En varias ocasiones quise releer las historias de Holmes. Siempre las he recordado como lecturas gratas, capaces de mantenerme en vilo y al ir a dormir, esperar con ansias volver a la mañana siguiente a esas páginas llenas de misterios por resolver, centradas en ese personaje de personalidad magnética y su fiel cronista, el amable Doctor Watson.
Pero siempre me abstenía de hacerlo, pues luego de muchos años, temía que esas novelas y cuentos tuvieran “fallas estructurales”, o para decirlo de manera más llana “se le vieran las costuras. Con otras obras he tenido sentimientos similares, como sucedió con “Los Tres Mosqueteros” de Alejandro Dumas, obra a la que también le guardo un cariño especial, porque al igual que Holmes, me llevaron horas del mejor entretenimiento posible.
Sin embargo, una edición atractiva de la editorial Penguin armada con tres gruesos volúmenes con el título “Todos los casos de Sherlock Holmes” me llenó de curiosidad. En su momento, pensé que había leído todo lo que había del afamado detective, pero encontré que había más, y la curiosidad pudo más que el prejuicio formado en mi mente. En efecto había más material de Holmes del que tenía conocimiento, especialmente en la parte los relatos, porque las novelas de Holmes son cinco: Estudio en Escarlata, El Signo de los cuatro, El Perro de los Baskerville y El Valle del Miedo.
Pero ese prejuicio venía con una razón de por medio. Un amigo que conocí en Caracas cuando me fui a vivir allá, Víctor Manuel Reinoso, era un lector furioso de esos subgéneros de la literatura que yo desconocía entonces y que denominaban “Novela Negra”, estilo literario que en cierta manera se contraponía a obras como las de AC y Holmes, aunque en gran medida, eran la fuente de su origen.
“La Novela Negra” se deriva de las novelas policiacas o de detectives, aunque estás están más centradas en la resolución de un misterio, generalmente algún tipo de crimen como podía ser un el “crimen de salón”, en donde la acción sucede en un espacio cerrado, con un grupo pequeño de personas y a través de la mente brillante de un detective, se van estableciendo las causas que cada uno pudo tener con el hecho, para finalmente develar el autor y juega un papel importante la psicología y las motivaciones que las evidencias que condujeran a conocer la identidad del criminal. Agatha Christie es por mucho la exponente más conocida de este género, aunque en lo personal, nunca me gustó, aunque el verdadero precursor es del género Edgar Allan Poe con los “Crímenes de la Calle Morgue”.
Había también otro tipo de relatos que, aunque busca igualmente resolver el misterio, usa más la deducción, unida a observaciones agudas y aplicación del conocimiento “científico” para con una base más lógica, dar con la respuesta. Acá es donde se mueve nuestro personaje Sherlock Holmes.
La novela negra, por su parte empuja las limitadas fronteras del crimen de esas obras detectivescas a la realidad de la calle. La sociedad aparece más como un conglomerado difuso. Ya no son los aristócratas en una mansión los protagonistas, sino personas de carne y hueso en un entorno más hostil.
Ya no es extraño enfrentar a un policía o un político corrupto, a algún poderoso, o que los propios detectives héroes se vean también impelidos a cometer algún acto contrario a la ley con el fin de resolver un crimen o preservar la integridad de alguien que es víctima de alguna circunstancia opresiva. El crimen de la novela ya no es un misterio de ajedrez que requiere una unica solución, el crimen es más un elemento de la vida cotidiana, que con frecuencia no termina en la anhelada justicia. En la novela negra, el detective (llámese Phillip Marlowe o Sam Spade) es un elemento clave, también lo podía ser el criminal, y la historia ser contada desde su perspectiva, como el caso de Tom Ripley.
De este género, los autores que leí con gran placer fueron Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Patricia Highsmith.
Aunque la novela negra pasó por mucho tiempo a ser la lectura que más ocupaba mi tiempo, siempre la relacioné con esas aventuras creadas en lamente de ACD y personificadas por Sherlock Holmes, pero ya esos juegos intelectuales de descubrir el crimen en base a pura especulación deductiva y científica (y hasta pseudo científica) me parecían una etapa superada.
Sin embargo, esta nueva revisita a ACD y Holmes han sido de interés. Se trata de una lectura más madura, aunque ahora abundan por tanto los momentos en que me exasperan un poco esas especulaciones que pueden rayar en lo ridículo, pero también valoro esa capacidad de ACD de mantener al lector fiel a la historia hasta el final, así se sepa de antemano de esas fallas que antes mencionaba.

 

.jpg) 
 
