martes, abril 19, 2011

Elogio de una novela corta


-¡Mentira, Mentira!- gritó Lutetia, como sólo las mujeres pueden gritar cuando quieren negar una verdad palmaria…
Confesión de un asesino.


Cómo disfruto esas obras maestras, que en extensión rebasan a un cuento largo y pero son en justicia una novela. Que desde la primera página atrapan al lector y lo mantienen allí de la mano hasta la última palabra.

No es que la extensión sea un problema ni un motivo de descalificación. El punto es que podemos encontrar novelas como “El Duelo” o “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, que nos arrastran a su trama, las vivimos con intensidad por su tema: probablemente en el fondo sepamos que allí se encierra una de esa incógnitas existenciales, o una de esas grandes tragedias humanas, que un artista habilidoso logra concentrar en un centenar de páginas.

Confieso casi con vergüenza que desconocía a Joseph Roth. Tal vez apenas lo había oído mencionar. Pero hace como dos meses estaba en la búsqueda de algo que atrapara mi imaginación, y por casualidad escuché la conversación entre el dueño de la librería y un laureado escritor venezolano y surgió el nombre de este autor.

Entre los libros que encontré (y probablemente el título fue decisivo en la elección) fue “Confesión de un asesino”.

Uno de esos seres extraviados en el París a comienzos del siglo pasado conoce a un extraño personaje, quien tiene una historia realmente extraordinaria que contar. Y registra cada palabra.

Golubchick vive en los bosques de Rusia. Crece en la creencia que su padre es el guardabosque. Su madre es una mujer triste. Ya siendo joven, Golubchick se entera que su padre verdadero padre es un el poderoso príncipe Krapotkin... Así que un día se decide acudir ante él y que lo reconozca como su hijo, para poder ser el gran hombre que merece ser y no el olvidado ser humano que es.

Golubchick visita a su padre, quien no sólo le trata con desprecio, sino que el príncipe tiene como hijo a un muchacho petulante, que para colmo, no es su verdadero hijo. Este hecho marca su destino. Golubchick, que era un verdadero Krapotkin es desplazado por ese falso vástago, que además gozaba del amor y favoritismo del príncipe.

Cuando tomamos esas decisiones, basadas en emocionalidad y no en racionalidad, es probable que sea el demonio quien dirija los pasos. Peor aún ocurre con aquellos que además consideran que la vida los ha tratado injustamente, que merecen más de lo que tienen y que otros u otros que sin mérito alguno poseen lo que les pertenece. A esto podemos agregar que se enamoran de alguien que evidentemente los empujará inevitablemente hacia la perdición.

Roth nos va llevando magistralmente por todas estas fases hasta un desenlace trágico… y ridículo a la vez.

sábado, abril 09, 2011

LA CARTA DE OSCAR


Juez : ¿Reconoce que esa carta es inmoral?
Wilde : Es peor, está mal escrita.


Oscar Wilde le escribe a su íntimo Bosie (Lord Alfred Douglas) una extensa carta en la que él le explica su visión de todo ese asunto que lleva a Wilde a un amargo presidio. Bosie quería vengarse de su padre, reprocharle el desprecio que éste sentía por un hijo invertido, delicado e inútil (sólo basta ver fotografías de Bosie: es menudo, delgado, inservible para cualquier tipo de trabajo, ocupado tan solo en su apariencia personal y en asistir a fiestas para beber champaña y comer manjares), y se vale de Oscar para llevar a cabo ese acto de perdición.
Estos dos personajes llevan ya bastante tiempo una vida dedicada al hedonismo (o al exceso) y tal vez con ello querían burlarse de una sociedad puritana que, de no ser por el genio y simpatía de Wilde, hubieran sido apartados como sabandijas. Pero la fortuna no sería por mucho tiempo, porque Wilde se empecinaba en envolver su sórdida relación con la neblina de lo sublime.
Oscar quería separarse de Bosie. Sabía que era tan solo cuestión de esperar a que algo grave pasara. La madre de Bosie lo presentía también, y se lo hacía saber en secreto a Wilde. Pero el amor hacia ese joven irresponsable era más fuerte que la sensatez.
Bastaron unas palabras y gestos impertinentes del Marqués de Queensberry (el padre de Lord Alfred), para que Bosie indignado incitara a Wilde a una demanda sin sentido contra el padre furibundo, y fuera reparado un daño moral, (pero para satisfacer intereses económicos de Bosie), sin percatarse de que estaban dentro de una sociedad extremadamente conservadora, que apenas toleraba a Wilde porque era gracioso, porque hacía reír, porque escribía bien, porque era un gran artista y un genio.
De manera repentina el escritor pasa de acusador a acusado. Se presentaban las pruebas de la indecencia de Wilde y cómo su influencia corrompió al joven Lord Alfred. La elocuencia de Wilde no fue de gran ayuda (por el contrario, sus hábiles respuestas al juez causaban más irritación y menos indulgencia).
Es en la cárcel donde Wilde comienza a escribir esa profusa carta, que conocemos como De Profundis, que narra los acontecimientos que causaron la perdición, que cuenta el egoísmo de Bosie ; nos describe el cambio que tiene lugar en el espíritu del artista en su reclusión, llegando a confesar su desprecio por la vida frívola que llevaron por tanto tiempo. Pero dentro de la amargura y la redención que hablan esas páginas, sorprende que se trate también de una carta de amor.

La Carta desgraciada

  Esa carta desgraciada Pu ño y letra De mi amada Gualberto Ibarreto El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, decide ausent...