domingo, julio 07, 2019

Venezuela: Ideas para regenerar un país fallido (II)

II. El pasado como promesa de cambio:

Hugo Chávez, desde su aparición en el escenario público, se va convirtiendo en una figura que no representa el futuro, sino que insiste en el pasado. Primero con la leyenda de la “Gran Colombia” como cúspide de una “Era de Oro” y cumbre de la obra El Libertador Simón Bolívar, luego destruida por los intereses particulares, falta de visión y egoístas de un grupo de “políticos” (¿colombianos?), que de alguna manera son la continuación de los que gobernaron durante el siglo XX, incluyendo obviamente, los años de la democracia (1959-1999).

Esa leyenda “gran colombina” establece que los venezolanos somos una especie de “pueblo elegido” que, aunque traicionamos inicialmente esa herencia, aún hay tiempo para redimirnos y retomar la ruta de la grandeza.

Pero todas esas ideas y propuestas no son más que Leyendas y fantasías impracticables como tales hoy día. Aunque el ejército venezolano usa el lema “forjador de libertades”, la verdad es que el ejército profesionalizado sería una creación de uno de los personajes históricos más denostados por Chávez: Juan Vicente Gómez. Tampoco hay que perder de vista que, en su momento, esos hombres armados guiados por Bolívar más allá de lo que hoy representa Venezuela y Colombia, eran tipos bastante incómodos y más bien vistos como invasores.

La Gran Colombia era solo posible bajo condiciones complicadas, incluyendo el uso de la fuerza y bajo una fuerte dictadura. Fue un sueño que tenía sus ventajas, pero no factibilidad política y social.
En lo “ideológico”, Chávez también invocaba a dos figuras históricas de desconocida obra. Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. El primero es conocido por haber sido maestro de Bolívar y guía de los años de este en Europa. Hay una colección de escritos suyos que fueron recogidos en un libro titulado “Inventamos o erramos” en donde maneja algunas ideas sobre educación. Zamora por su lado es un personaje histórico bastante oscuro, que alguno historiadores y escritores venezolanos han querido elevar a la categoría de héroe (ver el libro de José León Tapia “Por aquí pasó Zamora”), aunque puesto en su verdadera dimensión por el historiador Adolfo Rodríguez, “Ezequiel Zamora”.

También se quiso reivindicar a otro controvertido “héroe”: al dictador Cipriano Castro, un personaje bastante reñido con la civilidad y el buen gobierno. Colocarlo como figura de este “Panteón” chavista fue para presentarlo como figura contra la lucha antiimperialista (no se inmoló ante las presiones de ciertas potencias europeas que querían cobrar viejas deudas de la República y terminó cediendo) sino que fue precisamente EEUU quien frenó un potencial conflicto armado que pudiera haber desmembrado o destruido a Venezuela como país.

Pero Chávez también supo aprovechar una preocupación legítima de los venezolanos: la corrupción administrativa. Pero no encontrando formas de evitar que se produzca, como una mayor transparencia en el ejercicio del poder, sino en su función de “sheriff” vengador, friendo la cabeza de sus enemigos. No hay que olvidar que antes de Chávez e incluso hoy día, existe en el inconsciente colectivo la fantasía de que debe llegar un militar y poner orden al caos, remedio a los abusos, fin al robo de los recursos. Ese “militar ideal” lo representó Chávez en su momento y por ello un buen número de votos logrados fue en función de ello.

Otro “cambio” prometido por Chávez fue el de una nueva constitución ajustado. Su parcialidad política partía del supuesto que los males de la República comenzaban por una constitución que imposibilitaba los cambios y generaba más desigualdad. Se dejaba por fuera el sistema rentista que hacía depender la economía de todo un país de un solo producto cuya explotación está en manos del Estado exclusivamente, y de cómo la clase política en los últimos 100 años ha usado el petróleo como herramienta para lograr sus objetivos de mantenerse en el poder.

Las constituciones como quimera han estado presente en Venezuela desde sus inicios como República y cada proponente (el gobernante de turno) trataba de convertirla en una camisa de fuerza al país y a los contrarios políticos, pues contenía disposiciones de su inviolabilidad e imposibilidad de modificación, hechas de tal forma que garantizaban su permanencia en el poder, y como una manera de conjurar que los de otra parcialidad política quisieran reformarla si alcanzaban el poder. La realidad es que la colección de “cartas magnas” es larga e incluso Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez coleccionaron ocho de ellas.


Por tanto, todo lo que propuso Chávez fue una colección de ideas vetustas que no correspondían con la necesidad de modernización de la economía y del Estado que requería el país. Solo los altos precios del petróleo pudieron sostener un esquema de gobierno populista, dispuesto a regalar todo por razones políticas, sin crear nuevos empleos (solo algunos burocráticos), acosando a la empresa privada, en medio de nacionalizaciones que terminaron quebradas o apenas funcionando. Es decir, acentuando el modelo rentista demostradamente fracasado y que tiene a Venezuela aún al margen de la modernidad.

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