domingo, octubre 19, 2025

Una lectura seria Parte III

En las distintas aventuras y casos de Sherlock Holmes, vamos apreciando un hombre lleno de contradicciones. Sus mayores virtudes son su aguda capacidad de observación unida a una memoria usada casi en exclusividad para guardar conocimientos solo aplicables (y que de hecho aplica) a los casos que resuelve o busca resolver. Sin embargo, cualquier otro conocimiento que no presente esa ventaja práctica, le rehúye. No quiere que ese material ocupe en su cabeza espacio o desplace aquello que pueda aplicar.

Así entonces es capaz (hasta extremos que rayan en lo absurdo) de determinar con precisión exacta, las vivencias y andanzas de cualquiera que entre en contacto con él. Por ejemplo, en “Escándalo en Bohemia”, el Dr. Watson decide después de un largo de tiempo de no ver a Holmes, visitarle. Holmes, a los pocos minutos del encuentro , y con solo algunos detalles, invisibles para el ojo no entrenado, determina el estado emocional, andanzas y actividad profesional de su viejo compañero y cronista:

“- Le sienta bien el matrimonio —observó—. Me parece, Watson, que ha engordado siete libras y media desde la última vez que le vi.

- ¡Siete! —respondí.

- Vaya, yo habría dicho que un poco más. Solo un poquito más, Watson. Y observo que ejerce de nuevo. No me dijo que tenía intenciones de volver a su trabajo.”

Y luego le expone sus deducciones:

“—Es lo más sencillo del mundo —dijo—. Mis ojos me indican que en la parte interior de su zapato izquierdo, justo donde da la luz del fuego de la chimenea, el cuero está marcado con seis rayas casi paralelas. Es obvio que las hizo alguien que rascó con muy poco cuidado el borde de la suela para desprender el barro incrustado. De ahí mi doble deducción de que ha estado a la intemperie con mal tiempo y de que tiene un espécimen particularmente maligno de rajabotas como criada londinense. En cuanto a su actividad profesional, si un caballero entra en mis aposentos oliendo a yodoformo, con una negra mancha de nitrato de plata en el dedo índice de la mano derecha y un bulto en el lado del sombrero de copa donde esconde el estetoscopio, debería ser realmente lerdo para no identificarlo como un miembro activo de la profesión.”

Watson queda sorprendido por las conclusiones acertadas de Holmes. Sin embargo, para cuando tienen lugar los acontecimientos de “Escándalo en Bohemia”, ya han sido muchos los casos en los que ambos han estado envueltos, y parece casi increíble que aún se sienta maravillado por sus deducciones y sobre todo por el proceso mental de Holmes para llegar a ellas. Se lo ha demostrado desde su primera aventura, “Estudio en Escarlata” que es cuando por primera vez se conocen, obra a la que volveremos más adelante.

Holmes además es capaz de sacrificios físicos muy exigentes con el fin de resolver un caso o proteger a su cliente, aun a riesgo de su integridad física. Muchos son los ejemplos que un curioso lector puede encontrar a lo largo de la obra con Holmes, pero por citar alguno, el relato “Escándalo en Bohemia” da una idea de lo que era capaz de hacer.

Porque cada caso, cada aventura de Holmes es un desafío profesional, intelectual y de satisfacción a su propio ego. En ellos aplica sus “métodos” y herramientas, que, analizando en un sentido crítico, se tratan de usar la observación para y recabar detalles casi insignificantes para extraer conclusiones que, en condiciones normales, serían inaceptables en una corte, por carecer de suficiente rigurosidad científica o forense, pues a lo sumo se tratan de indicios que eventualmente pudieran conducir a pruebas concluyentes sobre la culpabilidad.

Al igual que otros detectives notorios de la literatura, de distintos tiempos y generaciones, Holmes tiene el cumplimiento de la Ley como un norte en su conducta profesional, pero no el único. Un sentido personal de la justicia puede prevalecer y darles una nueva oportunidad a personas que, aun infringiendo normas formales, pueden aprender de sus errores para regenerarse y llevar en lo sucesivo, una vida ajustada a una moral elevada.   

En “La aventura del Carbunclo azul”, Holmes justifica su elección de no denunciar a un sujeto que fingió una falsa identidad así:



"(..) la policías no me paga para que cubra sus deficiencias. Si Horner corriera peligro sería otro cantar, pero este tipo no comparecerá para declarar contra él y el proceso no seguirá adelante. Seguro que estoy que indultando a un delincuente, pero es posible que esté salvando un alma."

Jesus Lopez Cegarra

sábado, septiembre 27, 2025

Una lectura seria (Parte II)


En varias ocasiones quise releer las historias de Holmes. Siempre las he recordado como lecturas gratas, capaces de mantenerme en vilo y al ir a dormir, esperar con ansias volver a la mañana siguiente a esas páginas llenas de misterios por resolver, centradas en ese personaje de personalidad magnética y su fiel cronista, el amable Doctor Watson. 

Pero siempre me abstenía de hacerlo, pues luego de muchos años, temía que esas novelas y cuentos tuvieran “fallas estructurales”, o para decirlo de manera más llana “se le vieran las costuras. Con otras obras he tenido sentimientos similares, como sucedió con “Los Tres Mosqueteros” de Alejandro Dumas, obra a la que también le guardo un cariño especial, porque al igual que Holmes, me llevaron horas del mejor entretenimiento posible. 

Sin embargo, una edición atractiva de la editorial Penguin armada con tres gruesos volúmenes con el título “Todos los casos de Sherlock Holmes” me llenó de curiosidad. En su momento, pensé que había leído todo lo que había del afamado detective, pero encontré que había más, y la curiosidad pudo más que el prejuicio formado en mi mente. En efecto había más material de Holmes del que tenía conocimiento, especialmente en la parte los relatos, porque las novelas de Holmes son cinco: Estudio en Escarlata, El Signo de los cuatro, El Perro de los Baskerville y El Valle del Miedo.



Pero ese prejuicio venía con una razón de por medio. Un amigo que conocí en Caracas cuando me fui a vivir allá, Víctor Manuel Reinoso, era un lector furioso de esos subgéneros de la literatura que yo desconocía entonces y que denominaban “Novela Negra”, estilo literario que en cierta manera se contraponía a obras como las de AC y Holmes, aunque en gran medida, eran la fuente de su origen. 

 “La Novela Negra” se deriva de las novelas policiacas o de detectives, aunque estás están más centradas en la resolución de un misterio, generalmente algún tipo de crimen como podía ser un el “crimen de salón”, en donde la acción sucede en un espacio cerrado, con un grupo pequeño de personas y a través de la mente brillante de un detective, se van estableciendo las causas que cada uno pudo tener con el hecho, para finalmente develar el autor y juega un papel importante la psicología y las motivaciones que las evidencias que condujeran a conocer la identidad del criminal. Agatha Christie es por mucho la exponente más conocida de este género, aunque en lo personal, nunca me gustó, aunque el verdadero precursor es del género Edgar Allan Poe con los “Crímenes de la Calle Morgue”. 

Había también otro tipo de relatos que, aunque busca igualmente resolver el misterio, usa más la deducción, unida a observaciones agudas y aplicación del conocimiento “científico” para con una base más lógica, dar con la respuesta. Acá es donde se mueve nuestro personaje Sherlock Holmes.

La novela negra, por su parte empuja las limitadas fronteras del crimen de esas obras detectivescas a la realidad de la calle. La sociedad aparece más como un conglomerado difuso. Ya no son los aristócratas en una mansión los protagonistas, sino personas de carne y hueso en un entorno más hostil. 

Ya no es extraño enfrentar a un policía o un político corrupto, a algún poderoso, o que los propios detectives héroes se vean también impelidos a cometer algún acto contrario a la ley con el fin de resolver un crimen o preservar la integridad de alguien que es víctima de alguna circunstancia opresiva. El crimen de la novela ya no es un misterio de ajedrez que requiere una unica solución, el crimen es más un elemento de la vida cotidiana, que con frecuencia no termina en la anhelada justicia. En la novela negra, el detective (llámese Phillip Marlowe o Sam Spade) es un elemento clave, también lo podía ser el criminal, y la historia ser contada desde su perspectiva, como el caso de Tom Ripley. 

De este género, los autores que leí con gran placer fueron Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Patricia Highsmith.

Aunque la novela negra pasó por mucho tiempo a ser la lectura que más ocupaba mi tiempo, siempre la relacioné con esas aventuras creadas en lamente de ACD y personificadas por Sherlock Holmes, pero ya esos juegos intelectuales de descubrir el crimen en base a pura especulación deductiva y científica (y hasta pseudo científica) me parecían una etapa superada.

Sin embargo, esta nueva revisita a ACD y Holmes han sido de interés. Se trata de una lectura más madura, aunque ahora abundan por tanto los momentos en que me exasperan un poco esas especulaciones que pueden rayar en lo ridículo, pero también valoro esa capacidad de ACD de mantener al lector fiel a la historia hasta el final, así se sepa de antemano de esas fallas que antes mencionaba.


sábado, septiembre 20, 2025

Una lectura seria – Parte I

Hace unos cuantos años, no menos de veinte según mis cuentas, hablaba con una persona a quien por algún tiempo considere amigo, y quien al igual que yo, se percibía como un “lector curioso”, por definirlo de alguna manera.

Un “lector curioso” pudiera ser alguien que no se enfoca en un solo tema y que la lectura es más un placer que una obligación, es un escape, vivir una realidad alterna construida en nuestra mente a partir de las palabras escritas. Es el goce a través de textos que tienen el don especial de estar bien elaborados, que plantean al lector una propuesta estética, más allá del contenido. Ortega y Gasset u Octavio Paz son grandes estilistas con independencia de las ideas filosóficas que buscan desarrollar.

El asunto es que este amigo me preguntaba que estaba leyendo en ese momento. Era una novela de Arthur Conan Doyle -ACD en lo sucesivo - (no relacionada con su personaje “Sherlock Holmes”, creo que era “La tragedia del Korosko” aunque pudo haber sido otra). Pero mi amigo me recriminó porque pensaba que yo leía “cosas serias”. 

En ese momento me extrañó el comentario y sobre todo ese ataque velado a ACD. Creo que se trataba más de un prejuicio basado en la ignorancia, porque aunque son muy pocos que puedan dar cuenta de cualquiera de sus libros fuera del mundo de Sherlock Holmes, obviamente su gran aporte fue la creación y el universo particular de este detective, que caló profundamente en la cultura popular y que pervive en el imaginario colectivo como alguien que tuvo o tiene una existencia real en el mundo de los humanos.

Pero esa recriminación al valor literario de ACD, ¿es justo o puede contar con la deferencia de ser recomendado porque su obra refleja los elementos que le atribuimos a la buena literatura? Porque acá dejo otro planteamiento. ¿Es la popularidad de un libro un factor de advertencia, un “no-no”?, O más aun, ¿Qué podemos concluir de ese raro fenómeno en el que el personaje creado gana una fama que sobrepasa a su creador, el “Deicida” del que habla Mario Vargas Llosa es sepultado por uno de sus personajes?

El mismo ADC llegó a molestarse con su creación, porque su fama alejaba a los lectores de lo que el consideraba que había otras obras que merecían mayor reconocimiento, y esa animadversión llegó al punto que mató a Holmes de mano de su némesis, el Dr. Moriarty. (Recuerdo que cuando leí en mi juventud el relato de la muerte de Holmes, sentí indignación y hasta cierto sentimiento de luctuoso, aun cuando estaba consciente de que su autor lo iba a “resucitar” … 

La indignación de los lectores llegó a tal punto que aplicaron lo que hoy llamamos “cultura de cancelación contra la revista que publicaba las historias, y el mismo ACD supo que la muerte de Holmes también tendría un impacto en sus finanzas. ¿Acaso tal vez el cine y la televisión no le debe a ACD su reconocimiento de traer de entre los muertos ciertos personajes que luego entendieron que aun tenían “potencial “económico?)

Por mi parte, he sido lector de ACD, y he encontrado gratos momentos en la lectura de sus obras, desde los cuentos y novelas de Sherlock Holmes, hasta las obras serias que ACD quería que fueran la verdadera referencia a su obra, aunque muchos de estas obras serias, he olvidado el nombre y contenido, o solo guardo un recuerdo muy brumoso de su trama. La “Amnesia in literis” a la que se refería Patrick Suskind. 

Jesus Lopez Cegarra


miércoles, febrero 19, 2025

Un repaso a Terminator (James Cameron)


Terminator es quizás de las pocas películas con las que cuento más recuerdo sobre el entorno del tiempo, lugar y personas con quienes estuve. Fue en el cine “Glorias Patrias” en la ciudad de Mérida (Venezuela). A pesar de que no se contaba con las ventajas de celulares y redes sociales, un grupo de compañeros de clase del colegio “La Salle” logramos ponernos de acuerdo para verla mediante la hoy primitiva y casi extinta comunicación telefónica fija, que entonces era bastante deficiente. Estábamos en el cuarto año de bachillerato y creo que ninguno de los que fuimos teníamos suficiente “autonomía de vuelo” para ir por nuestra cuenta, así que todos fuimos llevados y buscados por alguno de nuestros padres.

Tampoco era mucha la información que se podía sacar de una película. Era muy exiguo lo que se publicaba en los medios de comunicación y muchas decisiones sobre qué ver y su posible calidad, se extraía de la página que los periódicos dedicaban a la cartelera de cines. Se juzgaba por la foto, por la carrera de alguno de los actores y alguno que otro comentario sensacionalista que podía acompañar a la publicación. Así que llegar en aquellas circunstancias a Terminator fue casi una feliz coincidencia, sin siquiera imaginar que esa obra, vista en un remoto establecimiento (hoy día inexistente) en una ciudad de la provincia hoy también casi olvidada por la humanidad, se convertiría en un verdadero fenómeno cultural que ha marcado a las generaciones desde entonces, que su director sería uno de los más importantes del cine, pero tal vez por encima de todo, anticiparía un tema que cada vez está en mayor discusión: nuestra relación con la inteligencia artificial y la potencialidad de una distopia.

Creo que hablo por todos quienes fuimos al decir que la película no nos dejó indiferente. La prueba es que al concluir e irnos incorporando para salir de la sala, había un murmullo de comentarios. El tema del viaje en el tiempo era parte de la discusión. ¿Era posible?, ¿Tenía sentido como se planteaba allí?, pero tal vez la pregunta que más se insistía era ¿Tenía sentido que Kyle Reese fuera el padre de John Connor? Según la lógica causa-efecto que limitadamente manejábamos, el padre de John Connor debía ser algún contemporáneo de Sarah Connor, luego John desde el futuro envía a Reese para salvar a su madre de la máquina asesina (interpretada muy bien por Arnold Schwarzenegger), por lo que al quedar embarazada, su hijo sería otro John Connor (no el que ya existía en el futuro), creando una inmensa y casi imposible de comprender paradoja del tiempo (que seria tratada por otro gran clásico, “Volver al futuro”). O sea, una variación de la llamada “paradoja del abuelo”. (En lo personal, el tema del tiempo y los viajes en el tiempo se convirtió en un tema recurrente en mi imaginación y en mis lecturas hasta la fecha)


El otro asunto que tal vez no era fácil de anticipar en ese momento, pero que hoy en día lo vemos más probable es que las máquinas, creación humana, tomen conciencia y quieran destruir, sustituir o someter  a su creador. Terminator es sobre esa batalla: el hombre contra la máquina. La máquina, en ese futuro propuesto por Terminator, se da cuenta de que el liderazgo de John Connor y la “resistencia” es un factor desequilibrante en favor de los humanos, por lo que matar a la madre antes de la concepción de John, es la solución para ganar esa guerra. Connor por su parte envía a su “padre” para que cumpla las dos misiones más importantes para el futuro de la raza humana:  Salvar a “Sarah” y dejarla embarazada.

El tema de las máquinas que adquieren consciencia (a las que hoy  llamamos “Inteligencia Artificial” – “IA o AI” por sus siglas en inglés) ha cobrado relevancia desde que la AI tiene una mayor presencia en la vida humana. Aunque se trata de una herramienta que puede ser de gran ayuda en muchas tareas (aunque demonizada por sectores como la de los escritores sindicalizados del cine y la televisión en USA), ha habido ciertas acciones perturbadoras de la AI, reseñadas por los medios de comunicación que pueden ser manifestaciones de ese futuro oscuro que Terminator nos enseña.

Jesus Lopez Cegarra

domingo, noviembre 10, 2024

José Ortega y Gasset (1883-1955): Relectura de “La rebelión de las masas”


De la ingente obra del filósofo español José Ortega y Gasset, quizás sea “La rebelión de las masas” la más recordada y siga teniendo resonancia en el presente, a pesar de los casi cien años desde su primera publicación. Su lectura no deja indiferente a quienes se aproximan a esta obra, primero porque su prosa (en esta o en cualquiera de sus escritos) es estéticamente agradable, pero también porque muchas de sus ideas han superado la barrera del tiempo y siguen teniendo vigencia y nuevas interpretaciones.

Aunque el título del libro pudiera dar la idea profética de advertencia sobre lo que pudiera suceder, Ortega explica que el advenimiento de las masas al pleno poder social es un hecho de “la hora presente”, por tanto, ya existe y está entre nosotros; no es una premonición. Ortega quiere explicar las bases de su aparición, entenderla y qué pudiera estar de parte nuestra para revertir lo que luce como la decadencia de la civilización moderna.

Ortega contrapone dos conceptos: “Aristocracia” y “Hombre-Masa”, pero en el contexto de su libro, “Hombre-Masa” o Masa es un ser genérico, que no se diferencia de otros, que carece de alguna cualidad que lo eleve. Por el contrario, existe otro sector, minoritario de aquellos que se exigen más. Ortega aclara que ese “hombre selecto” no es el petulante que se cree superior a los demás. No se trata de una división de clases sociales que de personas que cuentan o carecen de determinadas cualidades.

Las Masas han pasado a sustituir el concepto de “Sociedad” y actividades que parecían reservadas a una minoría, pueden acceder sin estar mejor preparadas, sin sentido histórico ni crecimiento espiritual, y en palabras del filósofo “(…) actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos”. (P.44)

Advierte Ortega de una situación que nos es más cercana en el presente cuando nos explica: “Hoy, en cambio, el hombre medio tiene las «ideas» más taxativas sobre cuanto acontece y debe acontecer en el universo. Por eso ha perdido el uso de la audición. ¿Para qué oír, si ya tiene dentro cuanto hace falta? Ya no es sazón de escuchar, sino, al contrario, de juzgar, de sentenciar, de decidir. No hay cuestión de vida pública donde no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus «opiniones».

Hoy día, con la presencia de nuevas tecnologías y formas de comunicación como Internet y las Redes Sociales, vemos como la presencia de la “Masa” se evidencia aún más, pues cuenta con un acceso casi ilimitado y de alcance mundial para difundir sus opiniones desinformadas, sus prejuicios y distorsiones, pero lo que es más peligroso aun, a conectarse con otros que comparten sus mismas obsesiones y manías, siendo la masa el blanco fácil de quienes inescrupulosamente buscan sembrar determinadas ideas para ganar algún beneficio político o social, generalmente en detrimento de erosionar las libertades individuales y políticas.

Cuando las redes sociales emergieron hace más de una década, se pensaba que al tener la sociedad nuevas plataformas para expresarse directamente, estaríamos más cerca de una sociedad más justa, más equilibrada, mejor informada y más temida por quienes detentaran el poder. La realidad está muy lejana a ese mundo ideal. Ya también Ortega nos orientaba en este sentido: “Pero ¿no es esto una ventaja? ¿No representa un progreso enorme que las masas tengan «ideas», es decir, que sean cultas? En manera alguna. Las «ideas» de este hombre medio no son auténticamente ideas, ni su posesión es cultura. La idea es un jaque a la verdad. Quien quiera tener ideas necesita antes disponerse a querer la verdad y aceptar las reglas de juego que ella imponga. No vale hablar de ideas u opiniones donde no se admite una instancia que as regula, una serie de normas a que en la discusión cabe apelar. Estas normas son los principios de la cultura. No me importa cuáles Lo que digo es que no hay cultura donde no hay normas a que nuestros prójimos puedan recurrir. No hay cultura donde no hay principios de legalidad civil a que apelar.”  (P.84)

El conocimiento y la verdad han sido suplantados por cortos videos en redes sociales, por noticias falsas con apariencia verosímil (o Fake News) para gente (masa) enviciada con el “Doomscrolling” o teniendo como referencia y modelo a lo que hoy se conoce como “Influencers”, quienes generalmente andan tras la caza de “seguidores” y “me gustas”, ejecutando todo tipo de maniobras cuestionables.

Estas nuevas tendencias no hacen sino acentuar los conflictos que la masa representa para el mundo y que las soluciones hoy deben buscarse requieren un alcance mayor, pues ahora con la presencia de internet y las Redes Sociales, ciertas fronteras o problemas que podían considerarse domésticos han alcanzado al mundo civilizado. Las masas cuentan ahora con un elemento que hace más inmediata lo que Ortega denomina la “acción directa”. Explica Ortega: “La civilización no es otra cosa que el ensayo de reducir a fuerza a última ratio. Ahora empezamos a ver esto con sobrada claridad, porque la «acción directa» consiste en invertir el orden y proclamar la violencia como prima ratio; en rigor, como única razón. Es ella la norma que propone la anulación de toda norma, que prime todo intermedio entre nuestro propósito y su imposición es la Charta Magna de la barbarie.”  (p.87)

La Rebelión de las masas nos advierte sobre los peligros que se ciernen sobre los sistemas de libertades y la democracia cuando son dominadas por estas masas que no sienten ningún tipo de responsabilidad en la vida pública. La libertad, como lo plantea Ortega, significa convivir con el enemigo, gobernar con la oposición, un estado paradójico y antinatural. Pero incompatible con la masa, pues sentencia el filósofo: “La masas (…) no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella.” (p.88)

Ortega nos enseña que las libertades no son beneficios que se deben tomar como derechos naturales: Su conquista ha sido una lucha, pero sobre todo, es un artificio que el mismo hombre ha durante años y creado para sumar felicidad para todos. Es responsabilidad de cada quien saber que son preciados y su permanencia es responsabilidad de cada uno de nosotros. 

Jesus Lopez Cegarra

Ortega y Gasset, José. La rebelión de las masas. Orbis, 1983.

sábado, abril 27, 2024

La Carta desgraciada

 

Esa carta desgraciada

Puño y letra

De mi amada

Gualberto Ibarreto

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, se ausenta por unos días de la vida pública para decidir sobre un tema trascedente: ¿Debe o no continuar en sus funciones públicas? No es una pregunta menor.  

Su drama hamletiano comienza por una investigación judicial a su esposa, por un tema intrincado con el ejercicio del poder: la “corrupción administrativa”.

Pero sus dudas trascendentales las expone en una carta pública. El destinatario de esta misiva; “La Ciudadanía”.

La pregunta que surge en mi mente es… ¿Quién es la “Ciudadanía”? ¿Quién considera Sánchez es el receptor de esa desesperada misiva, es decir, quién es ese “ciudadano” a quien el presidente español se dirige con tanta urgencia?

Si tomamos y le damos credibilidad al “Diccionario de la Real Academia Española”, la incertidumbre no parece esclarecerse. 

Buscando las acepciones de la palabra “ciudadanía” en el aludido diccionario, las dudas no se esclarecen, por el contrario, se vuelve todo más turbio, porque hay que buscar quién el receptor de ese mensaje a quien con tanta premuraSánchez quiere comunicarse.

Cuando se define “Ciudadanía”, el Diccionario hace referencia a la “Cualidad y derecho de ciudadano.”, es decir, la inquietud de Sánchez tiene un destinatario: el “Ciudadano”.

Hay varias acepciones que la autoridad lingüística acepta para “Ciudadano”. Dice en primer lugar que es el “Natural o vecino de una ciudad”, acepción que no ayuda en nuestra búsqueda, porque resulta obvia. También dice, casi repitiéndose, que es el “Perteneciente o relativo a la ciudad o a los ciudadanos.” Otras acepciones que se aceptan bajo esta expresión son “Persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes”, “Habitante libre de las ciudades antiguas” y una más confusa aún: “hombre bueno”.

Sobre esa relacionada con los habitantes de las ciudades antiguas, hay que descartar de plano que sea el destinatario a quien Sánchez con tanta perentoriedad quiere comunicar sus abatimientos. Esta gente ya ni cuenta ni existe.

Todo este dilema “Sancheano” se dispara por las pretensiones de un grupo (calificado por Sánchez de “ultraderecha”) que se hace llamar “Manos limpias” al solicitar una investigación a la esposa del presidente del gobierno español, por “supuestos delitos de tráfico de influencias” y de “corrupción en los negocios”.

Sánchez, quien se considera víctima de estos ataques destemplados, insiste en que los denunciantes son de “marcada orientación derechista y ultraderechista”, por lo que, según desprende la misiva, tal condición denota un sesgo que los descalifica.

Sánchez va más allá: Dice que les ha hecho frente a todos estos insidiosos ataques, que en esencia lo que buscan es torcer la voluntad popular, o lo que él llama “el veredicto de las urnas”.

Toda su angustia y explicaciones sufren en este punto un conflicto enigmático. Al ser aplicada esta lógica en su comportamiento público, se revela una contradicción evidente: este Sánchez es el mismo que, aún sin el favor de la mayoría en votos, logra gobierno gracias a insólitas negociaciones con grupos desfavorables al concepto de una España democrática y moderna, que ruborizarían e incomodarían al “hombre bueno” que alude el Diccionario al referirse a la expresión “Ciudadano”.

La voluntaria (y temporal) ausencia de Sánchez del escrutinio público no son una buena señal para él, que se dice agotado del servicio público.  No luce lógico que un hombre que pacta con los sectores que buscan desmembrar a la España moderna quiera mostrar que siente desprendimiento del poder, que no es lo suyo y que sólo hace un sacrificio al permanecer en el poder.  

domingo, noviembre 12, 2023

Contacto (Robert Zemeckis -1997)

Una verdad incuestionable, incluso para el más obtuso terraplanista o fanático religioso, es que el espacio, el Universo es extremadamente vasto. La Luna, que es el cuerpo celeste más cercano está a tres días de distancia con la tecnología actual, y Marte, planeta con el que la humanidad ha fantaseado por las posibilidades de vida, o la posibilidad de enviar emisarios allá y “terra-transformarlo”, está, si se hacen los cálculos correctos, e insisto, con la tecnología actual, a unos seis meses de distancia. Y son seis meses de incertidumbre, porque como lo ha demostrado la experiencia con algunas naves que se han enviado allí, puede salir mal.



Y estamos hablando de los vecinos más cercanos, de apenas rasguñar la superficie del espacio. Cualquiera de los objetos que vemos en una noche despejada están, con la tecnología actual, fuera del alcance humano. Einstein ya ha explicado que la velocidad máxima es la de la luz en el vacio, y que su corta, pero hermosa ecuación E=MC2 plantea más problemas que soluciones a los viajes interestelares.

Partiendo de esa realidad del tamaño del Universo, surge una pregunta, que, de encontrar respuesta, cambiaría todos los paradigmas filosóficos, científicos y religiosos que han condicionado nuestro pensamiento como especie: ¿Hay vida más allá de las fronteras de nuestro “punto azul pálido”? y una pregunta con más serias implicaciones ¿Hay vida inteligente allá afuera?

En 1997, el director Zemeckis dirige la película “Contact”, basada en una novela escrita por el afamado científico, Carl Sagan, presentador y escritor de una de las series para la televisión que, al menos es mi caso, tuvo un impacto muy importante, y que contribuyó de manera significativa a la difusión del pensamiento científico: Cosmos. 

La Doctora Eleanor "Ellie" Arroway (interpretada de manera espléndida por Judie Foster), crece huérfana de madre con su padre (David Morse), quien siempre le incentivó el pensamiento científico. Probablemente no era una persona con formación académica, pero si alguien con curiosidad por la ciencia y quien sabiamente supo dirigirla en ese camino del pensamiento. Sin embargo, la muerte prematura de su padre significó una conmoción en sus creencias y a la vez una reafirmación en las convicciones que venía desarrollando.

Ellie se gradua con honores. Pudiendo dedicarse a áreas de conocimiento que pudieran brindarle mayor prestigio, se dedica a la búsqueda científica de vida extraterrestre inteligente. Esta es una búsqueda que requiere una gran cantidad de tiempo con muy pocas probabilidades de éxito. Que haya una alineación perfecta entre nuestros instrumentos y una señal que venga de esos seres con la tecnología para comunicarse con alguien en la inmensidad del universo, parece casi un acto suicida para la promisoria carrera de Ellie.

Ella trabaja en el programa SETI en el observatorio de Arencibo en Puerto Rico (hoy en día fuera de operación), cuyos fondos son despojados por instancia de David Drumlin (Asesor presidencial en materia científica e interpretado de manera muy solvente por Tom Skerritt). Drumlin además de ser el artífice de vedar los recursos a este proyecto, le reclama a la Doctora Arroway que pierde su tiempo y talento en una actividad estéril.

Pero una mano salvadora le permite al proyecto sobrevivir: Un oscuro y excéntrico multimillonario (S.R. Hadden, interpretado por John Hurt), quien tras bastidores ha seguido la carrera de la Doctora Arroway financia el proyecto de su propio. ¿Hay intereses del multimillonario en este proyecto en apariencia descabellado? Probablemente sí, pero queda a cada uno especular sobre sus motivaciones.

Pero lo improbable ocurre: el “Contacto” con una civilización que parece haber escapado lo que la Doctora Arroway llama la “adolescencia tecnológica” (es decir, civilizaciones que aprenden a aprovechar la tecnología en lugar de usarla para su propia destrucción) que nos dirige un mensaje incuestionable: Quieren comunicarse con nosotros.

Como era de esperarse, una noticia de tal envergadura estremece a la sociedad americana y al mundo. Por un lado, el poder político quiere tomar control sobre el asunto. Y el sector religioso también. Cada uno sabe que este canal de comunicación con seres inteligente muy probablemente cuestione todos los principios, valores y creencias de la especie humana. Pero acá vemos que algo de la naturaleza humana que le es inherente: el escéptico David Drumlin de la nada se convierte en el “líder” del proyecto de búsqueda de vida extraterrestre, y convirtiendo de hecho a Ellie en su subordinada.

El mensaje del espacio exterior llega de manera críptica, oculto en una de las primeras señales que los seres humanos enviamos al espacio: en el discurso de Adolf Hitler en la Olimpiadas de Verano de 1936. Qué ironía que Hitler sea nuestro primer embajador para alertar sobre nuestra existencia.

Ese mensaje es en principio complejo para nuestras limitadas mentes. Pero la Doctora Arroway con una pequeña ayuda externa logra descifrar el enigma: Primero, que esa civilización foránea usa el lenguaje de la matemática y la ciencia para comunicarse con nosotros. Lo que tiene su cuota de lógica: Hay principios universales en estas disciplinas que pueden ser alcanzados y entendidos por seres inteligentes. Lo segundo era que el documento extraterrestre estaba siendo mal interpretado y por eso no se lograba descifrar. El aporte de Ellie fue significativo para descifrar el mensaje. Y como era de esperarse, Drumlin nuevamente aprovecha la oportunidad para robarse el protagonismo del momento. Un completo “Free-Rider”.

El mensaje enviado son los planos para construir una máquina que permitiría contactar a esa civilización. Una vez fabricada, viene la pregunta ¿Quién será ese primer pasajero? La búsqueda se torna en un debate político manejado por el congreso de los Estados Unidos. Una candidata lógica es que sea la Doctora Arroway. Pero como era de esperarse, Drumlin es quien quiere ese honor. Todo iba a favor de la Doctora Arroway, cuando un antiguo amante suyo, Palmer Joss (interpretado por Matthew McConaughey) le pregunta por sus creencias religiosas, más concretamente si cree que exista Dios. Ellie, que sabe que la pregunta es delicada y que al revelar su auténtica creencia, arriesgaba su posibilidades. Pero prefiere decir la verdad ante una audiencia que le teme más a un inofensivo escéptico que a un fanático religioso: Cree en la ciencia y en la evidencia empírica. Drumlin, en cambio, dice lo que el público quiere oír. 

Pero antes de que Drumlin tuviera oportunidad de hacer el viaje, un terrorista religioso comete un acto que acaba con la máquina y con la vida de Drumlin… Sin embargo, secretamente, una máquina similar había sido construida. Y esta vez, bajo la influencia de S.R. Hadden es la Doctora Arroway quien será la pasajera.

En la máquina Ellie tiene la oportunidad de cruzar el espacio tiempo y tener el ansiado “Contacto” ¿O todo es producto de su imaginación? Es difícil saberlo porque desafortunadamente no tiene una prueba fehaciente de que el encuentro tuvo lugar y Ellie solo puede dar su testimonio como la única demostración de lo que vivió. Acá Ellie se encuentra con la contradicción de que ella dice la verdad (pero no tiene pruebas) y su mente científica que sabe que sin una evidencia creíble, lo que ella experimentó solo tiene valor anecdótico que solo puede ser aceptado mediante un acto de fe.

La película tiene el mérito de entretenernos, pero al mismo tiempo sembrarnos algunas de las grandes preguntas que las grandes mentes de la humanidad se han hecho y que aun aguardan respuesta.

Jesus Lopez Cegarra

domingo, octubre 01, 2023

Jurassic Park (1993). Director: Steven Spielberg

Cuando era niño, uno de mis juguetes preferidos vino como obsequio con una pasta dentífrica: Era un “triceratop” de plástico. No había para mí nada más fascinante que ese animal con tres cuernos. Ahí comenzó mi fascinación con los dinosaurios. Trataba de imaginar su tamaño, su fuerza, su imponencia. Comencé mi investigación sobre estos extintos seres y me topaba con distintas teorías, que si por el peso, la mayoría pasaba con el cuerpo bajo el agua, que si tenían el cerebro muy pequeño y no podían ser criaturas muy inteligentes, etc.

Pero igual, la posibilidad que existiera un animal tan masivo, que hiciera que un ser humano se viera como un pequeño roedor insignificante, ya era fascinante.

La representación que a veces se veía en el cine de los dinosaurios era pobre y poco convincente, hasta que Steven Spielberg llegó con su “Parque Jurásico”.

La película se exhibió en 1993 y logró que el público general se interesara por unos seres de los que solo tenemos prueba de existencia por restos fosilizados, pero que ahora con la magia del cine y las computadoras, tienen presencia ante nuestros sentidos: como lucían, como se comportaban, los sonidos que emitían.

Ese logro de traer los dinosaurios al presente forma parte de la satisfacción de una faceta del ser humano: la necesidad de entretenimiento. Y la ciencia puesta la orden de ese fin hedonista.

Como ocurre con cualquier aventura humana, por más que pensemos que podemos controlar todas las variables, siempre surge algún inesperado evento, bien sea por caprichos de la naturaleza o por las propias limitaciones de las capacidades humanas. 

Y sobre esto se abre el debate entre los intereses meramente crematísticos y la razón. Los científicos, Dres. Alan Grant (Sam Neil), Ellie Sattler (Laura Dern) e Ian Malcolm (Jeff Goldblum) lejos de sentirse estupefactos por el avance de la ciencia, discuten los temas éticos del proyecto. Por su lado, el abogado chupasangre (Martin Ferrero), que iba a cuidar los intereses de los inversionistas, solo piensa en el dinero que se hará cobrando miles de dólares por entrada.

Lo que parecía ser una simple vuelta al parque como demostración de sus bondades con fines de entretenimiento, se transforma en el caos que anticipan los científicos. Pero es en este punto que los personajes comienzan a cambiar y evolucionar para hacer que la historia narrada tenga más trascendencia y no sea un simple producto comercial para las masas.

Obviamente “Parque Jurásico” es una película de entretenimiento, que busca a un espectador que la vea completa y la recomiende. Pero no por eso está hecha solo para un público frívolo que solo busca circo.

Por un lado, vemos a un venal y acomplejado Dennis Nedry (Wayne Knight), quien tiene un delicado puesto en la ciberseguridad del parque. Se siente menospreciado y subpagado, y solo ambiciona dinero, pero para conseguirlo es capaz de una felonía peligrosa, sin importar que ello cueste la vida de inocentes.

La cabeza de este proyecto es el Dr. John Hammond (Richard Attenborough), quien resulta un personaje contradictorio: por un lado, es un gran filántropo, dona dinero a proyectos como los de los Dres. Grant and Sattler, es un dulce abuelo que ama a sus nietos (aunque los expone a un peligro innecesario en esa primera vuelta al parque), pero es también un megalómano que quiere el más inverosímil parque en la historia, pero  no ve las consecuencias de todo su proyecto, ni tampoco en las implicaciones  de tener a Dennis Nedry, alguien tan importante para el Parque, manejando una parte neurálgica de todo el sistema: nada menos que la barrera de protección entre los futuros espectadores y algunos de los más peligrosos dinosaurios.

Pero también, los científicos, ante los peligros que se desatan en esa primera vuelta que termina mal, se transforman en inesperados héroes, especialmente la Dra. Sattler, quien le corresponde jugarse la vida ante los implacables velociraptores.  

Parque Jurásico es una gran película porque desde el principio sabemos cómo terminará. Las fallas humanas que acompañarán al proyecto de Hammond son reveladas de inmediato. La maestría está en contarnos la historia desde ahí, engancharnos desde ese primer momento, porque ya sabemos que no nos mostrarán un parque de entretenimiento plagado de felicidad estilo Disney, sino que el caos y la catástrofe se terminarán imponiendo. Otro elemento que nos va enganchando es ir posponiendo el encuentro con las criaturas del pasado. Si bien el primer la escena con los braquiosaurios ya no se ve tan imponente en la pantalla, las siguientes con el T-Rex y con los velociraptors aun mantienen vigencia y atractivo. Y para mi gusto, la escena cuando el T-Rex se convierte en otro insospechado héroe es tal vez la cúspide de la aventura. 


Jesus López Cegarra

domingo, agosto 20, 2023

La sociedad de los poetas muertos

Para mi amiga Kiki

Revisaba el catálogo de películas de un canal de streaming que las ofrece “gratuitamente” (la publicidad es el castigo a la gratuidad) y encontré “La sociedad de los poetas muertos”. 

La protagoniza Robin Williams, un comediante que probablemente buscaba ser tomado en serio como actor, como también más adelante lo intentaría Jim Carrey. 

Williams fue un comediante exitoso (aunque su estilo nunca fue de mi agrado), y lo fue después de lograr los roles serios, y demostró ser buen actor, consistente y creíble, tanto el “La sociedad…” como en “Good Will Hunting” y en “Insomnia”. “Good morning, Vietnam”, aunque en cierta manera es un papel serio, el personaje le sentaba bien, porque se trataba de una comedia ambientada en la guerra. Williams también participó en una buena cantidad de películas, muchas de baja calidad y completamente prescindibles. 

Creo que “La Sociedad…” tuvo en su momento una gran recepción en los jóvenes, porque combinaba elementos que pueden impactar positivamente en la mente de estudiantes que ven el sistema educativo gris y carente de imaginación, y un profesor (Williams) llega para enseñarle a sus alumnos que la poesía en más que un tema de métrica o un producto que puede ser representado en una fría gráfica, es algo vivo, es el pensamiento y la vida transformados en algo hermoso, en una obra de arte, y que interiorizada y asumida, puede tener la fuerza sonora de una sinfonía de Beethoven.

Cuando vi por primera vez, me llegó, entendí su mensaje, entendí la pasión por la vida que John Keating (el profesor interpretado por Williams) quería transmitir a sus estudiantes. La vida es solo un instante y debemos aprovechar y apreciar cada momento que se presenta, y que el arte, como expresión de la belleza humana, sea una guía conductora en ese tránsito terrenal.

Han pasado muchos años desde que esa primera aproximación a "La Sociedad...". He contemplado la oportunidad de volver a ella, pero por alguna razón abandono el proyecto: ya su propuesta no tiene el mismo impacto, y las inquietudes juveniles de esos estudiantes ya no son para mí una preocupación. Las dificultades y dudas existenciales de un adolescente ya parecen casi infantiles con el paso del tiempo. Así que una vez más, decidí no ver la película y más bien atesorar los sentimientos que las imágenes y diálogos me inspiraron alguna vez.

Curiosamente, el director de la película es Peter Weir, quien más tarde dirigió una gran obra: “The Truman Show” (un contubernio entre 1984 y el show business hollywoodense), y sería protagonizada por Jim Carrey.


Jesus Lopez Cegarra

sábado, julio 15, 2023

El misterio del puñetazo

 Cuando por comienzos de los años 80, leía frenéticamente las novelas y cuentos de escritores latinoamericanos, especialmente aquellos que integraban el famoso “Boom” (Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes, Donoso, Cortázar), fue mi padre quien por primera vez me comentó aquel incidente, más digno de los “culebrones” de la televisión de nuestros países:

- Vargas Llosa le dio una trompada a García Márquez en un cine en México.

La historia me parecía más ficción que las invenciones literarias de cualquiera de las novelas de estos escritores: ¿Por qué dos intelectuales de renombre internacional usarían la fuerza para dirimir diferencias? ¿Qué última razón podía justificar que los dos más grandes representantes del “Boom” no tuvieran más remedio que acudir a los golpes en lugar de un debate de ideas?

Mi padre al ver mi duda me afirmó que la historia era cierta. Y yo le creía, mi padre leía mucho, pero sobre todo leía la prensa seria y estaba siempre muy enterado de acontecimientos nacionales e internacionales. Ante mi mirada de asombro, me dijo con un gesto de incredulidad: “Lo que se comenta es que fue por razones políticas”. Y claro, ni mi padre ni yo podíamos dar crédito a esa justificación tan simplona. Que dos politicastros se den sus guantazos en acaloradas discusiones en una Asamblea es una cosa… Pero dos futuros Nobel de Literatura los hicieran para defender posiciones políticas, parecía desquiciado.

Mucho se especulaba sobre lo que pudo haber ocurrido. Por supuesto, la conjetura que tenía más lógica era que solo una mujer podía desatar un demonio tan primitivo. Y hasta en su momento se hablaba de que había pasado algo con “Patricia”, la esposa de Vargas Llosa. Desde mi perspectiva, eso también carecía de sentido: Si Vargas Llosa la da una trompada a su colega, para saldar una afrenta que García Márquez infligió a Patricia… ¿No es en cierta manera una forma de humillarla, dando al público un tema para habladurías? ¿Cuán grave podía ser lo que habría hecho el escritor colombiano?, ¿Tiene sentido esa “hipótesis”?

(Recuerdo que tenía curiosidad por leer un libro de Vargas Llosa que se llamaba “García Márquez: Historia de un Deicidio”. Por mucho que lo buscaba en cuanta librería entraba, era un ejemplar desconocido. Y en algún momento alguien llegó a comentarme: “Vargas Llosa no permitió que ese libro se publicara más”. Aunque alguna vez años después y por casualidad llegué a conseguirlo en una venta de libros usados, aunque la condición física no era muy buena, lo atesoraba como una rareza, pero su lectura no era tan fluida: era a fin de cuentas una Tesis de Doctorado que presentó su autor en una universidad en España. Curiosamente, era una edición de “Monte Ávila”, cuando esta editorial tenía, a pesar de ser una camarilla, relevancia regional)

Por alguna razón tácita entre ambos escritores, la historia de esa trompada en México quedó fuera del alcance del público. Y como muchos otros temas históricos de difícil comprensión, a veces la literatura puede aportar cierta aproximación al tema. Y es lo que Jaime Bayly hizo con su novela “Los Genios”.

Es importante tener presente (y apenas se abre la novela se enfatiza en un corto “disclaimer”), que la obra de Bayly “no es un texto histórico ni una investigación periodística” y agrega: “Es una novela, una obra de ficción, que entremezcla hechos reales e históricos, con unos hechos ficticios que provienen de la inventiva del autor”. Creo que tal “Disclaimer” es superfluo: Ni Vargas Llosa ni García Márquez dijeron algo similar en “La Guerra del Fin del Mundo” o en “El General en su Laberinto”, aunque supongo que, si esa coletilla fue agregada, algún temor habría. Por supuesto hay unas cuantas "licencias" que se toma el autor, pero mucho de lo que narra se basa en documentos que se les puede hacer seguimiento.

Pero Bayly le ha tomado el pulso a ese conflicto que, en cierta manera, dividió la intelectualidad de nuestra pequeña región y que hizo tomar partido sobre un tema que en esencia parecía intrascendental: ¿A favor o en contra del (dictador) Fidel Castro? y ¿Cómo te atreves a meterte con mi mujer?

Desde casi el principio de la novela, se nota que Bayly siente más empatía y hasta admiración por García Márquez quien casi con estoicismo se resiste a traicionar a un amigo, y a su mujer, y cuya única debilidad es sentir un fuerte apego por el Dictador Castro, frente a un Vargas Llosa ególatra, vanidoso, egoísta y braguetero. Y nos los advierte en uno de los epígrafes al comienzo de la novela, cuando cita al autor colombiano: “He escrito cinco libros tratando de descifrar cómo soy yo, quién soy. Y todavía no lo tengo claro. Pero hay algo que sí sé: soy el mejor amigo de sus amigos, y ese primer puesto no me lo dejo quitar de nadie.” (Énfasis mío)



La novela comienza con el puñetazo que Vargas Llosa le propina a García Márquez y nos va llevando por el nacimiento de la amistad entre los genios, que empezó de manera epistolar, siguió con un encuentro en Caracas y se cimentó cuando eran vecinos en Barcelona. Reconstruyendo sus vidas y de los personajes que casi todos eran también artistas geniales (Neruda, Picasso entre otros), pero sobre todo uno que sin ser genial y sin ser un artista, fue quien más marcó la vida de Don Mario: su padre. Un hombre por quien Mario siente un enorme y justificado odio, que ya lo había descrito con bastante detalle en su novela “La Tía Julia y el Escribidor”; un tipo sádico, que abusaba físicamente del hijo y de su madre con palizas desmedidas, y quien obligó a su hijo a estudiar en la academia militar: un castigo que yo tampoco perdonaría. 

Y la razón de la pelea: Obviamente una mujer. La misma que Don Mario ha abandonado no una sino varias veces (la última para unirse con la mujer que representa todo lo que critica en su ensayo “La civilización del Espectáculo”). Una pelea que no tiene nada de civilizada, sino que es simplemente la reivindicación misma del machismo: Mi mujer es mía.

Es un libro de chismes y de intrigas. Eso sí, bien narradas.

Jesus Lopez Cegarra

domingo, abril 30, 2023

Tres momentos de Charles Lindbergh (1902-1974)

De una conversación casual hace unos pocos días, llegamos al tema de Charles Lindbergh. Excepto por el hecho que aun se recuerda, su hazaña de haber cruzado el atlántico sin escala desde Nueva York a París, era poco lo que sabía. Vino también a la memoria la primera vez que oí la expresión “Más perdido que el hijo de Lindbergh” que se usa (o usaba) en Venezuela (y creo que en otras partes de Latinoamérica) para dar a entender que alguien no tiene idea sobre algo, o que alguien ha estado ausente por un período largo. 

Cuando oí esa frase hace tantos años no la entendí. Posiblemente entonces sabía quién era Lindbergh, pero desconocía por completo qué había pasado con su hijo. Tal vez era piloto también, tuvo un accidente  y su avión no fue encontrado o algo por ese estilo. Sin embargo, alguien me facilitó un libro (del que no recuerdo más detalles que era de tapa dura) que hacía cuenta de varios juicios famosos. Uno de ellos el del secuestro del hijo de Lindbergh.

En el relato, se detallaban los hechos alrededor del secuestro. Se trataba de un pequeño niño. El hecho ocurrió en la mitad de la noche mientras todos estaban en casa. Mediante una escalera alcanzaron el segundo piso donde dormía. La niñera se da cuenta de la ausencia del niño, y Lindbergh llama a la policía. Con el tiempo llega la nota de rescate, y luego otras, pero los raptores siempre tenían una excusa para no hacer el intercambio del dinero por el secuestrado. Luego, los restos de la víctima aparecieron. La conclusión policial fue que el mismo día del secuestro, el niño cayó y murió. Después de muchas pesquisas, la policía dio con el principal sospechoso. Por lo que se explicaba en el texto, el debate judicial fue muy intenso, pues el abogado defensor trataba de sembrar dudas sobre la autoría del hecho con bastante éxito. Sin embargo, el jurado finalmente falló en contra del acusado.

La habilidad del autor estaba en analizar cada argumento de los acusadores y desvirtuar o sembrar dudas sobre la veracidad, a tal punto que, como lector, queda sembrada esa “duda razonable” que se menciona tanto en películas y series de televisión sobre juicios penales. Pero hasta la conversación que mencionaba anteriormente, no había más que supiera sobre el tema. Pero una segunda lectura, esta vez de una “biografía” más informada sobre Charles Lindbergh me hizo ver más detalles de su vida y su obra. 

Se trata de “The Rise and Fall of Charles Lindbergh”, de Candance Fleming. Aunque su lectura está orientada a una audiencia joven, el libro está bien documentado y nos va llevando por los episodios más relevantes de su vida, pero el grueso de su libro está enfocado en tres episodios que marcaron su vida.

El primero fue todo el proceso que lo llevó a ese vuelo que marcó un antes y un después en la industria de la aviación. Lindbergh desde muy pequeño fue un solitario, no era un estudiante destacado y no tenía un asentamiento donde pudiera socializar. La vida política de su padre (elegida más por estar lejos de su esposa que por vocación) hizo que viviera en distintos lugares: Minnesota, Detroit y Washington DC. Pero cuando tenía 10 años, su madre lo llevó a una demostración de aviones militares, lo que lo marcó definitivamente. Hay que tener presente que, en ese momento, la aviación apenas deba sus primeros pasos.

Lindbergh comenzó a trabajar como piloto en el servicio postal. Los viajes comerciales con pasajeros aun no estaban disponibles. No obstante, la oportunidad de la fama y gloria llegarían mediante un premio que ofreció Raymond Ortieg ($ 25.000 de la época) a quien hiciera la travesía sin escala New York – Paris. Lindbergh no fue el único contrincante. Varios pilotos, incluso con más credenciales que Lindbergh también aceptaron el reto. Lindbergh no solo debió buscar quien le vendiera el avión (que no fue fácil) sino acondicionarlo para el viaje. Su idea de aligerar el vehículo lo más posible y agregar más espacio para combustible dio resultados. Apenas llegó a Paris, se convirtió en una celebridad mundial.

Aunque la fama le abrió las puertas para la fortuna, también le arrebató su vida privada y muy probablemente a su hijo.

Sobre el delito cometido contra el pequeño, la autora nos explica que el secuestrador y asesino fue Bruno Hauptmann. Como era de esperarse, el juicio se convirtió en un circo mediático que obligó a los Lindbergh vivir toda la tragedia nuevamente. Y para desmentir la lectura que por mucho tiempo era mi marco de referencia sobre este hecho, Fleming aclara que el abogado del acusado, Edward J. Reilly era un alcohólico en busca de fama, que llevó al juicio a testigos poco preparados venidos del bajo mundo, que hicieron más daño que beneficio al reo.

Luego de la tragedia y la molesta intromisión de extraños en sus vidas, los Lindbergh se mudan a Bretaña. Allá se sintieron con mayor paz y tranquilidad, pero ya la guerra mundial se asomaba. Lindbergh es abordado por un militar de su país para que participe en una misión: conocer de primera mano la verdadera fortaleza de la fuerza aérea de la Alemania Nazi. Lindbergh acepta. Pero en lo sucesivo, quedará atraído (igual que su esposa, Anne Morrow) sin reservas a Hitler y a su régimen. Lindbergh contrastará el orden y progreso alemán contra lo que consideraba la decadencia de su país y de Occidente. A tal punto que regresa a su país para hacer una ardorosa defensa de la Alemania Nazi y participa en movimientos “pacifistas” y aislacionistas para impedir que Estados Unidos entrara en la guerra contra Alemania y sus aliados. En sus discursos y alocuciones públicas no solo defendía a los Nazi, sino que mostraba igualmente un furioso antisemitismo.

El bombardeo a Pearl Harbor cambió la posición de Estados Unidos sobre la guerra. Lindbergh, aunque ayudó con su experiencia a mejorar los vuelos militares en el pacífico, siguió guardando simpatías y hasta justificaciones al régimen Nazi. Sus visiones de Nacionalismo Blanco nunca le abandonaron. Desde joven fue creyente de la “eugenesia” y durante toda su vida fue miembro activo de la “Sociedad Americana de Eugenesia”.

El libro de Fleming tiene la virtud de llevarnos por la vida de Lindbergh desde su niñez y formación, sus logros y contribuciones, pero también dar detalles de ese lado oscuro del personaje y permitirnos extraer nuestras propias conclusiones de su vida y legado.

Jesus Lopez Cegarra

Fleming, Candance. The Rise and Fall of Charles Lindbergh. Schwartz & Wade, New York, 2020. 

Una lectura seria Parte III

En las distintas aventuras y casos de Sherlock Holmes, vamos apreciando un hombre lleno de contradicciones. Sus mayores virtudes son su agud...