domingo, octubre 26, 2025

Una lectura seria (Parte IV)

La obra que presentó al publico a los dos héroes (John Watson y Sherlock Holmes) es la novela “Estudio en Escarlata”.  Es también acá donde ellos se conocen y establecen la relación de amistad y profesional que los unirá por muchos años, aunque interrumpida en ocasiones por el matrimonio y el ejercicio de la medicina por parte de Watson. Así lo afirma el propio Watson en el relato “Escándalo en Bohemia”:

Últimamente yo había visto poco a Holmes. Mi matrimonio nos había distanciado. Mi completa felicidad y los intereses centrados en el hogar que envuelven al hombre que se ve por primera vez dueño y señor de su propia casa, absorbían toda mi atención, mientras Holmes, cuya misantropía le alejaba de cualquier forma de sociabilidad, seguía en nuestras dependencias de Baker Street, enterrado entre sus viejos libros, y oscilando, semana tras semana, entre la cocaína y la ambición, entre la somnolencia e la droga y la fiera energía de su ardiente naturaleza. Le seguía atrayendo profundamente, como siempre, el estudio del crimen, y dedicaba sus inmensas facultades y sus extraordinarios poderes de observación a seguir unas pistas y desvelar unos misterios que la policía había abandonado como imposibles. De vez en cuando me llegaba una vaga noticia de sus actividades…

En “Estudio en Escarlata” se presentan varios elementos que definirán quienes son nuestros personajes, cómo se conocieron, a qué se dedican y cuales son sus intereses. Como en la mayoría de las novelas y relatos de Holmes, es Watson el narrador y el cronista que va registrando con detalle sus casos. Sabemos que Watson es un médico que participa como cirujano auxiliar en la “Segunda Guerra de Afganistán”, en donde sufrió heridas de importancia. En su regreso a Londres estaba en la búsqueda de un lugar donde vivir a un precio asequible preferiblemente compartido con alguien, para igualmente compartir los gastos. La solución viene a través de quien fuera su ayudante que conoce a alguien (un colega) que está en esa misma búsqueda. Y así le presenta a Holmes.

De este encuentro se derivan al menos dos aspectos que van a ser esenciales las demás aventuras de Holmes: La personalidad inquieta y enfocada de Holmes para resolver las investigaciones que enfrenta (Holmes le aclara a que su profesión es “detective consultor”), su aguda capacidad de observación y análisis, aplicando todos los conocimientos técnicos que ha aprendido en su carrera, para deducir el qué, cómo y quiénes del caso en estudio. También aprendemos de la faceta oscura de su personalidad: sus estados melancólicos (depresivos). Y también nos se presenta esa coordenada geográfica aún hoy famosa: 221 B Baker Street. 

Para demostrar sus capacidades, Holmes usa al propio Watson como objeto de su método, y deduce todo lo relacionado con su profesión, participación en la guerra de Afganistán y hasta de las heridas sufridas. Curiosamente, Watson le hace saber que todo cuanto le presenta le recuerda a otro detective literario, Auguste Dupin de Edgar Allan Poe. Sin embargo, la comparación no es bien apreciada por Holmes, quien contrarréplica con sarcasmo:

Sin duda usted cree hacerme un cumplido al compararme con Dupin —arguyó—. Pero, en mi opinión, Dupin no valía gran cosa. Ese truco suyo de irrumpir en los pensamientos de sus amigos con una observación pertinente, tras un cuarto de hora de silencio, es realmente muy artificioso y superficial. No carece, sin duda, de cierto talento analítico, pero no era, en modo alguno, el prodigio que Poe parecía imaginar.”

(Sin embargo, poco más adelante Watson/ACD tratan de suavizar el arrebato de Holmes contra Dupin/Poe diciendo: “A mí me pareció bastante indignante que tratara con tanto desdén a dos personajes que habían suscitado mi imaginación”. Más adelante haremos algunas menciones de Poe y el Detective Dupin).

Estos elementos introductorios son de gran relevancia para el desarrollo posterior de nuestros héroes, aunque la novela tiene varias debilidades en cuanto a estructura y técnica narrativa.

Primero hay un escaso desarrollo de los personajes que están envueltos en el crimen. Es poco lo que se logra saber de ellos, quienes son y qué los motiva. En segundo lugar, la narración comienza desde el punto de vista de Watson, para luego mudarse a un narrador Omnisciente que se traslada a Utah, y desde esa perspectiva explicar y desarrollar una historia que va a derivar en el crimen en Londres, para luego salir otro narrador (que no se entiende quién es) que concluye esa etapa del  relato diciendo: “En cuanto a lo que allí sucedió, lo mejor será reproducir el relato del viejo cazador, tal como consta en el diario del doctor Watson, al que expresamos nuestra profunda gratitud”  y acá vuelve la narración a Watson, en un capítulo llamado (pata mayor confusión en cuanto a el punto de vista narrativo) “CONTINUACIÓN DE LAS MEMORIAS DE JOHN H. WATSON, DOCTOR EN MEDICINA”. 


domingo, octubre 19, 2025

Una lectura seria Parte III

En las distintas aventuras y casos de Sherlock Holmes, vamos apreciando un hombre lleno de contradicciones. Sus mayores virtudes son su aguda capacidad de observación unida a una memoria usada casi en exclusividad para guardar conocimientos solo aplicables (y que de hecho aplica) a los casos que resuelve o busca resolver. Sin embargo, cualquier otro conocimiento que no presente esa ventaja práctica, le rehúye. No quiere que ese material ocupe en su cabeza espacio o desplace aquello que pueda aplicar.

Así entonces es capaz (hasta extremos que rayan en lo absurdo) de determinar con precisión exacta, las vivencias y andanzas de cualquiera que entre en contacto con él. Por ejemplo, en “Escándalo en Bohemia”, el Dr. Watson decide después de un largo de tiempo de no ver a Holmes, visitarle. Holmes, a los pocos minutos del encuentro , y con solo algunos detalles, invisibles para el ojo no entrenado, determina el estado emocional, andanzas y actividad profesional de su viejo compañero y cronista:

“- Le sienta bien el matrimonio —observó—. Me parece, Watson, que ha engordado siete libras y media desde la última vez que le vi.

- ¡Siete! —respondí.

- Vaya, yo habría dicho que un poco más. Solo un poquito más, Watson. Y observo que ejerce de nuevo. No me dijo que tenía intenciones de volver a su trabajo.”

Y luego le expone sus deducciones:

“—Es lo más sencillo del mundo —dijo—. Mis ojos me indican que en la parte interior de su zapato izquierdo, justo donde da la luz del fuego de la chimenea, el cuero está marcado con seis rayas casi paralelas. Es obvio que las hizo alguien que rascó con muy poco cuidado el borde de la suela para desprender el barro incrustado. De ahí mi doble deducción de que ha estado a la intemperie con mal tiempo y de que tiene un espécimen particularmente maligno de rajabotas como criada londinense. En cuanto a su actividad profesional, si un caballero entra en mis aposentos oliendo a yodoformo, con una negra mancha de nitrato de plata en el dedo índice de la mano derecha y un bulto en el lado del sombrero de copa donde esconde el estetoscopio, debería ser realmente lerdo para no identificarlo como un miembro activo de la profesión.”

Watson queda sorprendido por las conclusiones acertadas de Holmes. Sin embargo, para cuando tienen lugar los acontecimientos de “Escándalo en Bohemia”, ya han sido muchos los casos en los que ambos han estado envueltos, y parece casi increíble que aún se sienta maravillado por sus deducciones y sobre todo por el proceso mental de Holmes para llegar a ellas. Se lo ha demostrado desde su primera aventura, “Estudio en Escarlata” que es cuando por primera vez se conocen, obra a la que volveremos más adelante.

Holmes además es capaz de sacrificios físicos muy exigentes con el fin de resolver un caso o proteger a su cliente, aun a riesgo de su integridad física. Muchos son los ejemplos que un curioso lector puede encontrar a lo largo de la obra con Holmes, pero por citar alguno, el relato “Escándalo en Bohemia” da una idea de lo que era capaz de hacer.

Porque cada caso, cada aventura de Holmes es un desafío profesional, intelectual y de satisfacción a su propio ego. En ellos aplica sus “métodos” y herramientas, que, analizando en un sentido crítico, se tratan de usar la observación para y recabar detalles casi insignificantes para extraer conclusiones que, en condiciones normales, serían inaceptables en una corte, por carecer de suficiente rigurosidad científica o forense, pues a lo sumo se tratan de indicios que eventualmente pudieran conducir a pruebas concluyentes sobre la culpabilidad.

Al igual que otros detectives notorios de la literatura, de distintos tiempos y generaciones, Holmes tiene el cumplimiento de la Ley como un norte en su conducta profesional, pero no el único. Un sentido personal de la justicia puede prevalecer y darles una nueva oportunidad a personas que, aun infringiendo normas formales, pueden aprender de sus errores para regenerarse y llevar en lo sucesivo, una vida ajustada a una moral elevada.   

En “La aventura del Carbunclo azul”, Holmes justifica su elección de no denunciar a un sujeto que fingió una falsa identidad así:



"(..) la policías no me paga para que cubra sus deficiencias. Si Horner corriera peligro sería otro cantar, pero este tipo no comparecerá para declarar contra él y el proceso no seguirá adelante. Seguro que estoy que indultando a un delincuente, pero es posible que esté salvando un alma."

Jesus Lopez Cegarra

sábado, septiembre 27, 2025

Una lectura seria (Parte II)


En varias ocasiones quise releer las historias de Holmes. Siempre las he recordado como lecturas gratas, capaces de mantenerme en vilo y al ir a dormir, esperar con ansias volver a la mañana siguiente a esas páginas llenas de misterios por resolver, centradas en ese personaje de personalidad magnética y su fiel cronista, el amable Doctor Watson. 

Pero siempre me abstenía de hacerlo, pues luego de muchos años, temía que esas novelas y cuentos tuvieran “fallas estructurales”, o para decirlo de manera más llana “se le vieran las costuras. Con otras obras he tenido sentimientos similares, como sucedió con “Los Tres Mosqueteros” de Alejandro Dumas, obra a la que también le guardo un cariño especial, porque al igual que Holmes, me llevaron horas del mejor entretenimiento posible. 

Sin embargo, una edición atractiva de la editorial Penguin armada con tres gruesos volúmenes con el título “Todos los casos de Sherlock Holmes” me llenó de curiosidad. En su momento, pensé que había leído todo lo que había del afamado detective, pero encontré que había más, y la curiosidad pudo más que el prejuicio formado en mi mente. En efecto había más material de Holmes del que tenía conocimiento, especialmente en la parte los relatos, porque las novelas de Holmes son cinco: Estudio en Escarlata, El Signo de los cuatro, El Perro de los Baskerville y El Valle del Miedo.



Pero ese prejuicio venía con una razón de por medio. Un amigo que conocí en Caracas cuando me fui a vivir allá, Víctor Manuel Reinoso, era un lector furioso de esos subgéneros de la literatura que yo desconocía entonces y que denominaban “Novela Negra”, estilo literario que en cierta manera se contraponía a obras como las de AC y Holmes, aunque en gran medida, eran la fuente de su origen. 

 “La Novela Negra” se deriva de las novelas policiacas o de detectives, aunque estás están más centradas en la resolución de un misterio, generalmente algún tipo de crimen como podía ser un el “crimen de salón”, en donde la acción sucede en un espacio cerrado, con un grupo pequeño de personas y a través de la mente brillante de un detective, se van estableciendo las causas que cada uno pudo tener con el hecho, para finalmente develar el autor y juega un papel importante la psicología y las motivaciones que las evidencias que condujeran a conocer la identidad del criminal. Agatha Christie es por mucho la exponente más conocida de este género, aunque en lo personal, nunca me gustó, aunque el verdadero precursor es del género Edgar Allan Poe con los “Crímenes de la Calle Morgue”. 

Había también otro tipo de relatos que, aunque busca igualmente resolver el misterio, usa más la deducción, unida a observaciones agudas y aplicación del conocimiento “científico” para con una base más lógica, dar con la respuesta. Acá es donde se mueve nuestro personaje Sherlock Holmes.

La novela negra, por su parte empuja las limitadas fronteras del crimen de esas obras detectivescas a la realidad de la calle. La sociedad aparece más como un conglomerado difuso. Ya no son los aristócratas en una mansión los protagonistas, sino personas de carne y hueso en un entorno más hostil. 

Ya no es extraño enfrentar a un policía o un político corrupto, a algún poderoso, o que los propios detectives héroes se vean también impelidos a cometer algún acto contrario a la ley con el fin de resolver un crimen o preservar la integridad de alguien que es víctima de alguna circunstancia opresiva. El crimen de la novela ya no es un misterio de ajedrez que requiere una unica solución, el crimen es más un elemento de la vida cotidiana, que con frecuencia no termina en la anhelada justicia. En la novela negra, el detective (llámese Phillip Marlowe o Sam Spade) es un elemento clave, también lo podía ser el criminal, y la historia ser contada desde su perspectiva, como el caso de Tom Ripley. 

De este género, los autores que leí con gran placer fueron Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Patricia Highsmith.

Aunque la novela negra pasó por mucho tiempo a ser la lectura que más ocupaba mi tiempo, siempre la relacioné con esas aventuras creadas en lamente de ACD y personificadas por Sherlock Holmes, pero ya esos juegos intelectuales de descubrir el crimen en base a pura especulación deductiva y científica (y hasta pseudo científica) me parecían una etapa superada.

Sin embargo, esta nueva revisita a ACD y Holmes han sido de interés. Se trata de una lectura más madura, aunque ahora abundan por tanto los momentos en que me exasperan un poco esas especulaciones que pueden rayar en lo ridículo, pero también valoro esa capacidad de ACD de mantener al lector fiel a la historia hasta el final, así se sepa de antemano de esas fallas que antes mencionaba.


sábado, septiembre 20, 2025

Una lectura seria – Parte I

Hace unos cuantos años, no menos de veinte según mis cuentas, hablaba con una persona a quien por algún tiempo considere amigo, y quien al igual que yo, se percibía como un “lector curioso”, por definirlo de alguna manera.

Un “lector curioso” pudiera ser alguien que no se enfoca en un solo tema y que la lectura es más un placer que una obligación, es un escape, vivir una realidad alterna construida en nuestra mente a partir de las palabras escritas. Es el goce a través de textos que tienen el don especial de estar bien elaborados, que plantean al lector una propuesta estética, más allá del contenido. Ortega y Gasset u Octavio Paz son grandes estilistas con independencia de las ideas filosóficas que buscan desarrollar.

El asunto es que este amigo me preguntaba que estaba leyendo en ese momento. Era una novela de Arthur Conan Doyle -ACD en lo sucesivo - (no relacionada con su personaje “Sherlock Holmes”, creo que era “La tragedia del Korosko” aunque pudo haber sido otra). Pero mi amigo me recriminó porque pensaba que yo leía “cosas serias”. 

En ese momento me extrañó el comentario y sobre todo ese ataque velado a ACD. Creo que se trataba más de un prejuicio basado en la ignorancia, porque aunque son muy pocos que puedan dar cuenta de cualquiera de sus libros fuera del mundo de Sherlock Holmes, obviamente su gran aporte fue la creación y el universo particular de este detective, que caló profundamente en la cultura popular y que pervive en el imaginario colectivo como alguien que tuvo o tiene una existencia real en el mundo de los humanos.

Pero esa recriminación al valor literario de ACD, ¿es justo o puede contar con la deferencia de ser recomendado porque su obra refleja los elementos que le atribuimos a la buena literatura? Porque acá dejo otro planteamiento. ¿Es la popularidad de un libro un factor de advertencia, un “no-no”?, O más aun, ¿Qué podemos concluir de ese raro fenómeno en el que el personaje creado gana una fama que sobrepasa a su creador, el “Deicida” del que habla Mario Vargas Llosa es sepultado por uno de sus personajes?

El mismo ADC llegó a molestarse con su creación, porque su fama alejaba a los lectores de lo que el consideraba que había otras obras que merecían mayor reconocimiento, y esa animadversión llegó al punto que mató a Holmes de mano de su némesis, el Dr. Moriarty. (Recuerdo que cuando leí en mi juventud el relato de la muerte de Holmes, sentí indignación y hasta cierto sentimiento de luctuoso, aun cuando estaba consciente de que su autor lo iba a “resucitar” … 

La indignación de los lectores llegó a tal punto que aplicaron lo que hoy llamamos “cultura de cancelación contra la revista que publicaba las historias, y el mismo ACD supo que la muerte de Holmes también tendría un impacto en sus finanzas. ¿Acaso tal vez el cine y la televisión no le debe a ACD su reconocimiento de traer de entre los muertos ciertos personajes que luego entendieron que aun tenían “potencial “económico?)

Por mi parte, he sido lector de ACD, y he encontrado gratos momentos en la lectura de sus obras, desde los cuentos y novelas de Sherlock Holmes, hasta las obras serias que ACD quería que fueran la verdadera referencia a su obra, aunque muchos de estas obras serias, he olvidado el nombre y contenido, o solo guardo un recuerdo muy brumoso de su trama. La “Amnesia in literis” a la que se refería Patrick Suskind. 

Jesus Lopez Cegarra


miércoles, febrero 19, 2025

Un repaso a Terminator (James Cameron)


Terminator es quizás de las pocas películas con las que cuento más recuerdo sobre el entorno del tiempo, lugar y personas con quienes estuve. Fue en el cine “Glorias Patrias” en la ciudad de Mérida (Venezuela). A pesar de que no se contaba con las ventajas de celulares y redes sociales, un grupo de compañeros de clase del colegio “La Salle” logramos ponernos de acuerdo para verla mediante la hoy primitiva y casi extinta comunicación telefónica fija, que entonces era bastante deficiente. Estábamos en el cuarto año de bachillerato y creo que ninguno de los que fuimos teníamos suficiente “autonomía de vuelo” para ir por nuestra cuenta, así que todos fuimos llevados y buscados por alguno de nuestros padres.

Tampoco era mucha la información que se podía sacar de una película. Era muy exiguo lo que se publicaba en los medios de comunicación y muchas decisiones sobre qué ver y su posible calidad, se extraía de la página que los periódicos dedicaban a la cartelera de cines. Se juzgaba por la foto, por la carrera de alguno de los actores y alguno que otro comentario sensacionalista que podía acompañar a la publicación. Así que llegar en aquellas circunstancias a Terminator fue casi una feliz coincidencia, sin siquiera imaginar que esa obra, vista en un remoto establecimiento (hoy día inexistente) en una ciudad de la provincia hoy también casi olvidada por la humanidad, se convertiría en un verdadero fenómeno cultural que ha marcado a las generaciones desde entonces, que su director sería uno de los más importantes del cine, pero tal vez por encima de todo, anticiparía un tema que cada vez está en mayor discusión: nuestra relación con la inteligencia artificial y la potencialidad de una distopia.

Creo que hablo por todos quienes fuimos al decir que la película no nos dejó indiferente. La prueba es que al concluir e irnos incorporando para salir de la sala, había un murmullo de comentarios. El tema del viaje en el tiempo era parte de la discusión. ¿Era posible?, ¿Tenía sentido como se planteaba allí?, pero tal vez la pregunta que más se insistía era ¿Tenía sentido que Kyle Reese fuera el padre de John Connor? Según la lógica causa-efecto que limitadamente manejábamos, el padre de John Connor debía ser algún contemporáneo de Sarah Connor, luego John desde el futuro envía a Reese para salvar a su madre de la máquina asesina (interpretada muy bien por Arnold Schwarzenegger), por lo que al quedar embarazada, su hijo sería otro John Connor (no el que ya existía en el futuro), creando una inmensa y casi imposible de comprender paradoja del tiempo (que seria tratada por otro gran clásico, “Volver al futuro”). O sea, una variación de la llamada “paradoja del abuelo”. (En lo personal, el tema del tiempo y los viajes en el tiempo se convirtió en un tema recurrente en mi imaginación y en mis lecturas hasta la fecha)


El otro asunto que tal vez no era fácil de anticipar en ese momento, pero que hoy en día lo vemos más probable es que las máquinas, creación humana, tomen conciencia y quieran destruir, sustituir o someter  a su creador. Terminator es sobre esa batalla: el hombre contra la máquina. La máquina, en ese futuro propuesto por Terminator, se da cuenta de que el liderazgo de John Connor y la “resistencia” es un factor desequilibrante en favor de los humanos, por lo que matar a la madre antes de la concepción de John, es la solución para ganar esa guerra. Connor por su parte envía a su “padre” para que cumpla las dos misiones más importantes para el futuro de la raza humana:  Salvar a “Sarah” y dejarla embarazada.

El tema de las máquinas que adquieren consciencia (a las que hoy  llamamos “Inteligencia Artificial” – “IA o AI” por sus siglas en inglés) ha cobrado relevancia desde que la AI tiene una mayor presencia en la vida humana. Aunque se trata de una herramienta que puede ser de gran ayuda en muchas tareas (aunque demonizada por sectores como la de los escritores sindicalizados del cine y la televisión en USA), ha habido ciertas acciones perturbadoras de la AI, reseñadas por los medios de comunicación que pueden ser manifestaciones de ese futuro oscuro que Terminator nos enseña.

Jesus Lopez Cegarra

Una lectura seria (Parte IV)

La obra que presentó al publico a los dos héroes (John Watson y Sherlock Holmes) es la novela “Estudio en Escarlata”.  Es también acá donde ...