“Piensa en lo que podríamos hacer tú y yo si tuviéramos un coche como este. ¿Sabes
que hay una carretera que baja hasta México y luego sigue hasta Panamá…? Y quizá
continúe hasta el final de América del Sur donde los indios miden más de dos
metros y mascan coca en la montaña (…) recorreríamos el mundo entero en un
coche como este (…) en definitiva la carretera tiene que dar la vuelta al mundo.”
Jack Kerouak “En el camino”.
“En el camino” de Jack Kerouak
era hasta hace poco una de esas deudas literaria que tenía conmigo mismo. Hacía
muchos años que un buen amigo y gran lector me recomendaba su lectura. “Desde que
abres la primera página, lo que sientes es vértigo” eran sus palabras. No sé si
su descripción es exacta, pero es una
aproximación válida: Sus personajes viven la intensidad de moverse de un lugar
a otro, probablemente para llenar con aventuras el vacío de una vida con un
trabajo convencional, bien sea tras un escritorio, bien sea como un obrero.
Es una novela con un componente autobiográfico
de los viajes de Sal Paradise (Jack Kerouak) y Dean Moriarty (Neal Cassidy) a
través de ese continente particular que es los Estados Unidos de América,
tocando en algún momento otra realidad: México. Son viajes que se hacen en
autostop, en buses, en carros robados, en carros prestados, en carros comprados
con ahorros de una familia. Tomando trabajos temporales, van sobreviviendo para
continuar ese viaje sin fin.
A su manera se trata de la épica del
siglo XX del individualismo. Es un rechazo al conformismo que va imponiendo la
vida en sociedad, al sedentarismo obligado por las exigencias de la vida
moderna, impulsado o justificado por un nihilismo casi inocente, que a toda
costa busca escapar de la realidad.
En sus páginas aparecen otros
personajes, igual de interesantes que Sal Paradise, que con solo verlos fluir
en la novela, descubrimos de quienes se tratan: Carlo Marx (Allen Ginsberg) y
Old Bull Lee (William S. Burroughs). Estos, junto al mismo Kerouak, son las
cabezas notables de la llamada “Generación Beat”, un movimiento cultural
efímero y casi centrado en estas figuras, que cuestionaban el sistema económico
y social norteamericano, propugnando la libertad sexual y el libre uso de
drogas. Tres obras importantes captan la esencia de ese movimiento: “El
Almuerzo Desnudo”, “Aullido” y “En el camino”. La influencia Beat en la década
de los 60 fue más que evidente.
De la lectura de esta novela, algunas
reflexiones me vienen a la mente: si esa “libertad absoluta” y que casi raya en
lo irresponsable realmente tiene algún efecto positivo en la creación de una
obra duradera. Si eso que vemos románticamente como libertad, raya más en la
posibilidad de ser víctima de la “Ley del más fuerte”.
Se requiere de un talento natural
para transformar la miseria, el hambre, el trabajo embrutecedor y esclavizante,
los días sin saber donde dormirás o comerás, en una obra literaria perdurable, pero
ese talento requiere también cierta disciplina para sentarse frente a la
máquina y plasmar en el papel lo que está en la imaginación.
Al menos Kerouak lo demostró tener
ambas cualidades, escribiendo “En el camino” en un rollo de papel contínuo
durante tres semanas, si damos crédito las leyendas que se han tejido al
respecto. En contraste con Neal Cassidy, quien seguramente era un personaje
interesante que ha servido de inspiración para Kerouak y otros escritores, que
no dejó tras de sí una obra trascendente.
Aunque “En el camino” tiene sus
altibajos (momentos de gran lirismo, momentos humanos y partes algo aburridas)
en su conjunto es una novela que retrata un momento y un estado de ánimo que
invadió a EEUU y se diseminó por el mundo pero que no trascendió en el tiempo:
Un individualismo, en momentos inocente, en momentos autodestructivo pero que
no tenía modo de competir con la realidad dura y despiadada que nos rodea.
Jesús López Cegarra
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