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sábado, abril 09, 2011
LA CARTA DE OSCAR
Juez : ¿Reconoce que esa carta es inmoral?
Wilde : Es peor, está mal escrita.
Oscar Wilde le escribe a su íntimo Bosie (Lord Alfred Douglas) una extensa carta en la que él le explica su visión de todo ese asunto que lleva a Wilde a un amargo presidio. Bosie quería vengarse de su padre, reprocharle el desprecio que éste sentía por un hijo invertido, delicado e inútil (sólo basta ver fotografías de Bosie: es menudo, delgado, inservible para cualquier tipo de trabajo, ocupado tan solo en su apariencia personal y en asistir a fiestas para beber champaña y comer manjares), y se vale de Oscar para llevar a cabo ese acto de perdición.
Estos dos personajes llevan ya bastante tiempo una vida dedicada al hedonismo (o al exceso) y tal vez con ello querían burlarse de una sociedad puritana que, de no ser por el genio y simpatía de Wilde, hubieran sido apartados como sabandijas. Pero la fortuna no sería por mucho tiempo, porque Wilde se empecinaba en envolver su sórdida relación con la neblina de lo sublime.
Oscar quería separarse de Bosie. Sabía que era tan solo cuestión de esperar a que algo grave pasara. La madre de Bosie lo presentía también, y se lo hacía saber en secreto a Wilde. Pero el amor hacia ese joven irresponsable era más fuerte que la sensatez.
Bastaron unas palabras y gestos impertinentes del Marqués de Queensberry (el padre de Lord Alfred), para que Bosie indignado incitara a Wilde a una demanda sin sentido contra el padre furibundo, y fuera reparado un daño moral, (pero para satisfacer intereses económicos de Bosie), sin percatarse de que estaban dentro de una sociedad extremadamente conservadora, que apenas toleraba a Wilde porque era gracioso, porque hacía reír, porque escribía bien, porque era un gran artista y un genio.
De manera repentina el escritor pasa de acusador a acusado. Se presentaban las pruebas de la indecencia de Wilde y cómo su influencia corrompió al joven Lord Alfred. La elocuencia de Wilde no fue de gran ayuda (por el contrario, sus hábiles respuestas al juez causaban más irritación y menos indulgencia).
Es en la cárcel donde Wilde comienza a escribir esa profusa carta, que conocemos como De Profundis, que narra los acontecimientos que causaron la perdición, que cuenta el egoísmo de Bosie ; nos describe el cambio que tiene lugar en el espíritu del artista en su reclusión, llegando a confesar su desprecio por la vida frívola que llevaron por tanto tiempo. Pero dentro de la amargura y la redención que hablan esas páginas, sorprende que se trate también de una carta de amor.
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