Mis padres eran profesores universitarios en
una Universidad pública, hoy en día retirados. En su momento,
durante casi toda su vida profesional, eso permitió que viviéramos
holgadamente, nos educáramos y hasta tuviéramos tiempo para el ocio. La
docencia no da para ser millonarios, pero permitía una vida sin sobresaltos.
En mis aspiraciones de vida, no está en
convertirme en un hombre de fortuna. ¿Falta de ambiciones? ¿Falta de talento? Quizá.
Pero llevo una existencia con tranquilidad, que me otorga cierto tiempo para leer,
ver alguna película de vez en cuando, viajar de vacaciones, momentos de soledad,
alguna reunión con amigos, almuerzos en restaurantes, garantizar una buena
educación a los hijos y tal vez un corto etcétera.
Todo lo anterior es sólo para plantear una interrogante.
¿Ser Millonario (o Billonario) requiere alguna cualidad especial? Al parecer,
sí y no. Entre los millonarios famosos tenemos a personas como Bill Gates o
Steve Jobs, cada uno creando empresas y ofreciendo productos al público que
generaron cambios importantes en la manera de hacer las cosas en la sociedad
moderna. O tipos como Warren Buffett, que parecieran tener un instinto afinado
para hacer buenos negocios.
Pero hay otros que no obtienen sus recursos
entrando al mercado con algún producto innovador como Windows o
IPhone. Están aquellos que su fortuna depende de la cercanía al poder
político y que se convierten en una Oligarquía.
En la Rusia contemporánea hay varios ejemplos notables (algunos en la cárcel
cuando pierden el favor del líder), y en Venezuela hasta se ha acuñado una
palabra que resume la idea de dinero mal habido: “Boligarquía”, o sea, los
nuevos ricos que germinaron con la llamada “Revolución Bolivariana”. ¿Hay
alguna característica común entre un Jobs y un Oligarca? Pues solo contar con
una abultada cuenta bancaria. Pero allí terminan las coincidencias, pues uno
genera algo para la sociedad y el otro sustrae algo para su beneficio.
Algunos llegan al poder por la vía electoral,
regional, (gobernadores, alcaldes) y otros al poder central, como Donald Trump
en USA, o Mauricio Macri en Argentina, o son nombrados ministros o asesores. La
mayoría de los que son electos por voto popular, por lo que he observado, llegan
usando el discurso de la anti política, cuando el esquema de partidos
tradicionales se agota y la decepción de los electores los lleva elegir
opciones distintas que basan su discurso en la renovación radical de la forma
de hacer política.
No es extraño que alguno de estos millonarios
se sienta atraído por la política. ¿Es un acto desinteresado o es una movida
lógica, ¿o lo considera un derecho “natural” derivado de su éxito económico?
Tal vez crean que el poder político forma parte de su derecho natural…
Para ser político, una cierta dosis
de ambición de poder es necesaria y para ello es obligatorio entrar en una
competencia bastante feroz, someterse a tareas que pueden ser molestas para personas
con una moral sensible, estar bajo el escrutinio público de manera permanente,
no contar con tiempo libre en el sentido convencional del término y debe ser
inmune a la crítica. A cualquier crítica. ¿Puede un Millonario hacer un buen gobierno?
Puede que sí, puede que no. Creo que en parte dependerá de sus cualidades
personales y profesionales y no de su posición económica. En “Ensayos” de
Michel de Montaigne leí un pasaje que creo relevante para estas reflexiones: “[Platón] dice que la riqueza, lejos de ser ciega, es clarividente cuando va
llena de prudencia”,
aunque la opinión de Montaigne, expresada unas líneas antes es: “A mi parecer, todo hombre de peculio es
avaro.”
Jesús López Cegarra