domingo, octubre 19, 2025

Una lectura seria Parte III

En las distintas aventuras y casos de Sherlock Holmes, vamos apreciando un hombre lleno de contradicciones. Sus mayores virtudes son su aguda capacidad de observación unida a una memoria usada casi en exclusividad para guardar conocimientos solo aplicables (y que de hecho aplica) a los casos que resuelve o busca resolver. Sin embargo, cualquier otro conocimiento que no presente esa ventaja práctica, le rehúye. No quiere que ese material ocupe en su cabeza espacio o desplace aquello que pueda aplicar.

Así entonces es capaz (hasta extremos que rayan en lo absurdo) de determinar con precisión exacta, las vivencias y andanzas de cualquiera que entre en contacto con él. Por ejemplo, en “Escándalo en Bohemia”, el Dr. Watson decide después de un largo de tiempo de no ver a Holmes, visitarle. Holmes, a los pocos minutos del encuentro , y con solo algunos detalles, invisibles para el ojo no entrenado, determina el estado emocional, andanzas y actividad profesional de su viejo compañero y cronista:

“- Le sienta bien el matrimonio —observó—. Me parece, Watson, que ha engordado siete libras y media desde la última vez que le vi.

- ¡Siete! —respondí.

- Vaya, yo habría dicho que un poco más. Solo un poquito más, Watson. Y observo que ejerce de nuevo. No me dijo que tenía intenciones de volver a su trabajo.”

Y luego le expone sus deducciones:

“—Es lo más sencillo del mundo —dijo—. Mis ojos me indican que en la parte interior de su zapato izquierdo, justo donde da la luz del fuego de la chimenea, el cuero está marcado con seis rayas casi paralelas. Es obvio que las hizo alguien que rascó con muy poco cuidado el borde de la suela para desprender el barro incrustado. De ahí mi doble deducción de que ha estado a la intemperie con mal tiempo y de que tiene un espécimen particularmente maligno de rajabotas como criada londinense. En cuanto a su actividad profesional, si un caballero entra en mis aposentos oliendo a yodoformo, con una negra mancha de nitrato de plata en el dedo índice de la mano derecha y un bulto en el lado del sombrero de copa donde esconde el estetoscopio, debería ser realmente lerdo para no identificarlo como un miembro activo de la profesión.”

Watson queda sorprendido por las conclusiones acertadas de Holmes. Sin embargo, para cuando tienen lugar los acontecimientos de “Escándalo en Bohemia”, ya han sido muchos los casos en los que ambos han estado envueltos, y parece casi increíble que aún se sienta maravillado por sus deducciones y sobre todo por el proceso mental de Holmes para llegar a ellas. Se lo ha demostrado desde su primera aventura, “Estudio en Escarlata” que es cuando por primera vez se conocen, obra a la que volveremos más adelante.

Holmes además es capaz de sacrificios físicos muy exigentes con el fin de resolver un caso o proteger a su cliente, aun a riesgo de su integridad física. Muchos son los ejemplos que un curioso lector puede encontrar a lo largo de la obra con Holmes, pero por citar alguno, el relato “Escándalo en Bohemia” da una idea de lo que era capaz de hacer.

Porque cada caso, cada aventura de Holmes es un desafío profesional, intelectual y de satisfacción a su propio ego. En ellos aplica sus “métodos” y herramientas, que, analizando en un sentido crítico, se tratan de usar la observación para y recabar detalles casi insignificantes para extraer conclusiones que, en condiciones normales, serían inaceptables en una corte, por carecer de suficiente rigurosidad científica o forense, pues a lo sumo se tratan de indicios que eventualmente pudieran conducir a pruebas concluyentes sobre la culpabilidad.

Al igual que otros detectives notorios de la literatura, de distintos tiempos y generaciones, Holmes tiene el cumplimiento de la Ley como un norte en su conducta profesional, pero no el único. Un sentido personal de la justicia puede prevalecer y darles una nueva oportunidad a personas que, aun infringiendo normas formales, pueden aprender de sus errores para regenerarse y llevar en lo sucesivo, una vida ajustada a una moral elevada.   

En “La aventura del Carbunclo azul”, Holmes justifica su elección de no denunciar a un sujeto que fingió una falsa identidad así:



"(..) la policías no me paga para que cubra sus deficiencias. Si Horner corriera peligro sería otro cantar, pero este tipo no comparecerá para declarar contra él y el proceso no seguirá adelante. Seguro que estoy que indultando a un delincuente, pero es posible que esté salvando un alma."

Jesus Lopez Cegarra

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