Cuando era adolescente, vi la película “2010: El año que hicimos contacto” y algo en mí no volvió a ser igual. De repente tenía ante mí miles de preguntas sobre el origen de la vida, del universo, sobre la posibilidad de vidas en otros mundos; preguntas que aún no me abandonan. Sin embargo, para aproximarme a sus respuestas prefería (y prefiero) hacerlo desde una perspectiva científica, que aunque más lenta para llegar a conclusiones (siempre se requiere metodología precisa para avalar la información), nos da una mejor certeza que las especulaciones sobre avistamientos y contactos con seres extraterrestres que en ocasiones tienen más resonancia, a pesar de que no se tenga una evidencia cierta.
Hoy en día, es mucho más fácil
encontrar información de ambos tipos (una simple mirada al internet ya
proporciona bastante), pero para un adolescente en los años 80 del siglo
pasado, la búsqueda de conocimiento era mucho más complicado: todo debía
buscarse en libros impresos, y la regla era la dificultad para el acceso. Sin
embargo, con cierta tenacidad logré encontrar primero el libro de Arthur C.
Clarke “2001: Una Odisea Espacial” y
la luego rentar la película de Stanley Kubrick basada en esa obra.
“2001:
Una Odisea Espacial” es una obra de “ciencia-ficción”. en su contenido
varias cosas que son importantes de destacar. Clarke primero recrea las
condiciones de vida de aquel ser humanoide primitivo casi desvalido, con
enemigos por doquier, cuya debilidad física se ve compensada con una mayor
capacidad de razonamiento. Poco a poco va descubriendo cómo fabricar
herramientas, que le permiten una mejor protección frente a las condiciones
hostiles externas, lo que con el transcurso del tiempo lo convierte en el ser
que somos hoy. La novela da luego un salto a los años 1999-2001 donde ya
estamos un poco más lejos en la conquista del espacio, con bases lunares y
marte, y la posibilidad de explorar, con seres humanos los “planetas jovianos”.
En este “futuro” de conquista
espacial, la humanidad sigue enfrentando sucesos que cuestionan sus conocimientos
y plantean nuevos retos que desafían lo desafían y obligan a buscar respuestas.
En este contexto la presencia
del Dr. Heywood Floyd, una autoridad científica respetada por todos, se
requiere de urgencia en la luna. La jerarquía y apremio de Floyd no pasan
desapercibido por los medios de comunicación y autoridades soviéticas (sí, en
el 2001 de Clarke aun existe la URSS). Hay especulaciones sobre una posible
epidemia… pero la realidad es que se ha descubierto evidencia cierta e
incuestionable de vida inteligente y con avanzada capacidad tecnológica
distinta a la nuestra… y esa evidencia data, según los cálculos efectuados, más
de 3 millones de años.
Se trata de un artefacto
enterrado en la luna, emitiendo un campo magnético que no podía ser pasado por
alto por nuestra civilización, que ya ha alcanzado cierta madurez tecnológica.
Pero apenas el artefacto entra en contacto con la luz solar, emite una señal al
espacio exterior. Algún tipo de alarma se había activado, informando que
alguien en el universo ya está preparado para la exploración espacial.
Una misión espacial es enviada a
“explorar” Saturno, a bordo de la nave “Discovery”. La nave tiene varios
pasajeros a bordo, pero solo dos están conscientes: David Bowman y Frank Poole y una supercomputadora llamada
HAL.
HAL es lo que hoy día llamamos
“Inteligencia Artificial”, un mecanismo tan complejo que no solamente es capaz
de dirigir eficientemente la nave hacia el destino planeado, sino que también
interactúa con los astronautas como si fuera “uno más” y no como una simple
máquina que actúa conforme a las instrucciones que el propio ser humano le dio.
Surge un primer conflicto.
Existen dos misiones en la exploración que lleva adelante “Discovery”. HAL
conoce de ambas, pero en la tripulación algunos tienen una misión concreta (la
exploración científica de los planetas jovianos), mientras que otros tienen una
misión más concreta y que a fin de cuentas, es la que justifica la inversión
económica que se ha hecho: encontrar el “enlace” con esa inteligencia
extraterrestre que ya millones de años antes había colocado en el espacio
dispositivos para ir descubriendo el desarrollo tecnológico en el universo.
Lo que no era posible anticipar era
que HAL comenzara a tomar sus propias decisiones. Se le había programado para
ejecutar dos misiones, una con mayor jerarquía que la otra. Ante distintas
disyuntivas y posibilidad de que la misión principal no se ejecutara, buscó
alcanzar a toda costa ese objetivo. Las decisiones asumidas implicaban eliminar
cualquier obstáculo en la misión… Incluyendo seres humanos.
Un solo hombre sobrevivió a las
frías e inexorables decisiones de HAL, el astronauta David Bowman. A pesar de
las dificultades y obstáculos que imponía HAL (en control de los accesos
internos y externos), logra finalmente desactivarla.
Logrado esto Bowman se comunica
con la tierra, y es el Dr. Floyd quien le da detallada cuenta de los “por qué”.
Además se informa que su rescate era un cometido que tomaría mucho tiempo,
tomando en cuenta que los recursos con que contaba habían sido destruidos por
HAL.
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