domingo, julio 25, 2010

Bolívar, Manuela y el Dr. Thorne


Hay hechos concretos de la vida real que me incitan a determinadas lecturas o autores. Puede se una noticia que la asocie que una obra en particular, una entrevista a un autor... es difícil describir todas las posibilidades.

Lo más reciente, tiene que ver con un hecho que está ubicado entre lo risible y lo anecdótico: el viaje de los “restos simbólicos” de Doña Manuela Saenz a Caracas para que descansaran junto con su más famoso amante, El Libertador, Simón Bolívar.

“Simbólico” es definido por el Diccionario de la Real Academia Española como “Perteneciente o relativo al símbolo”, y símbolo, en su primera acepción es “Representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con esta por una convención socialmente aceptada”. Para ponernos de acuerdo, se trata de “algo” (en este caso tierra de “Paita”, lugar donde murió la heroína) que convencionalmente son los “restos” de Manuela Saenz y son llevados a Venezuela para que descansen junto con los restos (¿simbólicos?) de Simón Bolívar.

La lectura que este libro incitó en mí fue una novela corta que el escritor venezolano Denzil Romero escribió hace unos cuantos años (1988) sobre la controversial mujer.

Manuela Saenz es conocida por el título que le dio Bolívar: “La Libertadora del Libertador”, al salvarle la vida de un atentado contra su vida en 1828. Que su amante evitara la muerte de uno de los grandes hombres de la humanidad, ya es motivo para que no pase al olvido. Su vida con toda seguridad debió ser más interesante, pero precisamente por lo escaso de documentos históricos disponibles, queda a los escritores de ficción tratar de imaginar su vida.

Denzil Romero, más que recrear una historia novelada de Doña Manuela, se decide a narrar sobre su vida erótica. En las páginas de la novela se detallan sus momentos íntimos sexuales. No es un exabrupto imaginar que ello pudo ocurrir. Tomemos en cuenta, por ejemplo, que a los escasos 17 años, Manuela escapa con Fausto D’Elhuyar. Que aún siendo una mujer muy joven, se casa con el Dr. Thorne, un inglés acaudalado que le llevaba casi treinta años de diferencia de edad.

La relación con un insípido Thorne tiene una desenlace previsible si tomamos en cuenta quien era su esposa: Una apasionada e insatisfecha mujer que no se deja impresionar ni constreñir por los convencionalismos de su época. En 1825 le escribe a su marido una carta dándole alguna de las razones de la ruptura: “Déjame en paz, mi querido inglés. Amas sin placer. Conversas sin gracia, caminas sin prisa, te sientas con cautela y no te ríes ni de tus propias bromas.”... Siendo así, se puede colegir que su vida interior y su vida sexual no podían ser aburridas y probablemente sólo un hombre como Bolívar, inquieto como militar, como estratega, como pensador y como amante podía satisfacer tanta furia volcánica.

Y es a partir de esa vida, de sus cartas y de su vida como amante de Bolívar (que fue lo que a fin de cuentas le otorgó una gran notoriedad, sin dejar de hacer méritos de sus actividades conspirativas en favor de la causa de independencia) que Romero reconstruye la vida amorosa de Manuela, repleta de amantes y sexo. Se trata a fin de cuentas de una obra sumergida en un gran erotismo, por lo que no extraña que en su momento recibiera el premio “La Sonrisa Vertical”, auspiciado por la editorial Tusquets.

“La esposa del Dr. Thorne”, es una novela moderna y atrevida, escrita con dominio del lenguaje y de las pasiones humanas.

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