domingo, noviembre 12, 2023

Contacto (Robert Zemeckis -1997)

Una verdad introvertida, incluso para el más obtuso terraplanista o fanático religioso, es que el espacio, el Universo es extremadamente vasto. La Luna, que es el cuerpo celeste más cercano está a tres días de distancia con la tecnología actual, y Marte, planeta con el que la humanidad ha fantaseado por las posibilidades de vida, o la posibilidad de enviar emisarios allá y “terra-transformarlo”, está, si se hacen los cálculos correctos, e insisto, con la tecnología actual, a unos seis meses de distancia. Y son seis meses de incertidumbre, porque como lo ha demostrado la experiencia con algunas naves que se han enviado allí, puede salir mal.



Y estamos hablando de los vecinos más cercanos, de apenas rasguñar la superficie del espacio. Cualquiera de los objetos que vemos en una noche despejada están, con la tecnología actual, fuera del alcance humano. Einstein ya ha explicado que la velocidad máxima es la de la luz, y que su corta, pero hermosa ecuación E=MC2 plantea más problemas que soluciones a los viajes interestelares.

Partiendo de esa realidad del tamaño del Universo, surge una pregunta, que, de encontrar respuesta, cambiaría todos los paradigmas filosóficos, científicos y religiosos que han condicionado nuestro pensamiento como especie: ¿Hay vida más allá de las fronteras de nuestro “punto azul pálido”? y una pregunta con más serias implicaciones ¿Hay vida inteligente allá afuera?

En 1997, el director Zemeckis dirige la película “Contact”, basada en una novela escrita por el afamado científico, Carl Sagan, presentador y escritor de una de las series para la televisión que, al menos es mi caso, tuvo un impacto muy importante, y que contribuyó de manera significativa a la difusión del pensamiento científico: Cosmos. 

La Doctora Eleanor "Ellie" Arroway (interpretada de manera espléndida por Judie Foster), crece huérfana de madre con su padre (David Morse), quien siempre le incentivó el pensamiento científico. Probablemente no era una persona con formación académica, pero si alguien con curiosidad por la ciencia y quien sabiamente supo dirigirla en ese camino del pensamiento. Sin embargo, la muerte prematura de su padre significó una conmoción en sus creencias y a la vez una reafirmación en las convicciones que venía desarrollando.

Ellie se gradua con honores. Pudiendo dedicarse a áreas de conocimiento que pudieran brindarle mayor prestigio, se dedica a la búsqueda científica de vida extraterrestre inteligente. Esta es una búsqueda que requiere una gran cantidad de tiempo con muy pocas probabilidades de éxito. Que haya una alineación perfecta entre nuestros instrumentos y una señal que venga de esos seres con la tecnología para comunicarse con alguien en la inmensidad del universo, parece casi un acto suicida para la promisoria carrera de Ellie.

Ella trabaja en el programa SETI en el observatorio de Arencibo en Puerto Rico (hoy en día fuera de operación), cuyos fondos son despojados por instancia de David Drumlin (Asesor presidencial en materia científica e interpretado de manera muy solvente por Tom Skerritt). Drumlin además de ser el artífice de vedar los recursos a este proyecto, le reclama a la Doctora Arroway que pierde su tiempo y talento en una actividad estéril. En este 

Pero una mano salvadora le permite al proyecto sobrevivir: Un oscuro y excéntrico multimillonario (S.R. Hadden, interpretado por John Hurt), quien tras bastidores ha seguido la carrera de la Doctora Arroway financia el proyecto de su propio. ¿Hay intereses del multimillonario en este proyecto en apariencia descabellado? Probablemente sí, pero queda a cada uno especular sobre sus motivaciones.

Finalmente, lo improbable ocurre: el “Contacto” con una civilización que parece haber escapado lo que la Doctora Arroway llama la “adolescencia tecnológica” (es decir, civilizaciones que aprenden a aprovechar la tecnología en lugar de usarla para su propia destrucción) y nos dirige un mensaje incuestionable: Quieren comunicarse con nosotros.

Como era de esperarse, una noticia de tal envergadura estremece a la sociedad americana y al mundo. Por un lado, el poder político quiere tomar control sobre el asunto. Y el sector religioso también. Cada uno sabe que este canal de comunicación con seres inteligente muy probablemente cuestione todos los principios, valores y creencias de la especie humana. Pero acá vemos que algo de la naturaleza humana que le es inherente: el escéptico David Drumlin de la nada se convierte en el “líder” del proyecto de búsqueda de vida extraterrestre, y convirtiendo de hecho a Ellie en su subordinada.

El mensaje que llega desde el espacio exterior llega de manera críptica escondido en una de las primeras señales que los seres humanos enviamos al espacio: en el discurso de Adolf Hitler en la Olimpiadas de Verano de 1936. Qué ironía que Hitler sea nuestro primer embajador para alertar sobre nuestra existencia.

Ese mensaje es en principio complejo para nuestras limitadas mentes. Pero la Doctora Arroway con una pequeña ayuda externa logra descifrar el enigma: Primero, que esa civilización foránea usa el lenguaje de la matemática y la ciencia para comunicarse con nosotros. Lo que tiene su cuota de lógica: Hay principios universales en estas disciplinas que pueden ser alcanzados y entendidos por seres inteligentes. Lo segundo era que el documento extraterrestre estaba siendo mal interpretado y por eso no se lograba descifrar. El aporte de Ellie fue significativo para descifrar el mensaje. Y como era de esperarse, Drumlin nuevamente aprovecha la oportunidad para robarse el protagonismo del momento. Un completo “Free-Rider”.

El mensaje enviado son los planos para construir una máquina que permitiría contactar a esa civilización. Una vez fabricada, viene la pregunta ¿Quién será ese primer pasajero? La búsqueda se torna en un debate político manejado por el congreso de los Estados Unidos. Una candidata lógica es que sea la Doctora Arroway. Pero como era de esperarse, Drumlin es quien quiere ese honor. Todo iba a favor de la Doctora Arroway, cuando un antiguo amante suyo, Palmer Joss (interpretado por Matthew McConaughey) le pregunta por sus creencias religiosas, más concretamente si cree que exista Dios. Ellie, que sabe que la pregunta es delicada y que revelar su auténtica creencia arriesgaba su posibilidad de ser elegida, dice la verdad ante una audiencia que le teme más a un inofensivo escéptico que a un fanático religioso: Cree en la ciencia y en la evidencia empírica. Drumlin, en cambio, dice lo que el público quiere oír. 

Pero antes de que Drumlin tuviera oportunidad de hacer el viaje, un terrorista religioso comete un acto que acaba con la máquina y con la vida de Drumlin… Sin embargo, secretamente, una máquina similar había sido construida. Y esta vez, bajo la influencia de S.R. Hadden es la Doctora Arroway quien será la pasajera.

En la máquina Ellie tiene la oportunidad de cruzar el espacio tiempo y tener el ansiado “Contacto” ¿O todo es producto de su imaginación? Es difícil saberlo porque desafortunadamente no tiene una prueba fehaciente de que el encuentro tuvo lugar y Ellie solo puede dar su testimonio como la única demostración de lo que vivió. Acá Ellie se encuentra con la contradicción de que ella dice la verdad (pero no tiene pruebas) y su mente científica que sabe que sin una evidencia creíble, lo que ella experimentó solo tiene valor anecdótico que solo puede ser aceptado mediante un acto de fe.

La película tiene el mérito de entretenernos, pero al mismo tiempo dejar en nuestras mentes alguna de las grandes preguntas que las grandes mentes de la humanidad se han hecho y que aun aguardan respuesta.

Jesus Lopez Cegarra

domingo, octubre 01, 2023

Jurassic Park (1993). Director: Steven Spielberg

 Cuando era niño, uno de mis juguetes preferidos vino como obsequio con una pasta dentífrica: Era un “triceratop” de plástico. No había para mí nada más fascinante que ese animal con tres cuernos. Ahí comenzó mi fascinación con los dinosaurios. Trataba de imaginar su tamaño, su fuerza, su imponencia. Comencé mi investigación sobre estos extintos seres y me topaba con distintas teorías, que si por el peso, la mayoría pasaba con el cuerpo bajo el agua, que si tenían el cerebro muy pequeño y no podían ser criaturas muy inteligentes, etc.

Pero igual, la posibilidad que existiera un animal tan masivo, que hiciera que un ser humano se viera como un pequeño roedor insignificante, ya era fascinante.

La representación que a veces se veía en el cine de los dinosaurios era pobre y poco convincente, hasta que Steven Spielberg llegó con su “Parque Jurásico”.

La película se exhibió en 1993 y logró que el público general se interesara por unos animales de los que solo tenemos prueba de existencia por restos fosilizados, pero que ahora con la magia del cine y las computadoras, tienen presencia ante nuestros sentidos: como lucían, como se comportaban, los sonidos que emitían…

Ese logro de traer los dinosaurios al presente forma parte de la satisfacción de una faceta del ser humano: la necesidad de entretenimiento. Y la ciencia puesta la orden de ese fin hedonista.

Como ocurre con cualquier aventura humana, por más que pensemos que podemos controlar todas las variables, siempre surge algún inesperado evento, bien sea por caprichos de la naturaleza o por las propias limitaciones de las capacidades humanas. 

Y sobre esto se abre el debate entre los intereses meramente crematísticos y la razón. Los científicos, Dres. Alan Grant (Sam Neil), Ellie Sattler (Laura Dern) y Ian Malcolm (Jeff Goldblum) lejos de sentirse estupefactos por el avance de la ciencia, discuten los temas éticos del proyecto. Por su lado, el abogado chupasangre (Martin Ferrero), que iba a cuidar los intereses de los inversionistas, solo piensa en el dinero que se hará cobrando miles de dólares por entrada.

Lo que parecía ser una simple vuelta al parque como demostración de sus bondades con fines de entretenimiento, se transforma en el caos que anticipan los científicos. Pero es en este punto que los personajes comienzan a cambiar y evolucionar para hacer que la historia narrada tenga más trascendencia y no sea un simple producto comercial para las masas.

Obviamente “Parque Jurásico” es una película de entretenimiento, que busca a un espectador que la vea completa y la recomiende. Pero no por eso está hecha solo para un público frívolo que solo busca circo.

Por un lado, vemos a un venal y acomplejado Dennis Nedry (Wayne Knight), quien tiene un delicado puesto en la ciberseguridad del parque, se siente menospreciado y subpagado, y solo ambiciona dinero para conseguirlo es capaz de lograrlo incluso al precio de una felonía peligrosa y de su propia vida, sin importar que ello cueste la vida de inocentes.

La cabeza de este proyecto es el Dr. John Hammond (Richard Attenborough), quien resulta un personaje contradictorio: por un lado, es un gran filántropo, que dona dinero a proyectos como los de los Dres. Grant and Sattler, un dulce abuelo que ama a sus nietos (aunque los expone a un peligro innecesario en esa primera vuelta al parque) pero alguien también megalómano que quiere el más inverosímil parque en la historia, pero que no ve las consecuencias de tener a alguien tan importante en el Parque como en el caso de Dennis Nedry, quien maneja una parte neurálgica, nada menos que la barrera de protección entre los futuros espectadores y algunos de los más peligrosos dinosaurios.

Pero también, los científicos, ante los peligros que se desatan en esa primera vuelta que termina mal, se transforman en inesperados héroes, especialmente la Dra. Sattler, quien le corresponde jugarse la vida ante los implacables velociraptores.  

Parque Jurásico es una gran película porque desde el principio sabemos cómo terminará. Las fallas humanas que acompañarán al proyecto de Hammond son reveladas de inmediato. La maestría está en contarnos la historia desde ahí, engancharnos desde ese primer momento, porque ya sabemos que no nos mostrarán un parque de entretenimiento plagado de felicidad estilo Disney, sino que el caos y la catástrofe se terminarán imponiendo. Otro elemento que nos va enganchando es ir posponiendo el encuentro con las criaturas del pasado. Si bien el primer la escena con los braquiosaurios ya no se ve tan imponente en la pantalla, las siguientes con el T-Rex y con los velociraptors aun mantienen vigencia y atractivo. Y para mi gusto, la escena cuando el T-Rex se convierte en otro insospechado héroe es tal vez la cúspide de la aventura. 


Jesus López Cegarra

domingo, agosto 20, 2023

La sociedad de los poetas muertos

Para mi amiga Kiki

Revisaba el catálogo de películas de un canal de streaming que las ofrece “gratuitamente” (la publicidad es el castigo a la gratuidad) y encontré “La sociedad de los poetas muertos”. 

La protagonizaba Robin Williams, un comediante que probablemente buscaba ser tomado en serio como actor, como también más adelante lo intentaría Jim Carrey. Williams fue un comediante exitoso (aunque su estilo nunca fue de mi agrado), y lo fue después de lograr los roles serios, y demostró ser buen actor, consistente y creíble, tanto el “La sociedad…” como en “Good Will Hunting” y en “Insomnia”. “Good morning, Vietnam”, aunque en cierta manera es un papel serio, el personaje le sentaba bien, porque se trataba de una comedia ambientada en la guerra. Williams también participó en una buena cantidad de películas, muchas de baja calidad y completamente prescindibles. 

Creo que “La Sociedad…” tuvo en su momento una gran recepción en los jóvenes, porque combinaba elementos que pueden impactar positivamente en la mente de estudiantes que ven el sistema educativo gris y carente de imaginación, y un profesor (Williams) llega para enseñarle a sus alumnos que la poesía en más que un tema de métrica o un producto que puede ser representado en una fría gráfica, es algo vivo, es el pensamiento y la vida transformados en algo hermoso, en una obra de arte, y que interiorizada y asumida, puede tener la fuerza sonora de una sinfonía de Beethoven.

Cuando vi por primera vez, me llegó, entendí su mensaje, entendí la pasión por la vida que John Keating (el profesor interpretado por Williams) quería transmitir a sus estudiantes. La vida es solo un instante y debemos aprovechar y apreciar cada momento que se presenta, pero sobre todo que el arte, como expresión de la belleza humana, sea una guía conductora en ese tránsito terrenal.

Han pasado muchos años desde que esa primera aproximación a "La Sociedad...". He contemplado la oportunidad de volver a ella, pero por alguna razón abandono el proyecto: ya su propuesta no tiene el mismo impacto, y las inquietudes adolescentes de esos estudiantes ya no son para mí una preocupación. Las dificultades y dudas existenciales de un adolescente ya parecen casi infantiles con el paso del tiempo. Así que una vez más, decidí no ver la película y más bien atesorar los sentimientos que las imágenes y diálogos me inspiraron alguna vez.

Curiosamente, el director de la película es Peter Weir, quien más tarde dirigió una gran obra: “The Truman Show” (un contubernio entre 1984 y el show business hollywoodense), sería protagonizada por Jim Carrey.


Jesus Lopez Cegarra

sábado, julio 15, 2023

El misterio del puñetazo

 Cuando por comienzos de los años 80, leía frenéticamente las novelas y cuentos de escritores latinoamericanos, especialmente aquellos que integraban el famoso “Boom” (Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes, Donoso, Cortázar), fue mi padre quien por primera vez me comentó aquel incidente, más digno de los “culebrones” de la televisión de nuestros países:

- Vargas Llosa le dio una trompada a García Márquez en un cine en México.

La historia me parecía más ficción que las invenciones literarias de cualquiera de las novelas de estos escritores: ¿Por qué dos intelectuales de renombre internacional usarían la fuerza para dirimir diferencias? ¿Qué última razón podía justificar que los dos más grandes representantes del “Boom” no tuvieran más remedio que acudir a los golpes en lugar de un debate de ideas?

Mi padre al ver mi duda me afirmó que la historia era cierta. Y yo le creía, mi padre leía mucho, pero sobre todo leía la prensa seria y estaba siempre muy enterado de acontecimientos nacionales e internacionales. Ante mi mirada de asombro, me dijo con un gesto de incredulidad: “Lo que se comenta es que fue por razones políticas”. Y claro, ni mi padre ni yo podíamos dar crédito a esa justificación tan simplona. Que dos politicastros se den sus guantazos en acaloradas discusiones en una Asamblea es una cosa… Pero dos futuros Nobel de Literatura los hicieran para defender posiciones políticas, parecía desquiciado.

Mucho se especulaba sobre lo que pudo haber ocurrido. Por supuesto, la conjetura que tenía más lógica era que solo una mujer podía desatar un demonio tan primitivo. Y hasta en su momento se hablaba de que había pasado algo con “Patricia”, la esposa de Vargas Llosa. Desde mi perspectiva, eso también carecía de sentido: Si Vargas Llosa la da una trompada a su colega, para saldar una afrenta que García Márquez infligió a Patricia… ¿No es en cierta manera una forma de humillarla, dando al público un tema para habladurías? ¿Cuán grave podía ser lo que habría hecho el escritor colombiano?, ¿Tiene sentido esa “hipótesis”?

(Recuerdo que tenía curiosidad por leer un libro de Vargas Llosa que se llamaba “García Márquez: Historia de un Deicidio”. Por mucho que lo buscaba en cuanta librería entraba, era un ejemplar desconocido. Y en algún momento alguien llegó a comentarme: “Vargas Llosa no permitió que ese libro se publicara más”. Aunque alguna vez años después y por casualidad llegué a conseguirlo en una venta de libros usados, aunque la condición física no era muy buena, lo atesoraba como una rareza, pero su lectura no era tan fluida: era a fin de cuentas una Tesis de Doctorado que presentó su autor en una universidad en España. Curiosamente, era una edición de “Monte Ávila”, cuando esta editorial tenía, a pesar de ser una camarilla, relevancia regional)

Por alguna razón tácita entre ambos escritores, la historia de esa trompada en México quedó fuera del alcance del público. Y como muchos otros temas históricos de difícil comprensión, a veces la literatura puede aportar cierta aproximación al tema. Y es lo que Jaime Bayly hizo con su novela “Los Genios”.

Es importante tener presente (y apenas se abre la novela se enfatiza en un corto “disclaimer”), que la obra de Bayly “no es un texto histórico ni una investigación periodística” y agrega: “Es una novela, una obra de ficción, que entremezcla hechos reales. Históricos, con unos hechos ficticios que provienen de la inventiva del autor”. Creo que tal “Disclaimer” es superfluo: Creo que ni Vargas Llosa ni García Márquez dijeron algo similar en “La Guerra del Fin del Mundo” o en “El General en su Laberinto”, aunque supongo que, si esa coletilla fue agregada, algún temor habría. Por supuesto hay unas cuantas "licencias" que se toma el autor, pero mucho de lo que narra se basa en documentos que se les puede hacer seguimiento.

Pero Bayly le ha tomado el pulso a ese conflicto que, en cierta manera, dividió la intelectualidad de nuestra pequeña región y que hizo tomar partido sobre un tema que en esencia parecía intrascendental: ¿A favor o en contra del (dictador) Fidel Castro? y ¿Cómo te atreves a meterte con mi mujer?

Desde casi el principio de la novela, se nota que Bayly siente más empatía y hasta admiración por García Márquez quien casi con estoicismo se resiste a traicionar a un amigo, y a su mujer, y cuya única debilidad es sentir un fuerte apego por el Dictador Castro, frente a un Vargas Llosa ególatra, vanidoso, egoísta y braguetero. Y nos los advierte en uno de los epígrafes al comienzo de la novela, cuando cita al autor colombiano: “He escrito cinco libros tratando de descifrar cómo soy yo, quién soy. Y todavía no lo tengo claro. Pero hay algo que sí sé: soy el mejor amigo de sus amigos, y ese primer puesto no me lo dejo quitar de nadie.” (Énfasis mío)



La novela comienza con el puñetazo que Vargas Llosa le propina a García Márquez y nos va llevando por el nacimiento de la amistad entre los genios, que empezó de manera epistolar, siguió con un encuentro en Caracas y se cimentó cuando eran vecinos en Barcelona. Reconstruyendo sus vidas y de los personajes que casi todos eran también artistas geniales (Neruda, Picasso entre otros), pero sobre todo uno que sin ser genial y sin ser un artista, fue quien más marcó la vida de Don Mario: su padre. Un hombre por quien Mario siente un enorme y justificado odio, que ya lo había descrito con bastante detalle en su novela “La Tía Julia y el Escribidor”; un tipo sádico, que abusaba físicamente del hijo y de su madre con palizas desmedidas, y quien obligó a su hijo a estudiar en la academia militar: un castigo que yo tampoco perdonaría. 

Y la razón de la pelea: Obviamente una mujer. La misma que Don Mario ha abandonado no una sino varias veces (la última para unirse con la mujer que representa todo lo que critica en su ensayo “La civilización del Espectáculo”). Una pelea que no tiene nada de civilizada, sino que es simplemente la reivindicación misma del machismo: Mi mujer es mía.

Es un libro de chismes y de intrigas. Eso sí, bien narradas.

Jesus Lopez Cegarra

domingo, abril 30, 2023

Tres momentos de Charles Lindbergh (1902-1974)

De una conversación casual hace unos pocos días, pasamos al tema de Charles Lindbergh. Excepto por el hecho de que aun se recuerda su hazaña de haber cruzado el atlántico sin escala desde Estados Unidos a París, era poco lo que sabía. Vino también a la memoria la primera vez que oí la expresión “Más perdido que el hijo de Lindbergh” que se usa (o usaba) en Venezuela (y creo que en otras partes de Latinoamérica) para dar a entender que alguien no tiene idea sobre algo, o que alguien ha estado ausente por un período largo. 


Cuando oí esa frase hace tantos años no la entendí. Posiblemente entonces sabía quién era Lindbergh, pero desconocía por completo qué había pasado con su hijo. Tal vez era piloto también y su avión no fue encontrado más o algo por ese estilo. Sin embargo, alguien me facilitó un libro (del que no recuerdo más detalles que era de tapa dura) que hacía cuenta de varios juicios famosos. Uno de ellos el del secuestro del hijo de Lindbergh. 

En el relato, se detallaban los hechos alrededor del secuestro. Se trataba de un pequeño niño. El hecho ocurrió en la mitad de la noche mientras todos estaban en casa. Mediante una escalera alcanzaron el segundo piso donde dormía. La niñera se da cuenta de la ausencia del niño, y Lindbergh llama a la policía. Con el tiempo llega la nota de rescate, y luego otras, pero los raptores siempre tenían una excusa para no hacer el intercambio del dinero por el secuestrado. Luego, los restos de la víctima aparecieron. La conclusión policial fue que el mismo día del secuestro, el niño cayó y murió. Después de muchas pesquisas, la policía dio con el principal sospechoso. Por lo que se explicaba en el texto, el debate judicial fue muy intenso, pues el abogado defensor trataba de sembrar dudas sobre la autoría del hecho con bastante éxito. Sin embargo, el jurado finalmente falló en contra del acusado.

La habilidad del autor del texto estaba en analizar cada argumento de los acusadores y desvirtuar o sembrar dudas sobre la veracidad, a tal punto que, como lector, se siembra esa “duda razonable” que se menciona tanto en películas y series de televisión sobre juicios penales. Pero hasta la conversación que mencionaba anteriormente, no había más que supiera sobre el tema. Pero una segunda lectura, esta vez de una “biografía” más informada sobre Charles Lindbergh me hizo ver más detalles de su vida y su obra.

Se trata de “The Rise and Fall of Charles Lindbergh”, de Candance Fleming. Aunque su lectura está orientada a una audiencia joven, el libro está bien documentado y nos va llevando por los episodios más relevantes de su vida, pero el grueso de su libro está enfocado en tres episodios que marcaron su vida.

El primero fue todo el proceso que lo llevó a ese vuelo que marcó un antes y un después en la industria de la aviación. Lindbergh desde muy pequeño fue un solitario, no era un estudiante destacado y no tenía un asentamiento donde pudiera socializar. La vida política de su padre (elegida más por estar lejos de su esposa que por vocación) hizo que viviera en distintos lugares: Minnesota, Detroit y Washington DC. Pero cuando tenía 10 años, su madre lo llevó a una demostración de aviones militares, lo que marcó definitivamente su vida. Hay que tener presente que, en ese momento, la aviación apenas deba sus primeros pasos.

Lindbergh comenzó a trabajar como piloto en el servicio postal. Los viajes comerciales con pasajeros aun no estaban disponibles. No obstante, la oportunidad de la fama y gloria llegarían mediante un premio que ofreció Raymond Ortieg ($ 25.000 de la época) a quien hiciera la travesía sin escala New York – Paris. Lindbergh no fue el único contrincante, varias pilotos, incluso con más credenciales también aceptaron el reto. Lindbergh no solo debió buscar quien le vendiera el avión (que no fue fácil) sino acondicionarlo para el viaje. Su idea de aligerar el vehículo lo más posible y agregar más espacio para combustible dio resultados. Apenas llegó a Paris, se convirtió en una celebridad mundial.

Aunque la fama le abrió las puertas para la fortuna, también le arrebató su vida privada y muy probablemente a su hijo. 

Sobre el delito cometido contra el pequeño, la autora nos explica que el secuestrador y asesino era Bruno Hauptmann. Como era de esperarse, el juicio se convirtió en un circo mediático que obligó a los Lindbergh vivir toda la tragedia nuevamente. Y para desmentir la lectura que por mucho tiempo era mi marco de referencia sobre este hecho, Fleming aclara que el abogado del acusado, Edward J. Reilly era un alcohólico en busca de fama, que llevó al juicio a testigos poco preparados venidos del bajo mundo, que hicieron más daño que beneficio al reo.

Luego de la tragedia y la molesta intromisión de extraños en sus vidas, los Lindbergh se mudan a Bretaña. Allá se sintieron con mayor paz y tranquilidad, pero ya la guerra mundial se asomaba. Lindbergh es abordado por un militar de su país para que participe en una misión: conocer de primera mano la verdadera fortaleza de la fuerza aérea de la Alemania Nazi. Lindbergh acepta. Pero en lo sucesivo, quedará atraído (igual que su esposa, Anne Morrow) sin reservas a Hitler y a su régimen. Lindbergh contrastará el orden y progreso alemán contra lo que consideraba la decadencia de su país y de Occidente. Al punto que regresa a su país a hacer una ardorosa defensa de su país y participar en movimientos “pacifistas” y aislacionistas que buscaban impedir que Estados Unidos entrara en la guerra contra Alemania y sus aliados. En sus discursos y alocuciones públicas no solo defendía a los Nazi, sino que mostraba igualmente un furioso antisemitismo. 

El bombardeo a Pearl Harbor cambió la posición de Estados Unidos sobre la guerra. Lindbergh, aunque ayudó con su experiencia a mejorar los vuelos militares en el pacífico, siguió guardando simpatías y hasta justificaciones al régimen Nazi. Sus visiones de Nacionalismo Blanco nunca le abandonaron. Desde joven fue creyente de la “eugenesia” y durante toda su vida fue miembro activo de la “Sociedad Americana de Eugenesia”.

El libro de Fleming tiene la virtud de llevarnos por la vida de Lindbergh desde su niñez y formación, sus logros y contribuciones, pero también dar detalles de ese lado oscuro del personaje y permitirnos extraer nuestras propias conclusiones de su vida y legado. 

Jesus Lopez Cegarra

Fleming, Candance. The Rise and Fall of Charles Lindbergh. Schwartz & Wade, New York, 2020. 

sábado, febrero 11, 2023

Pedro Paramo: Juan Rulfo (1917-1986)

 


Una búsqueda superficial de la novela de Juan Rulfo en Google puede arrojar información de cómo es (o era) una lectura obligatoria en la escuela secundaria. Sin embargo, tal referencia, lejos de hacer justicia a una obra monumental de la literatura universal, la rebaja a la errónea enseñanza de las grandes obras de la humanidad: imposición y evaluación, sin entrar a despertar el interés de las jóvenes mentes en los libros que son capaces de hacer vivir otras vidas y entrar en experiencias capaces de transformarnos.

Mi acercamiento a esta novela vino de la imposición del sistema educativo: había que leerla digerirla y responder preguntas caprichosas del profesor de turno, preguntas como ¿Enumere personajes de la novela? O alguna trivialización semejante.

Cuando leí por primera vez Pedro Paramo, lo hice como afrontando un problema de álgebra, pero en el sentido equivocado: con estrés. Obviamente fui incapaz de entender las sutilezas y cambios que la novela ofrece. Son inesperados porque requieren la participación del lector, entrar en el juego que el autor ha preparado para un viaje profundo del universo Rulfiano.

Por curiosidad, tiempo después releí la novela: de allí salí maravillado ¿Cómo no me había percatado del mundo fantástico que Rulfo despliega? Y me hice la pregunta esencial que lleva a la lectura comprometida de esta obra ¿Quién está realmente vivo?

El mundo de Pedro Páramo es un mundo de fantasmas. Pero no en el sentido de apariciones que buscan espantar a los vivos o entes que salieron del mundo de los mortales para recriminar a los que quedan allí. Los “muertos” en la novela forman parte del mundo corriente y los vivos (o los muertos) no les extraña que merodeen o interactúen con los muertos (o los vivos). En algún momento pueden hablar y relacionarse con otro, y más tarde otro personaje aclarar que “Debe estar penando todavía”. Es el Realismo Mágico de la literatura latinoamericana: Una realidad que para cualquiera ajeno a nuestro entorno encontraría fantástico, pero que nosotros es (o era) cotidiano. 

Pero igualmente la novela nos enseña las realidades de la América Hispana: Los hombres poderosos y sus abusos, las intrigas del poder, las “revoluciones” fallidas, las tiranías, los pueblos resignados y olvidados, pero en el caso de Pedro Páramo, su control casi absoluto del destino de un pueblo, pero contradictoriamente el amor de la mujer que ama le es esquivo y por tanto está condenado a la soledad.

Pedro Páramo es un libro capaz de resistir múltiples lecturas y siempre sorprenderá cada vez que nos adentremos en ese mundo tangible y a la vez fantasmagórico.


Jesus Lopez Cegarra


sábado, enero 07, 2023

Miguel Arteaga Bracho

Uno de los amigos más inteligentes y honestos con el que tuve la suerte de cruzarme en la vida fue Miguel Arteaga Bracho. Lamentablemente se fue muy temprano y  muchos perdimos a una mente brillante. Su colaboración no solo fue académica, sino que fue uno de los profesores fundadores del Postgrado en Propiedad Intelectual de la Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela. La concepción intelectual, desarrollo y ejecución fue en gran medida obra suya. 

Le conocí en el año 95 siendo estudiante en ese Postgrado. La materia que dictaba se llamaba entonces “Protección Jurídica del Diseño Industrial”. 

Al inicio de sus clases nos dio un repaso histórico sobre la evolución del diseño para luego entrar en los vericuetos de esta institución jurídica, que en ocasiones puede ser muy compleja en su protección legal, pues puede bordear con otras figuras (marcas, derecho de autor, derecho de patentes, derecho de la competencia), para llegar a la discusión muchas veces ignorada de la precariedad de los derechos intelectuales, aun contando con un título válido y la inseguridad jurídica que esta situación conlleva.

Su visión crítica e ilustrada compaginaba con la manera en que en lo personal quería orientar mi ejercicio profesional: No basta repetir o copiar lo que vemos en un libro o hacen otros, hay que entrar en lo medular de cada asunto, ser inconformista y explorar nuevas alternativas a un problema. Usar el razonamiento lógico pero basado en la formación intelectual. Creo que ese fue el legado que Miguel quiso dejar en sus alumnos.

Poco tiempo después, Miguel fue nombrado Asesor en un proyecto de la Universidad de los Andes y el entonces Ministerio de Industria y Comercio. El objetivo del proyecto era que la Unidad de Propiedad Intelectual de la Universidad preparara los proyectos de decisiones de recursos presentados ante el Ministerio en esa materia. El retraso en las decisiones del Ministerio era de varios años.

La asesoría de Miguel fue de una gran experiencia para quienes trabajamos en el proyecto. Siempre nos sorprendió su lucidez, conocimiento, sentido del equilibrio y de justicia. Casos que tenían complejidades muy serias, eran resueltas en el equipo y su colaboración intelectual, pero su aproximación no era la de imponer algún criterio, sino que era el resultado de discusiones críticas en las que siempre aprendíamos algo de valor.

Durante la etapa que estuve en este proyecto, se fue consolidando entre Miguel y el equipo, y especialmente conmigo, una gran amistad. Cuando fui a contraer matrimonio, mi esposa y yo le pedimos que fuera nuestro padrino. Un amigo suyo me comentó que ese nombramiento fue para Miguel un motivo de gran alegría por lo inesperado. No obstante, para nosotros fue un honor contar con él.

Recuerdo que por allá por mayo o junio de 1998, Miguel me llamó a mi casa en Mérida. Luego que hablamos un rato me dijo: “Mira, el propósito de mi llamada es que te propuse como Coordinador de Marcas del SAPI, eres una persona competente y harás un buen papel. Dime si aceptas, pues de lo contrario debemos busca a otra persona”. Sin dudarlo acepté ese reto profesional, que me trajo muchas satisfacciones.

Una vez que me mudé a Caracas, nos veíamos con cierta frecuencia. En ocasiones era para beber unos tragos, en ocasiones, para discutir casos, pues, por lo que me decía, valoraba mi opinión. Varios de esos intercambios fueron a raíz de la salida intempestiva y caprichosa salida de Venezuela de la Comunidad Andina, y lo que ello implicaba para el país y en especial para la protección de los Derechos Intelectuales. Como siempre, estos intercambios eran de un gran enriquecimiento.

Lamentablemente Miguel dejó poco escrito. Pero lo breve está compensado en lo denso y profundo de los temas que desarrolla. Miguel era un hombre de la Ilustración y además un gran conversador. No era raro que en reuniones se incorporaran extraños a oír y a participar en la discusión. Aun hoy, a más de 15 años de su partida, sigo extrañando esas pláticas sobre variados temas.

Un ACV fue un injusto final para Miguel. Para sus amigos y alumnos, fue una pérdida irreparable. Fue satisfactorio ver cómo persona que le conocían poco, pero apreciaban su valor como profesor, querían ayudar a sus hijas y a su esposa, pues el sustento familiar lo aportaba Miguel. También fue triste ver que alguno de sus amigos se mantuviera al margen. Pero es parte de la naturaleza humana tener brotes de desprendimiento y bondad, o ser egoístas e indiferentes.


Jesus Lopez Cegarra


La Carta desgraciada

  Esa carta desgraciada Pu ño y letra De mi amada Gualberto Ibarreto El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, decide ausent...