sábado, octubre 03, 2015

De la máquina de escribir a la realidad virtual. La tecnología como distopia



Para las personas de mi generación (tengo 48 años) los cambios que hemos visto en la tecnología son enormes y han supuesto una adecuación de nuestra parte para poder usarla o quedar anclado al pasado. Y es que mucha de la tecnología que antes era imprescindible, hoy solo son piezas de museo. Reliquias que probablemente sean usadas en lugares remotos, donde la tecnología aun no ha alcanzado. En alguna parte leí que la última fábrica de maquinas de escribir ensambló la última máquina fue hace unos cinco años.


Mi generación pasó de la máquina de escribir, a las primeras PC, a las tablets en unos pocos años. Cada una suponía un reto, una adecuación de nuestro cerebro. Creo que la experiencia más difícil en estos sucesivos cambios fue el uso del “ratón” en las computadoras, pues en la mayoría de estas (excepto aquellos privilegiados que tenían una Mac) todas la fuciones se realizadan con el teclado. Pero cuando se incorporó el ratón, supuso para nosotros un nuevo nivel de “motricidad fina”, que los humanos aprenden en su niñez. Recuerdo lo difícil que era que el cursor no se desplazara descontroladamente a los extremos de la pantalla. El ratón suponía un movimiento milimétrico, de operación de un neurocirujano. Hoy en día, ese no es un reto para un niño, ni siquiera para aquellos que lo tienen en sus manos por primera vez. Lo usan con naturalidad y van aprendiendo en la marcha sin dicultad alguna.


Con estos nuevos dispositivos, nuestra vida ha cambiado completamente. Ahora tenemos toda la información a nuestra mano. Cumpleaños, direcciones, mapas, fotografías, citas, curiosidades, libros, chistes y hasta “sexo” me atrevo a decir. Incluso, nos van conociendo poco a poco, pues estamos interactuando con ellos mucho más que con otras personas. Se dan cuenta de nuestros gustos, de nuestra localización y van sacando conclusiones. Ya no hay que apelar a la memoria para saber algo. Cargamos con nosotros una extensión de nuestro cerebro. 

Ahora, ¿Qué pasara con nuestro cerebro en el futuro? . 

(Una anécdota de esto me ocurrió hace poco tiempo. Estaba leyendo una novela del autor estadounidense Paul Auster (un libro físico, por cierto), y el protagonista era un especialista en Edgar Allan Poe. Recordé entonces los cuentos de Poe traducidos por Julio Cortázar, y tomé mi celular y en Google comencé a escribir “Cuentos completos…”, y entre las opciones de búsqueda con esas dos palabras apareció”: “Cuentos completos Edgar Allan Poe traducción por Julio Cortázar”… Creo que si hubiera visto un demonio, no me hubiera impresionado tanto. ¿Me “conoce” tanto el celular o casualidad?)


Hoy en día estar en cualquier lugar, nuestra casa, un aeropuerto, un centro comercial… la mayoría de las personas está usando algunos de estos dispositivos. Incluso funciona como un medio para aliviar la ansiedad. ¿Estamos en un lugar donde no conocemos a nadie?, pues el dispositivo nos conecta con alguien que no está presente. Es decir, ahora estamos frente a más y más estímulos, y la cuestión es si realmente podremos asimilarlo, especialmente con los niños. ¿Es bueno o es malo que se expongan a tanta información?. Que esa realidad “Alterna”(virtual), se convierta en su verdadera realidad, y que el mundo físico, e incluso el mundo de las ideas, del pensamiento, pase a un segundo plano por ser menos atractivo.


Cuando yo era niño, se hablaba del daño que podía causarnos la televisión, esa caja de imágenes frente a la que nos quedábamos embobados. Pero la televisión con la que crecí era bastante limitada en cuanto a las opciones. Los programas que podían interesar a un niño se transmitían en un determinado horario. La interacción con lo que estaba del otro lado de la pantalla era cero. Pero hoy tenemos una variedad de opciones en una tableta que tenga conexión a internet. ¿Puede compararse el “daño” de la televisión con que nos asustaban nuestros padres, con el “daño” que pueden causar estas nuevas tecnologías?, además muchas de las tecnologías que nosotros y nuestros hijos usan, no existían hace unos pocos años, por lo que es muy difícil saber cómo les afectará, para bien o para mal.


Por otro lado tenemos las llamadas “Redes Sociales”. Muchas veces, cuando navego por Facebook o por Instagram, veo muchos de mis amigos “compartiendo” su información: fotos, lugares, pensamientos…y me surgen muchas dudas sobre lo que puede motivar a que su “red” se entere de tantas cosas: ¿Se siente solo (a)? ¿Quiere alardear? ¿Quiere aparentar algo que no se corresponde con sí mismo?. Porque el concepto de amistad tiene ahora una contrapartida en el mundo virtual que en ocasiones pueden ser contradictorios. ¿Es tu amigo alguien que estudió en la escuela contigo pero tienes décadas sin verlo? Ahora tenemos más “amigos”, pero ¿con cuántos de ellos podemos contar realmente?

 
En un futuro no muy lejano, estos dispositivos nos conocerán tan bien que por distintas sutilezas (nuestras expresiones, nuestra voz, nuestra redacción de un texto) sabrán cómo nos sentimos, y nos hablarán y nos preguntarán que nos pasa, nos darán consejos probablemente precisos sobre qué hacer, tomando información de infinitas bases de datos. Y así tal vez se nos olvide interactuar con nuestros amigos (reales o virtuales)… pero nuestro teléfono los felicite por nosotros por sus cumpleaños, por sus logros o envíe condolencias por la pérdida de un ser querido. O tal vez, nos recomiende que debamos acercarnos a alguien querido para no olvidar el contacto humano. Vamos a ver que ocurre en los próximos años.

Jesús López Cegarra

La Carta desgraciada

  Esa carta desgraciada Pu ño y letra De mi amada Gualberto Ibarreto El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, decide ausent...