sábado, enero 07, 2023

Miguel Arteaga Bracho

Uno de los amigos más inteligentes y honestos con el que tuve la suerte de cruzarme en la vida fue Miguel Arteaga Bracho. Lamentablemente se fue muy temprano y  muchos perdimos a una mente brillante. Su colaboración no solo fue académica, sino que fue uno de los profesores fundadores del Postgrado en Propiedad Intelectual de la Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela. La concepción intelectual, desarrollo y ejecución fue en gran medida obra suya. 

Le conocí en el año 95 siendo estudiante en ese Postgrado. La materia que dictaba se llamaba entonces “Protección Jurídica del Diseño Industrial”. 

Al inicio de sus clases nos dio un repaso histórico sobre la evolución del diseño para luego entrar en los vericuetos de esta institución jurídica, que en ocasiones puede ser muy compleja en su protección legal, pues puede bordear con otras figuras (marcas, derecho de autor, derecho de patentes, derecho de la competencia), para llegar a la discusión muchas veces ignorada de la precariedad de los derechos intelectuales, aun contando con un título válido y la inseguridad jurídica que esta situación conlleva.

Su visión crítica e ilustrada compaginaba con la manera en que en lo personal quería orientar mi ejercicio profesional: No basta repetir o copiar lo que vemos en un libro o hacen otros, hay que entrar en lo medular de cada asunto, ser inconformista y explorar nuevas alternativas a un problema. Usar el razonamiento lógico pero basado en la formación intelectual. Creo que ese fue el legado que Miguel quiso dejar en sus alumnos.

Poco tiempo después, Miguel fue nombrado Asesor en un proyecto de la Universidad de los Andes y el entonces Ministerio de Industria y Comercio. El objetivo del proyecto era que la Unidad de Propiedad Intelectual de la Universidad preparara los proyectos de decisiones de recursos presentados ante el Ministerio en esa materia. El retraso en las decisiones del Ministerio era de varios años.

La asesoría de Miguel fue de una gran experiencia para quienes trabajamos en el proyecto. Siempre nos sorprendió su lucidez, conocimiento, sentido del equilibrio y de justicia. Casos que tenían complejidades muy serias, eran resueltas en el equipo y su colaboración intelectual, pero su aproximación no era la de imponer algún criterio, sino que era el resultado de discusiones críticas en las que siempre aprendíamos algo de valor.

Durante la etapa que estuve en este proyecto, se fue consolidando entre Miguel y el equipo, y especialmente conmigo, una gran amistad. Cuando fui a contraer matrimonio, mi esposa y yo le pedimos que fuera nuestro padrino. Un amigo suyo me comentó que ese nombramiento fue para Miguel un motivo de gran alegría por lo inesperado. No obstante, para nosotros fue un honor contar con él.

Recuerdo que por allá por mayo o junio de 1998, Miguel me llamó a mi casa en Mérida. Luego que hablamos un rato me dijo: “Mira, el propósito de mi llamada es que te propuse como Coordinador de Marcas del SAPI, eres una persona competente y harás un buen papel. Dime si aceptas, pues de lo contrario debemos busca a otra persona”. Sin dudarlo acepté ese reto profesional, que me trajo muchas satisfacciones.

Una vez que me mudé a Caracas, nos veíamos con cierta frecuencia. En ocasiones era para beber unos tragos, en ocasiones, para discutir casos, pues, por lo que me decía, valoraba mi opinión. Varios de esos intercambios fueron a raíz de la salida intempestiva y caprichosa salida de Venezuela de la Comunidad Andina, y lo que ello implicaba para el país y en especial para la protección de los Derechos Intelectuales. Como siempre, estos intercambios eran de un gran enriquecimiento.

Lamentablemente Miguel dejó poco escrito. Pero lo breve está compensado en lo denso y profundo de los temas que desarrolla. Miguel era un hombre de la Ilustración y además un gran conversador. No era raro que en reuniones se incorporaran extraños a oír y a participar en la discusión. Aun hoy, a más de 15 años de su partida, sigo extrañando esas pláticas sobre variados temas.

Un ACV fue un injusto final para Miguel. Para sus amigos y alumnos, fue una pérdida irreparable. Fue satisfactorio ver cómo persona que le conocían poco, pero apreciaban su valor como profesor, querían ayudar a sus hijas y a su esposa, pues el sustento familiar lo aportaba Miguel. También fue triste ver que alguno de sus amigos se mantuviera al margen. Pero es parte de la naturaleza humana tener brotes de desprendimiento y bondad, o ser egoístas e indiferentes.


Jesus Lopez Cegarra


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