viernes, octubre 16, 2020

Venezuela: Ideas para regenerar un país fallido (III)

Venezuela ha vivido en los últimos años una de las peores crisis en su historia contemporánea. Los males y fallas que se criticaban a los gobiernos de 1959 a 1998 (corrupción, rentismo, etc.) se acentuaron e incluso se usaron para apalancar y darles herramientas al “Chavismo” para acabar con cualquier posibilidad de alternabilidad. Ya no hay otra manera de referirse a ese régimen encabezado por Nicolás Maduro sino como una dictadura represiva violadora de derechos fundamentales.

Las dificultades de un país quebrado y envilecido por un sindicato criminal se han acentuado con la pandemia ocasionada por el COVID-19. Un país petrolero que no produce petróleo, que no puede procesar el crudo para producir los derivados que se requieren para movilizar el país (gas natural y gasolina) y por tanto no tiene ni para alimentarse o mover su industria y comercio.

Trazar la línea para determinar el momento en que se comenzó este tortuoso camino de degeneración puede ser objeto de muchas discusiones, pero un momento crucial fue el 4 de febrero de 1992, porque en ese momento quedó manifiesto una extrema fragilidad institucional, un gran descontento social, pero, sobre todo, que tanto la sociedad civil como los militares estaban no coincidían en la visión sobre cómo solucionar los problemas de manera civilizada, pero además quedó manifiesto que muchos “políticos” creían en la vía violenta para la solución de las dificultades políticas, sociales y económica, y una vez más se demostró que las FFAA son el factor que deciden, por tanto, éramos una democracia tutelada por una institución que también era el reflejo de lo que ocurría en la sociedad, con sus bondades y defectos.

Si bien en su momento los intentos de derrocamiento del gobierno de Carlos Andrés Pérez fracasaron, a la larga el líder de esa rebelión, Hugo Chávez tuvo éxito. Parte de ello se debió a una crisis económica que golpeaba fuertemente a la clase media y sectores populares, que probablemente frente a la desilusión, volcaron su afecto a cualquier solución, por descabellada que pudiera parecer.

El “éxito” Chávez (si a eso podemos llamar la crisis en que se haya sumido el país) fue politizar todo y hacernos creer que todo era político y todo pasaba por ahí, sin que los venezolanos tuvieran presente que para ser político o se requiere ninguna habilidad ni preparación especial, y nunca se lo hemos exigido a nuestros políticos, ni es parte de las reglas no escritas para participar en política. Para un político criollo, lo importante es sembrar dudas, minimizar éxitos y remarcar los fracasos.

Chávez usó la demagogia como principal herramienta. Lo más irónico era que cuando era favorecido por el sentimiento popular, halagaba al pueblo por su sabiduría. Cuando le era contraria, consideraba que ese mismo pueblo se dejaba engañar como un niño. Pero su legado está a la vista. Venezuela es ahora un despojo, un país que, por los momentos, se encuentra fuera de la historia.

Chavé era un mitómano. Le gustaba alterar y cambiar la historia para que coincidiera con su gesta, que la quería hacer ver como una nueva independencia. Chávez se inventaba un origen humilde, de muchacho pobre sin zapatos, excluido de cualquier beneficio social, cuando la realidad era que sus padres eran maestros en una región rural de Venezuela, con hermanos que pudieron ir a la universidad pública (gratuita) y él mismo educarse en la Academia Militar.

El talento de Chávez estuvo en la intriga política. Desde allí creo la falsa necesidad de que el país requería una Constituyente para crear una nueva constitución. Su triunfo político en 1998 coincidió con el ocaso de un modelo político liderado por los partidos Acción Democrática (Social-demócrata) y COPEI (Social-Cristiano) que dejó a la Sociedad Civil atomizada, en contradicciones y sin liderazgo.

Muchos achacan parte de esta debacle al expresidente y fundador de COPEI, Rafael Caldera. Sus gobiernos tienen (como todos los de la Democracia de 1958 a 1998) éxitos y fracasos. Pero no es que se le juzgue por lo que hizo o dejó de hacer. Se le critica por “amnistiar” a Chávez (la figura bajo la cual se le dejó salir de prisión es un sobreseimiento, que comportaba la obligación de que ninguno de los golpistas regresara a las FFAA). No obstante, y para tener más claras las circunstancias, de los cuatro candidatos que en 1993 tenían opción de ganar (Caldera, Andrés Velázquez, Oswaldo Álvarez Paz y Claudio Fermín), solo este último prometía no dar ningún tipo de beneficio a los militares golpistas. No obstante, es Fermín quien vive hoy un contubernio con las cúpulas de poder Chavista.

  Aunque la Sociedad Civil ha tratado de hacer frente a los intentos totalitaristas, estos terminaron en fracaso. Probablemente porque se siguió el esquema de la “política espectáculo”, que, aunque más formada, actuaba como una masa sin ideas o propuestas, y peor aún, sin una estrategia.

Por otra parte, el intento de Chávez de extender su “revolución” (internamente y externamente) se basó en una premisa falsa: que los precios del petróleo podían subir y con ello financiar cualquier proyecto, por fatuo y ajeno a la realidad que pareciera. El dinero que por mucho tiempo fluyó sin control ni auditoría, sirvió para comprar, manipular, acallar y acanallar a factores internos y externos, llegó a su fin y deja como legado un país destruido.

La “ingenuidad” de Chávez, Maduro y sus factótums es que pensaron que esas “fidelidades” construidas con el dinero ajeno las podrían hacer valer. La realidad es que Venezuela, hasta la fecha, ha sido abandonada por ellos a su suerte, y solo un grupo de países (encabezado por una alianza de países que incluye a los EEUU) quieren precaver una mayor catástrofe. Porque desafortunadamente (y aquí hay una lección que podemos asimilar), la idea de política interna y externa del chavismo no se basó en que Venezuela tuviera alguna ventaja competitiva (Tecnología, educación, industria) sino en una visión primaria de que todo se puede comprar con el dinero que fluiría sin contención de la venta del petróleo.

sábado, octubre 10, 2020

¿Por qué Van Halen? (I)

 


¿Cuándo escuché por primera vez a Van Halen? Probablemente hacia 1980-1981. El mundo era muy distinto y la información estaba desperdigada acá y allá. Solo algunas publicaciones como “Kerrang!” y otras que ahora no recuerdo podían proveer algo de información sobre bandas de rock y las letras de las canciones. En mi caso, había algo de instinto. Entraba en alguna disco tienda, husmeaba acá y allá y en un porcentaje bastante alto reconocía una buena banda. La carátula de los “LP” jugaban un papel crucial en la decisión. Debía haber algo de rebeldía en la presentación, algún meta mensaje que expresara disconformidad. Ray Conniff, Richard Clayderman eran lo opuesto a eso. En “mis” grupos debía haber algo que representara lo opuesto a Conniff o Clayderman. O Sinatra, a quien detestaba, pero que en el fondo sabía que era un grande.

En esta época en que el disco-music se imponía como la música de preferencia de los jóvenes, especialmente después del éxito de la película "Fiebre del sábado por la noche" con su soundtrack con los Bee Gees a la cabeza y sus bailes fáciles y extravagantes, el rock parecía viviendo una hora menguada, y hasta grupos como Kiss y los Rolling Stones se vieron tentados a explorar ese terreno de música bailable y comercial, para no perder terreno. 

La Carta desgraciada

  Esa carta desgraciada Pu ño y letra De mi amada Gualberto Ibarreto El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, decide ausent...