De la ingente obra del filósofo español José Ortega y Gasset, quizás sea “La rebelión de las masas” la que sea más recordada y siga teniendo resonancia en el presente, a pesar de los casi cien años desde su primera publicación. Su lectura no deja indiferente a quienes se aproximan a esta obra, primero porque su prosa (en esta o en cualquiera de sus escritos) es estéticamente agradable, pero también porque muchas de sus ideas han superado la barrera del tiempo y siguen teniendo vigencia y nuevas interpretaciones.
Aunque el título del libro pudiera dar la idea profética de advertencia sobre lo que pudiera suceder, Ortega explica que el advenimiento de las masas al pleno poder social es un hecho de “la hora presente”, por tanto, ya existe y está entre nosotros; no es una premonición. Ortega quiere explicar las bases de su aparición, entenderla y qué pudiera estar de parte nuestra para revertir lo que luce como la decadencia de la civilización moderna.
Ortega
contrapone dos conceptos: “Aristocracia” y “Hombre-Masa”, pero en el contexto
de su libro, “Hombre-Masa” o Masa es un ser genérico que no se diferencia de
otros, que carece de alguna cualidad que lo eleve. Por el contrario, existe
otro sector, minoritario de aquellos que se exigen más. Ortega aclara que ese “hombre selecto” no es el petulante que
se cree superior a los demás. No se trata de una división de clases sociales
que de personas que cuentan o carecen de determinadas cualidades.
Las Masas han
pasado a sustituir el concepto de “Sociedad” y actividades que parecían
reservadas a una minoría, pueden acceder sin estar mejor preparadas, sin
sentido histórico ni crecimiento espiritual, y en palabras del filósofo “(…) actúa directamente sin ley, por medio de
materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos”. (P.44)
Advierte Ortega
de una situación que nos es más cercana en el presente cuando nos explica: “Hoy,
en cambio, el hombre medio tiene las «ideas» más taxativas sobre cuanto
acontece y debe acontecer en el universo. Por eso ha perdido el uso de la
audición. ¿Para qué oír, si ya tiene dentro cuanto hace falta? Ya no es sazón
de escuchar, sino, al contrario, de juzgar, de sentenciar, de decidir. No hay
cuestión de vida pública donde no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo
sus «opiniones».”
Hoy día, con la
presencia de nuevas tecnologías y formas de comunicación como Internet y las
Redes Sociales vemos como la presencia de la “Masa” se evidencia aún más, pues
cuenta con un acceso casi ilimitado y de alcance mundial para difundir sus
opiniones desinformadas, sus prejuicios y distorsiones, pero lo que es más
peligroso aun, a conectarse con otros que comparten sus mismas obsesiones y
manías, siendo la masa el blanco fácil de quienes inescrupulosamente buscan
sembrar determinadas ideas para buscar algún beneficio político o social,
generalmente en detrimento de erosionar las libertades individuales y
políticas.
Cuando las redes
sociales emergieron hace más de una década, se pensaba que al tener la sociedad
más plataformas para expresarse, estaríamos más cerca de una sociedad más
justa, más equilibrada, mejor informada y más temida por quienes detentaran el
poder. La realidad está muy lejana a ese mundo ideal. Ya también Ortega nos
orientaba en este sentido: “Pero ¿no es esto una ventaja? ¿No representa un
progreso norme que las masas tengan «ideas», es decir, que sean cultas? En
manera alguna. Las «ideas» de este hombre medio no son auténticamente ideas, ni
su posesión es cultura. La idea es un jaque a la verdad. Quien quiera tener
ideas necesita antes disponerse a querer la verdad y aceptar las reglas de
juego que ella imponga. No vale hablar de ideas u opiniones donde no se admite
una instancia que as regula, una serie de normas a que en la discusión cabe
apelar. Estas normas son los principios de la cultura. No me importa cuáles Lo
que digo es que no hay cultura donde no hay normas a que nuestros prójimos
puedan recurrir. No hay cultura donde no hay principios de legalidad civil a
que apelar.” (P.84)
El conocimiento y
la verdad han sido suplantados por cortos videos en redes sociales, por
noticias falsas con apariencia verosímil (o Fake
News) para gente (masa) enviciada con el “Doomscrolling” o teniendo como
referencia y modelo a lo que hoy se conoce como “Influencers”, quienes
generalmente andan tras la caza de “seguidores” y “me gustas”, ejecutando todo
tipo de maniobras cuestionables.
Estas nuevas
tendencias no hacen sino acentuar los conflictos que la masa representa para el
mundo y que las soluciones hoy deben buscarse requieren un alcance mayor, pues
ahora con la presencia de internet y las Redes Sociales, ciertas fronteras o
problemas que podían considerarse domésticos han alcanzado al mundo civilizado.
Las masas cuentan ahora con un elemento que hace más inmediata lo que Ortega
denomina la “acción directa”. Explica Ortega: “La civilización no es otra
cosa que el ensayo de reducir a fuerza a última ratio. Ahora empezamos a ver
esto con sobrada claridad, porque la «acción directa» consiste en invertir el
orden y proclamar la violencia como prima ratio; en rigor, como única razón. Es
ella la norma que propone la anulación de toda norma, que prime todo intermedio
entre nuestro propósito y su imposición es la Charta Magna de la barbarie.”
(p.87)
La Rebelión de
las masas nos advierte sobre los peligros que se ciernen sobre los sistemas de
libertades y la democracia cuando son dominadas por estas masas que no sienten
ningún tipo de responsabilidad en la vida pública. La libertad, como lo plantea
Ortega, significa convivir con el enemigo, gobernar con la oposición, un estado
paradójico y antinatural. Pero incompatible con la masa, pues sentencia el
filósofo: “La masas (…) no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a
muerte lo que no es ella.” (p.88)
Ortega nos enseña que las libertades no son beneficios que se deben tomar como derechos naturales: Su conquista ha sido una lucha, pero sobre todo, es un artificio que el mismo hombre ha durante años y creado para sumar felicidad para todos. Es responsabilidad de cada quien saber que son preciados y su permanencia es responsabilidad de cada uno de nosotros.