domingo, abril 30, 2023

Tres momentos de Charles Lindbergh (1902-1974)

De una conversación casual hace unos pocos días, pasamos al tema de Charles Lindbergh. Excepto por el hecho de que aun se recuerda su hazaña de haber cruzado el atlántico sin escala desde Estados Unidos a París, era poco lo que sabía. Vino también a la memoria la primera vez que oí la expresión “Más perdido que el hijo de Lindbergh” que se usa (o usaba) en Venezuela (y creo que en otras partes de Latinoamérica) para dar a entender que alguien no tiene idea sobre algo, o que alguien ha estado ausente por un período largo. 


Cuando oí esa frase hace tantos años no la entendí. Posiblemente entonces sabía quién era Lindbergh, pero desconocía por completo qué había pasado con su hijo. Tal vez era piloto también y su avión no fue encontrado más o algo por ese estilo. Sin embargo, alguien me facilitó un libro (del que no recuerdo más detalles que era de tapa dura) que hacía cuenta de varios juicios famosos. Uno de ellos el del secuestro del hijo de Lindbergh. 

En el relato, se detallaban los hechos alrededor del secuestro. Se trataba de un pequeño niño. El hecho ocurrió en la mitad de la noche mientras todos estaban en casa. Mediante una escalera alcanzaron el segundo piso donde dormía. La niñera se da cuenta de la ausencia del niño, y Lindbergh llama a la policía. Con el tiempo llega la nota de rescate, y luego otras, pero los raptores siempre tenían una excusa para no hacer el intercambio del dinero por el secuestrado. Luego, los restos de la víctima aparecieron. La conclusión policial fue que el mismo día del secuestro, el niño cayó y murió. Después de muchas pesquisas, la policía dio con el principal sospechoso. Por lo que se explicaba en el texto, el debate judicial fue muy intenso, pues el abogado defensor trataba de sembrar dudas sobre la autoría del hecho con bastante éxito. Sin embargo, el jurado finalmente falló en contra del acusado.

La habilidad del autor del texto estaba en analizar cada argumento de los acusadores y desvirtuar o sembrar dudas sobre la veracidad, a tal punto que, como lector, se siembra esa “duda razonable” que se menciona tanto en películas y series de televisión sobre juicios penales. Pero hasta la conversación que mencionaba anteriormente, no había más que supiera sobre el tema. Pero una segunda lectura, esta vez de una “biografía” más informada sobre Charles Lindbergh me hizo ver más detalles de su vida y su obra.

Se trata de “The Rise and Fall of Charles Lindbergh”, de Candance Fleming. Aunque su lectura está orientada a una audiencia joven, el libro está bien documentado y nos va llevando por los episodios más relevantes de su vida, pero el grueso de su libro está enfocado en tres episodios que marcaron su vida.

El primero fue todo el proceso que lo llevó a ese vuelo que marcó un antes y un después en la industria de la aviación. Lindbergh desde muy pequeño fue un solitario, no era un estudiante destacado y no tenía un asentamiento donde pudiera socializar. La vida política de su padre (elegida más por estar lejos de su esposa que por vocación) hizo que viviera en distintos lugares: Minnesota, Detroit y Washington DC. Pero cuando tenía 10 años, su madre lo llevó a una demostración de aviones militares, lo que marcó definitivamente su vida. Hay que tener presente que, en ese momento, la aviación apenas deba sus primeros pasos.

Lindbergh comenzó a trabajar como piloto en el servicio postal. Los viajes comerciales con pasajeros aun no estaban disponibles. No obstante, la oportunidad de la fama y gloria llegarían mediante un premio que ofreció Raymond Ortieg ($ 25.000 de la época) a quien hiciera la travesía sin escala New York – Paris. Lindbergh no fue el único contrincante, varias pilotos, incluso con más credenciales también aceptaron el reto. Lindbergh no solo debió buscar quien le vendiera el avión (que no fue fácil) sino acondicionarlo para el viaje. Su idea de aligerar el vehículo lo más posible y agregar más espacio para combustible dio resultados. Apenas llegó a Paris, se convirtió en una celebridad mundial.

Aunque la fama le abrió las puertas para la fortuna, también le arrebató su vida privada y muy probablemente a su hijo. 

Sobre el delito cometido contra el pequeño, la autora nos explica que el secuestrador y asesino era Bruno Hauptmann. Como era de esperarse, el juicio se convirtió en un circo mediático que obligó a los Lindbergh vivir toda la tragedia nuevamente. Y para desmentir la lectura que por mucho tiempo era mi marco de referencia sobre este hecho, Fleming aclara que el abogado del acusado, Edward J. Reilly era un alcohólico en busca de fama, que llevó al juicio a testigos poco preparados venidos del bajo mundo, que hicieron más daño que beneficio al reo.

Luego de la tragedia y la molesta intromisión de extraños en sus vidas, los Lindbergh se mudan a Bretaña. Allá se sintieron con mayor paz y tranquilidad, pero ya la guerra mundial se asomaba. Lindbergh es abordado por un militar de su país para que participe en una misión: conocer de primera mano la verdadera fortaleza de la fuerza aérea de la Alemania Nazi. Lindbergh acepta. Pero en lo sucesivo, quedará atraído (igual que su esposa, Anne Morrow) sin reservas a Hitler y a su régimen. Lindbergh contrastará el orden y progreso alemán contra lo que consideraba la decadencia de su país y de Occidente. Al punto que regresa a su país a hacer una ardorosa defensa de su país y participar en movimientos “pacifistas” y aislacionistas que buscaban impedir que Estados Unidos entrara en la guerra contra Alemania y sus aliados. En sus discursos y alocuciones públicas no solo defendía a los Nazi, sino que mostraba igualmente un furioso antisemitismo. 

El bombardeo a Pearl Harbor cambió la posición de Estados Unidos sobre la guerra. Lindbergh, aunque ayudó con su experiencia a mejorar los vuelos militares en el pacífico, siguió guardando simpatías y hasta justificaciones al régimen Nazi. Sus visiones de Nacionalismo Blanco nunca le abandonaron. Desde joven fue creyente de la “eugenesia” y durante toda su vida fue miembro activo de la “Sociedad Americana de Eugenesia”.

El libro de Fleming tiene la virtud de llevarnos por la vida de Lindbergh desde su niñez y formación, sus logros y contribuciones, pero también dar detalles de ese lado oscuro del personaje y permitirnos extraer nuestras propias conclusiones de su vida y legado. 

Jesus Lopez Cegarra

Fleming, Candance. The Rise and Fall of Charles Lindbergh. Schwartz & Wade, New York, 2020. 

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