- ¡EH!- les grité desde
allí abajo- ¡SOY EL MÁS IMPORTANTE ESCRITOR DEL SIGLO XX! ¿ES ASÍ COMO TRATAN A
LOS INMORTALES?
HENRY CHINANSKI
La suerte me era adversa. Me
conocían Genet, Henry Miller, Picasso, etc., etc., y ni siquiera podía
conseguir un trabajo como lavaplatos...
CHARLES BUKOWSKI
Hace unos cuantos años (son tantos que no hay necesidad de decir cuántos) me encontraba
vagando por las cercanías de la casa Rómulo Gallegos en Caracas. Entre y me
informé que estaban dando una película. No pregunté cuál era, sino que me
limité a adquirir el ticket y entré.
No tuve oportunidad de saber
(ni en ese momento ni después) ni siquiera el título de la misma, porque ya
había comenzado al momento de ingresar a la sala. Me senté y me dispuse a
evadirme con el film, lo cual fue casi de inmediato.
En la pantalla estaba un
tipo, mal vestido y lentes oscuros recitando un poema, que impactaba por ser
directo y crudo, pero a la vez elevado, mientras bebía de una botella
disfrazada con una bolsa de papel.
Luego comenzaron toda una
serie de aventuras casi inverosímiles, en las cuales estaba envuelto el extraño
poeta: Se encuentra en un bar con una hermosísima mujer, con quien lleva una
relación sórdida y romántica. La mujer tras varios intentos suicidas que al
final logra la consumación. Su problema: la belleza era su maldición.
Luego, este mismo señor, en
permanente ebriedad, sigue por las calles de Los Angeles a otra mujer. Lo hace
hasta su casa y luego entra en ella, bajo un risible pretexto, logrando hacerle
el amor, a pesar de una resistencia inconvincente, sobreactuada. Culminado el
acto, el poeta decide tomar una ducha, y al salir, unos policías lo esperan. La mujer lo acusaba de violación y lo llevan a la
cárcel. Poco después lo dejan en libertad: la acusadora había retirado la
denuncia. Mientras todas estas situaciones ocurrían en la pantalla, yo trataba
de pensar en quién era ese personaje que actuaba con tal desenfado y despreocupación,
y presumí que se trataba de un escritor norteamericano, con las características
que hacían resaltar en la película: Charles Bukowski.
La película era “Ordinaria
Locura” (Tales of Ordinary Madness), dirigida por Marco Ferretti y
protagonizada por Ben Gazzara y Ornella Mutti.
Pero no fue años después que
me interesé por la obra de Bukowski, quien sólo tiene en contra de su obra, el
que se le asocie casi de manera permanente con Henry Miller. Claro que ambos
han tomado sus vivencias y la han transformado en literatura, pero el parecido
se acaba pronto. Mientras Miller es una explosión de palabras, que en ocasiones
se torna difícil de digerir, lo de Bukowski es ser eficiente con el lenguaje.
(Curiosamente ambos trabajaron en la oficina de correos de los Estados Unidos,
aunque en cargos muy distintos. Miller era Jefe de Personal, mientras que
Bukowski era un “cartero” raso.)
Su obra es la sordidez de su
vida y del medio que le rodeaba. Hombres y mujeres fracasados, borracheras
interminables, delincuentes, enfermos mentales, bares, apuestas. Los pocos
personajes sublimes que se le acercan a Bukowski (o a Chinanski) se alejan con
la misma rapidez que una vez llegaron. Pero Bukowski toma ese ambiente de
decepción y derrota, transformándolo en relatos de gran calidad. Daría la
impresión que para ser un gran escritor se necesitan dosis exageradas de toda
esta pesadumbre, pero el desengaño lo aporta el mismo autor: “Creen que si los escritores sufren serán
mucho mejores. Eso es pura mierda. El sufrimiento es exactamente igual que
cualquier otra cosa: si te dan demasiado, al cabo de un tiempo puedes hundirte.
Es el intento de escapar del sufrimiento lo que crea grandes escritores...”.
Gran parte de sus
narraciones están cargadas de un ácido y sarcástico sentido del humor. En su
novela Hollywood encontramos el
siguiente diálogo:
“Me fui
al lavabo de caballeros. En el urinario de al lado había un borracho
tambaleante. Me echó una mirada.
-Eh,
tú eres Henry Chinanski
-No,
soy su hermano Donny.
El
borracho se tambaleó un poco más y meó fuera.
-Chinanski
no ha escrito sobre ningún hermano.
-Me
odia, es por eso.
-
¿Y por qué?
-
Porque le he roto el culo a patadas 60 o 70 veces.”
En otro relato (Los escritores), pone en boca de sus
personajes todas las críticas que le endilgan (Viejo verde, mentiroso,
engendro, monstruo, borracho, fanfarrón...), y de ello extrae una gran historia.
Algunas de sus narraciones
han sido llevadas al cine. Una de estas (BARFLY, dirigida por Barbet Schroeder,
protagonizada por Mickey Rourke y Faye Dunaway), el libreto fue escrito por el
propio Bukowski. Es la vida de los bares y los borrachos que los frecuentan. Es
Bukowski rodeado de los perdedores, de los relegados del “sueño americano”. La
película se desarrolla como en cualquiera de sus libros: Alcohol, miseria
humana, desesperanza, pero sin perder la atmósfera “Bukowskiana”.
Con la experiencia de la
filmación de Barfly, escribió la novela Hollywood.
Lo que nos cuenta en esta tiene que ver con los casi insalvables obstáculos que
tuvieron que enfrentar para llevar adelante la producción cinematográfica;
sobre el frívolo y diabólico mundo de Hollywood y la farándula. (Bukowski tuvo
que escribir una escena para que Faye Dunaway pudiera exhibir sus hermosas
piernas, aunque...quien puede culparlo).
El resultado final
impresionó al mismo Bukowski, quien afirmó lo siguiente: “La puerta de la habitación se abrió y Jack Bledsoe (Mickey Rourke)
entró tambaleándose. Mierda, ¡Era el joven Chinanski!, ¡Era yo!. Sentí un dolor
dulce dentro de mí. Juventud, hija de puta, ¿dónde te has ido? Quería ser el
borracho joven otra vez. Quería ser Jack Bledsoe. Pero sólo era el tipo viejo
que sorbía cerveza en un rincón”. Quienes hayan visto o tengan oportunidad
de ver esta obra cinematográfica, se impresionarían igual que Bukowski. Mickey
Rourke realmente logra una de las mejores interpretaciones de su carrera.
Aunque se le ha comparado
con otros grandes (Miller, Hemingway, Celine), Bukowski es Bukowski. No es un
Miller moderno, o un Hemingway con sentido del humor. Es otro escritor norteamericano que a su
manera nos da una (su) visión de la sociedad norteamericana.
Jesús López Cegarra.