sábado, junio 11, 2016

La criminalización del progreso



Dos temas en común considerados de suprema importancia que cualquier clase política maneja frente al electorado, con independencia de la tendencia o ideología, son el trabajo y la educación. Obviamente la discusión sobre qué es relevante para cada una, qué debe incluir, qué debe excluir, cómo debe impartirse es otro debate, filosófico si se quiere; pero tanto el trabajo como la educación son instrumentos fundamentales para construir el modelo de progreso y de sociedad con que se sueña.

La Educación proporciona conocimientos, herramientas para pensar y para resolver los problemas que se presenta a todos los niveles, sean individuales sean prácticos sean filosóficos: desde saber quiénes somos, pasando por aquellos que nos resuelven los problemas cotidianos, hasta entender la complejidad del Universo. El trabajo por su parte nos permite construir, satisfacer necesidades.

Son además dos elementos para medir el desempeño y hasta la viabilidad de un país o de un proyecto político. Si la educación es pobre, limitada e inaccesible, así será el país. Si no hay plazas de trabajo, si el desempleo es muy alto, es un indicativo de que algo va mal social y económicamente.

Sería abrumador tratar de enumerar las fallas en ambas materias que se han acentuado o creado en los últimos años de Chavismo. Pero hay dos recientes que dan una idea de la pobre dirigencia y gerencia pública.

Desde hace unos cuantos años, Venezuela viene sufriendo de una grave crisis, incluyendo la energética, una contradicción para un país que vive de la exportación de petróleo. En nuestro caso, tenemos una gran dependencia de la energía hidroeléctrica proveniente del embalse de “El Guri”. Cambios climáticos atribuidos al fenómeno “El Niño” han reducido las precipitaciones para esa zona, lo que ha sido un castigo para todos.

En vida Hugo Chávez, se vivió una crisis energética, pero no tan grave. Se tomaron medidas de ahorro. Se “construyeron” unas cuantas plantas termoeléctricas que solventarían una situación similar. ¿Qué pasó con esas plantas?: Pues uno de los casos de corrupción criminal más grande y emblemático que se tenga conocimiento: Se contrataron a empresas inexpertas pero con tentáculos aferrados en el poder y compraron equipos dañado y obsoletos. Se robaron millones de dólares. Y los criminales disfrutando en USA, nada menos.

Pero el punto de esta crónica tiene que ver con las medidas que el Gobierno de Nicolás Maduro. Además de castigar a los venezolanos con un ahorro energético (exceptuando por razones obvias a Caracas) decide que la Administración Pública trabaje solo DOS DÍAS A LA SEMANA y que la Educación Primaria no tenga actividades los viernes.

La “Semana de dos días” fue objeto de comentarios y blanco de humoristas en todo el planeta. Internamente era poco lo que se podía hacer. Nadie quiere enfrentar con cárcel medidas tan estúpidas y absurdas provenientes de burócratas apenas formados, pero dispuestos a usar la fuerza para cumplirlas. ¿Alguien realmente estudió estas medidas? Más bien parecen destinadas al “Efecto Cobra” (o como decimos coloquialmente, que el remedio termine siendo peor que la enfermedad).

¿Qué harán los trabajadores de la Administración Pública con tantas horas de ocio? ¿Sentarse tranquilos en una silla, no moverse, no encender la computadora y la televisión, ni el aire acondicionado? Mientras tanto, el país paralizado, los tribunales y oficinas que manejan distintas materias de interés para el país, con las luces apagadas, acumulando más retraso del que ya originalmente tenían.

¿Y los niños? Valen las mismas preguntas. Pero en su caso es más ofensiva la medida porque dejan de aprender, dedican su tiempo de ocio a actividades que probablemente no aporten nada a su formación y ponen en aprietos a sus padres para ver qué hacen con ellos.
 
 El trabajo y la educación criminalizados por una banda de mafiosos incompetentes.

Jesús López Cegarra

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