un hecho notorio. Es un tiempo fatal donde ambas premisas de la definición ocurren, un daño y no lograr lo que se desea. El daño es la destrucción de un país, del tejido que lo unía y de los valores que lo sostenían. A esto hay que unir la imposibilidad (por ahora) deponer a un gobierno desalmado que se sostiene a contramano de lo que desea la inmensa mayoría del país bajo la coerción violenta.

Espero no estar equivocado, pero todos estos infortunios vividos por 20 años, intuitivamente ha hecho que una gran cantidad de venezolanos ampliemos que la libertad en general, que es un presupuesto imprescindible para el progreso de toda sociedad, incluye necesariamente la libertad económica. Se aprecia que, ante cada aumento ilógico y desmesurado de los sueldos por parte del gobierno, el venezolano ya percibe que no habrá bienestar ni prosperidad detrás de esa decisión burocrática.

Venezuela vive la hiperinflación más terrible conocida, dejando pálidas las que peores que se vivieron en la era democrática (1958-1998), especialmente en los gobiernos de Carlos Andrés Pérez II y Rafael Caldera II. Por primera vez en la historia ya se cuentan por millones quienes han abandonado el país, ya no en avión como se hacía al principio de la tiranía chavista, sino ahora es a pie, para llegar hasta sitios tan remotos como Perú y Ecuador, y probablemente más al sur, todo en la búsqueda de algo mejor que lo que viven actualmente, un poco de libertad, seguridad y hasta de dignidad.

No es exagerado plantear que Venezuela es (o está cerca de ser) un “Estado Fallido”: Ya no ejerce plenamente su soberanía sobre el territorio, los servicios que presta son de terrible calidad, la gente ya no tiene confianza en el gobierno como ente que pueda resolver los problemas que le son propios a este y la comunidad internacional ya no siente ningún respeto por sus autoridades.

Una de las dificultades de mayor peso en esta terrible crisis venezolana es que por muchos factores (incluyendo saboteo interno y externo, ansias de poder, etc.) no existe una alternativa articulada y creíble frente al modelo fascista-comunista, que bajo cuerda ha usado recursos para minar a esa oposición y hacerla ver toda como cómplices o agentes de la tiranía. No ha sido posible un acuerdo común entre quienes se oponen la tiranía, que desunida no puede capitalizar el descontento del 90 % de los venezolanos.

Mientras tanto, las personas que tienen menores ingresos, que en su mayoría adversan a Maduro y su pandilla, están sufriendo la embestida de una crisis incubada en 1999 y que implosiona en 2018. El régimen quiere doblegar y humillar a los venezolanos por unas bolsas de comida, promesas de gasolina subsidiada, en conocimiento que ese esquema “económico” es inviable y lo fue desde el día uno.

Ahora bien, es necesario resaltar que esa intuición del venezolano de que la libertad económica es fundamental, es una “obra en construcción”. Muchos aun ven al dueño del supermercado como el malvado especulador que aumenta los precios con alevosía y más de uno llama a las autoridades que le están cercenando sus derechos para denunciarlos, sin estar plenamente conscientes que son esos a quienes llaman los causantes de esos precios. Lamentablemente, los venezolanos hemos visto con lenidad la intervención acechante del “Estado Chavista”, construcción elaborada para el control social.

Pero ante las medidas desesperadas que el gobierno está tomando, muchas de ellas orientadas a oprimir y humillar como las relacionadas con el “carné de la patria”, se aceleró el desbarajuste económico que vendrán a asfixiar y agravar más el drama.

Creo, y espero sea así, la mayoría de los venezolanos entenderemos que este proyecto de control de la sociedad no lleva a ningún tipo de justicia social. Que este intento continuado de secuestro de las instituciones del Estado fracasará y colapsará. Pero mientras esto sucede, hay que entender y entender bien, que la libertad económica, aunque parezca dictada por la avaricia (toda empresa se inicia con alguien que tiene una idea y la lleva a la práctica, para obtener una ventaja económica), es una garantía de que hay opciones de productos u otros sustitutivos, con distintos precios, distintos lugares para adquirirlos. Es decir, hay un mercado que se va regulando con la competencia. Por supuesto, siempre habrá quienes bajo las ventajas de esa libertad quieran abusar, pero para eso se deben contar con instituciones a las cuales acudir para solventar los desajustes.


Los venezolanos debemos terminar de desechar la idea de que un Estado “pater familas” (en el sentido que se le daba en la antigua Roma: un ser autocrático que extendía su autoridad y voluntad a toda su parentela) que debe proveernos y ser el dueño de nuestro destino, a un Estado que articule y sirva para la causa de una sociedad libre y democrática.

Jesus Lopez Cegarra

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