miércoles, marzo 26, 2014

La República de Arepa

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La República de Arepa existe. Es un país ubicado en el Mar Caribe, gobernado por un Dictador que no tiene empacho en eliminar los obstáculos para mantenerse en el poder. Las elecciones se aproximan, y su cercano rival aparece misteriosamente sumergido en las aguas del mar y encontrado por unos pescadores.

El crimen causa consternación y desarticula a la oposición. El Dictador tiene todo el poder y carece de escrúpulos.

Un grupo de diputados de la oposición piden retirarse de la sesión de la Asamblea para asistir al funeral del fallecido candidato, y al no haber la agenda ningún punto por discutir. Así se les permite, pero para sorpresa, los diputados del gobierno cambian la agenda  para modificar el artículo de la Constitución que no permitía más de cuatro períodos presidenciales consecutivos, eliminando la limitación para que el Dictador pueda reelegirse las veces que le venga en gana. Conocida esta noticia por el “pueblo”, pasa lo esperado: Le piden que sea el candidato

La alta sociedad apenas se halla resignada. Buscan desesperadamente a algún encumbrado que los proteja de las draconianas leyes expropiatorias con que el gobierno amenaza en aprobar. En este contexto de una oposición sin candidato y sin futuro, deciden buscarse una “outsider” para que sea su candidato.

Pero el elegido, un joven de apellido Cussirat, que vive en el extranjero y llega a Arepa pilotando su propio avión, acepta la candidatura “en principio”.

La noticia del potencial candidato no pasa inadvertida para el Dictador. Por ello se le ocurre lo que todo Dictador suele hacer: proponer un precio alto para que desista en su empeño. Total, en las dictaduras, el patrimonio de la nación es también el patrimonio del tirano combinado con una axioma aplicable a toda persona: “Yo sé que Ud. es P…, lo que quiero saber es el precio”.

Pero el recién llegado, no solo le hace un desaire al Dictador, sino que comienza a urdir un plan para acabar con él.  Acabar con él para siempre, se entiende. Nada de negociaciones ni golpes de Estado.

Pero el Tirano de “Arepa”, como la mayoría de sus colegas, generalmente parecen estar protegidos por fuerzas oscuras que buscan a todo trance que se cumplan designios ocultos. Cuando llegan a la cima, nadie entiende cómo ocurrió, cuando se eternizan en el poder, se le atribuyen fuerzas y cualidades casi sobrehumanas. Nadie se pone a pensar que se trata de psicópatas obsesionados con el poder, y que harían cualquier cosa por aferrarse a él.

El Tirano le lanza a la disminuida oposición algunas propuestas, como la de engavetar la temida Ley de Expropiaciones. Los políticos y clases poderosas respiran aliviados. Claro, esta negociación no es por pura generosidad. A cambio el Tirano será
nombrado “Presidente Eterno”. Ya no más elecciones innecesarias.

Pero hay fuerzas que siguen sus marchas. Hay primer intento de aniquilarlo comienza como una tragedia bufa y termina en tragedia. En el segundo, un poco más serio, se vuelve a salvar, aunque otras vidas.  Cussirat, quien empuñó el arma para acabar con el Tirano, pero falló. Cussirat es ahora perseguido implacablemente, su avión incendiado. Debe esconderse. A esto se agrega que sus antiguos aliados, quienes veían como única esperanza la muerte del Tirano, ahora les preocupa que este atentado perjudique el “precio” que pagaron por ellos.

Pero como decíamos antes, hay fuerzas que siguen sus marchas.

Jorge Ibargüengoitia en su novela “Maten al León” de manera concisa lleva a la vida literaria las vicisitudes de la gran herencia latinoamericana: El caudillo-dictador. Esta obra debe rescatarse del olvido y colocarla con justicia en ese grupo de novelas (“La Fiesta del Chivo” de Vargas Llosa, “Yo el Supremo” de Augusto Roa Bastos, “El Otoño del Patriarca” de Gabriel García Márquez, “Oficio de Difuntos” de Arturo Uslar Pietri ) que han retratado el fenómeno de las Dictaduras en nuestros países.

Jesús López Cegarra 

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