El
señor Harvey Weinstein cayó en desgracia literalmente de la noche a la mañana.
Hasta comienzos de octubre 2017 era uno de los hombres más poderosos del “show business” pero hoy sus amigos se
alejan y se retractan hasta de haberlo defendido solo momentos antes.
Oliver
Stone llamó a la cordura y a esperar que las acusaciones se diluciden en un
tribunal. La actriz Lindsay Lohan le pidió a la esposa del productor estar con
él en esta hora difícil. La diseñadora Donna Karan insinuaba que no todo era
culpa de Weinstein, también las formas de vestir de algunas mujeres provocaban
estas reacciones. Por supuesto los arrepentimientos no se hicieron esperar.
Tengo para mí que quienes adelantaron su defensa, veían a Weinstein como un “too big to fail”, pero que ahora que
pareciera que está en grandes problemas, muestran arrepentimiento por su
ligereza.
Hasta
mi admirado Quentin Tarantino, niño mimado del caído productor, aunque lo
considera su amigo, en principio pidió unos días para evaluar cuidadosamente cuál
sería su declaración sobre el tema. Weinstein era sin duda una figura con la
que nadie se quería meter.
Weinstein
es un tipo de un talento especial: Reconocer buenas películas. O hacer buenas
relaciones para que siempre estuvieran en la mira de algún premio importante.
Bajo su desempeño tanto en Miramax como en The Weinstein Company, lograron
películas con buenos resultados económicos, otras con distintas nominaciones a
los premios Oscar y otras para el puro entretenimiento sin mayores aspiraciones
artísticas. Pero en todo caso, se trataba de un hombre exitoso.
Su
fama de acosador sexual no era nueva ni ajena al mundo de Hollywood.
Simplemente era ignorada. ¿La razón de tanto silencio? Weinstein era un hombre poderoso,
que decidía quien entraba y quien salía... y a quién se le destruía. Pero de
vez en cuando se dejaba colar algo sobre el comportamiento del productor. En
2013, por ejemplo, Seth McFarlane, en una ceremonia de los premios Oscar, se
atrevió a decir, en relación con las actrices nominadas al mejor papel
secundario: “Felicitaciones, ustedes
cinco ya no necesitan seguir fingiendo que les gusta Harvey Weinstein”.
Hubo muchas carcajadas y una sonrisa incómoda de Emma Stone, quien le
acompañaba en el escenario.
La
caída Weinstein en 2017 va acompañada de sendos artículos sobre el tema
publicados en “The New York Times” y
“The New Yorker”, este último fue
escrito por Ronan Farrow, hijo biológico de Woody Allen y Mia Farrow. Farrow, es
sabido, está alejado de su padre pues se solidarizó con su madre luego del
escándalo sexual del director y su extraña relación (por decirlo
eufemísticamente) con una hijastra. Por lo que el tema de su reportaje le era
cercano y a la vez doloroso.
Farrow
trabajó por 10 meses en el reportaje y entrevistó a varias mujeres. Sus
testimonios son impactantes y dan cuenta del poder de Weinstein, quien contaba
con un equipo legal dispuesto a todo para sacar a su cliente de cuanto agravio
cometía. En el caso de la denuncia de una modelo de apellido Gutiérrez, aun con
grabación en mano del acoso, la Fiscalía no efectuó ninguna acusación por
ciertos hechos que podían hacer ver, frente a un jurado, que la modelo era una
persona de una dudosa reputación. El caso terminó con un arreglo extrajudicial
con ella, que incluía un acuerdo de confidencialidad (non-disclosure agreement).
La pregunta que surge a frente a las denuncias
en contra de Weinstein (apartando las relacionadas con violaciones, que señalan
violencia y por tanto coacción contra la víctima y ausencia de consentimiento de
su parte) es que las mujeres en estos casos eran mayores de edad, sin
impedimento físico o mental, que frente a los avances sexuales del productor bien
podían negarse, marcharse y dejarlo envuelto en su bata de baño.
Sin
embargo, y sin intención de considerar que todos los casos fueron iguales, pues
seguramente algunos son más dramáticos que otros, hay varios factores que apuntan
concluir que se trataba de una actitud depredadora inexcusable y sin atenuantes
por Weinstein: Se trataba de un hombre con mucho poder (incluyendo el físico),
que sabía que lo tenía y buscaba aprovecharse de él para su beneficio. Las
víctimas son mujeres que están comenzando su carrera, jóvenes sin mayor
experiencia, que saben (o creen) que rechazar los avances de Weinstein tendría
consecuencias negativas para sus aspiraciones profesionales. Además, los
encuentros eran arreglados por empleados de su empresa para parecer reuniones
de trabajo, pero todos conducían a la habitación del productor. Era un
entramado montado para quebrar la voluntad de las víctimas.
Más triste aún es que su esposa Georgina Chapman,
que hoy rauda abandona a su esposo a su suerte, por años se benefició de este
acoso, pues Weinstein imponía a las actrices que usaran la ropa diseñada por la
empresa Marchesa propiedad de ella. Hay que ver si esta relación pasa
por debajo de la mesa o se convierte también en un tema de discusión es este
macabro asunto.
Lo importante de casos como el de Weinstein (y
acá se puede agregar a Bill O´Reilly, Bill Cosby y Roger Ailes) es que hay un
cambio significativo de la sociedad frente a estos casos, para apreciar que son
casos complejos, en los que más que juzgar el resultado, hay que evaluar toda
la interacción de elementos que permiten que el depredador saque provecho de un
acto sin consentimiento, y que además saliera ileso y más bien con la ventaja
de que la duda recaiga sobre la víctima.
Algunos afirman que la caída de Weinstein está
relacionada con la decadencia de su empresa y su influencia en el mundo del
espectáculo. Pareciera que esos hombres otrora poderosos son empujados al
abismo a la primera muestra de debilidad. Es seguro que este no será el último
escándalo de esta naturaleza… veremos cómo termina.
Jesus Lopez Cegarra
No hay comentarios:
Publicar un comentario