Días atrás escuchaba una
entrevista al escritor Mario Vargas Llosa. La periodista le preguntaba por
lecturas que podía recomendarle a los estudiantes venezolanos. De la vasta
cultura del laureado escritor, muchos libros y autores pudieron ser sugeridos
que resultaran provechosos para entender y buscar salidas a la hora menguada
que vive el Venezuela actualmente. Sin embargo, la sugerencia de Vargas Llosa,
al menos a mí resultó sorprendente: Arturo Uslar Pietri (AUP).
Los elogios de Vargas Llosa
hacia AUP eran pertinentes y justos con su obra y su persona. Decía que nunca
fue suficientemente reconocido en vida, que era un hombre moderado y creía en
el diálogo. Un hombre moderno, pero a la vez profundamente encariñado con la
tradición venezolana.
Uslar Pietri fue un hombre del
siglo XX, no solo porque lo vivió casi por completo, sino porque su obra (tanto
literaria como de ensayo) busca dar una explicación lógica y orgánica a
Hispano-América desde que Colón llegó a estas tierras hasta la fecha, aunque no
fue su único tema.
Desde muy joven fue atrapado por
la pasión literaria y escribió con apenas veintitantos años una obra
apasionada, y no por eso inmadura: “Las lanzas coloradas”. Desde sus primeras páginas nos lleva a uno de
los episodios de la guerra de
independencia venezolana, que otro gran intelectual venezolano calificó como
una gran guerra civil.
Obviamente Venezuela ocupa un
importante lugar en su obra. No solo su (accidentada) historia, sino también el
significado y alcance de un hecho que dividió nuestra historia en un antes y un
después: La explotación de la riqueza petrolera.
No fue poco lo que AUP dedicó a
este tema, especialmente en su afán orientador sobre la mejor manera de
utilizar esa nueva riqueza que manaba casi sola del subsuelo. Sus
recomendaciones se resumían en una frase que sonó en Venezuela por muchísimos
años: “Sembrar el petróleo”. Algunos
decían que esa frase la había sido acuñada por algún otro venezolano meritorio,
pero en la realidad, fue AUP quien dedicó buena parte de sus esfuerzos
intelectuales en el desarrollo de ese tema.
Su propuesta era sencilla: usar
los recursos petroleros para crear una Venezuela productiva y eficiente,
apartada del modelo perverso “rentista” de simplemente vivir de la venta del
petróleo. Este esquema era aprobado por todos, incluyendo los políticos que le
sacaban provecha al esquema. Sin embargo, cuando en la década de los 80 del
siglo XX la OPEP fue “puesta de rodillas” y los precios del petróleo bajaron a
niveles viles, la Venezuela “próspera” y del dólar barato se vio de pronto
arruinada y hundida, con un deseo suicida de autodestrucción y de venganza a
cualquier costo, que en 1998 consiguió al elegir para la presidencia de la
república de un hombre que no hizo sino repetir con desquiciada demencia el
esquema “rentista” que todos criticaban.
Junto con su carrera literaria,
también desarrolló una carrera política, que lo llevó en los años del
post-gomecismo a ocupar cargos importantes en el alto gobierno. Pero el Golpe
de Estado ejecutado por el recién creado partido político “Acción Democrática”
y algunos factores militares lo llevaron al exilio y a una “amarga”
coexistencia más adelante con quienes derrocaron a un gobierno que la historia
ha evaluado como positivo. Sin embargo, AUP es una persona que siempre fue
vista ligada al gomecismo y por tanto asociado (para bien…o para mal) con una
de las tiranías más cruentas vividas en el subcontinente.
Pero de esa relación nunca
escondida con el Benemérito Juan Vicente Gómez, surge más adelante una de las novelas
que junto con las de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Alejo
Carpentier, Augusto Roa Bastos, entro otros, buscan entender el fenómeno del
“Dictador Latinoamericano”, personificación siniestra del “Caudillo” de
nuestras latitudes.
AUP fue siempre alguien cercano
al poder, y todo parecía acercarlo al Palacio de Miraflores, pero el Golpe de
Estado en 1945, lo llevó a un exilio, llevando a cuesta la acusación de
malversación de fondos de la partida secreta del gobierno. Más adelante, en
1963 es candidato presidencial, obteniendo un buen caudal de votos, pero lejos
de ser suficientes para llegar a la presidencia.
AUP tuvo también un acertado
acercamiento a la televisión, donde combinó exitosamente su incomparable capacidad
telegénica y su enorme cultura, y así llevar a la pantalla, algunos de los
grandes temas de la cultura universal y nacional. Por
ello también, era frecuente verlo en entrevista en la televisión, criticando
las desviaciones que en lo social, económico y político llevaban a cabo los
gobiernos de la era democrática posteriores a Pérez Jiménez.
En los años 90, en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, se convirtió en la cabeza visible de algo que los medios denominaron “Los Notables”, nombre que le dieron a un grupo de destacados (conocidos) políticos e intelectuales, que criticaban duramente al gobierno de Carlos Andrés Pérez, y que anunciaban que de no haber cambios, un golpe de estado en Venezuela era inevitable.
En los años 90, en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, se convirtió en la cabeza visible de algo que los medios denominaron “Los Notables”, nombre que le dieron a un grupo de destacados (conocidos) políticos e intelectuales, que criticaban duramente al gobierno de Carlos Andrés Pérez, y que anunciaban que de no haber cambios, un golpe de estado en Venezuela era inevitable.
Incluso, en un programa de
televisión, se atrevió al despojar a la palabra “pendejo” de su ruda
connotación, al usarla para referirse a los venezolanos honrados que eran
burlados por un gobierno que no oía y que actuaba en contra de los intereses
del país. A partir de ese momento, se usaba de manera normal en cualquier
escenario, en cierta manera para estar igualado con el gran intelectual. Hasta
se convocó a una “Marcha de los Pendejos”
para protestar en contra del gobierno.
Con el tiempo, la impresión que
se tiene es que esos “Notables” (incluyendo a don AUP) sabían de las
intenciones de ciertos factores dentro de las Fuerzas Armadas de intentar un
golpe de estado. Y en cierta manera, AUP no hizo una condena contundente a los
intentos de golpe del año 1992, pues se refirió a ellos como “atípicos”, pues
de alguna manera se alejaban del golpe estilo Pinochet en Chile. Su alegato era
que no se dio para establecer una dictadura militar. Para un hombre bien
conocedor de las historia, cabe preguntar si las solas declaraciones de los
militares golpista es suficiente para decir que era un “Golpe Bueno” o usando
el eufemismo de AUP “atípico”. Al parecer, Don AUP nunca pudo superar el golpe “típico”
del 18 de octubre de 1945, y eso nubló mucho de su objetividad como historiador
y ensayista en 1992.
dan luces sobre el pensamiento y las intenciones de don AUP.
Jesús López Cegarra
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