domingo, noviembre 10, 2024

José Ortega y Gasset (1883-1955): Relectura de “La rebelión de las masas”


De la ingente obra del filósofo español José Ortega y Gasset, quizás sea “La rebelión de las masas” la más recordada y siga teniendo resonancia en el presente, a pesar de los casi cien años desde su primera publicación. Su lectura no deja indiferente a quienes se aproximan a esta obra, primero porque su prosa (en esta o en cualquiera de sus escritos) es estéticamente agradable, pero también porque muchas de sus ideas han superado la barrera del tiempo y siguen teniendo vigencia y nuevas interpretaciones.

Aunque el título del libro pudiera dar la idea profética de advertencia sobre lo que pudiera suceder, Ortega explica que el advenimiento de las masas al pleno poder social es un hecho de “la hora presente”, por tanto, ya existe y está entre nosotros; no es una premonición. Ortega quiere explicar las bases de su aparición, entenderla y qué pudiera estar de parte nuestra para revertir lo que luce como la decadencia de la civilización moderna.

Ortega contrapone dos conceptos: “Aristocracia” y “Hombre-Masa”, pero en el contexto de su libro, “Hombre-Masa” o Masa es un ser genérico, que no se diferencia de otros, que carece de alguna cualidad que lo eleve. Por el contrario, existe otro sector, minoritario de aquellos que se exigen más. Ortega aclara que ese “hombre selecto” no es el petulante que se cree superior a los demás. No se trata de una división de clases sociales que de personas que cuentan o carecen de determinadas cualidades.

Las Masas han pasado a sustituir el concepto de “Sociedad” y actividades que parecían reservadas a una minoría, pueden acceder sin estar mejor preparadas, sin sentido histórico ni crecimiento espiritual, y en palabras del filósofo “(…) actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos”. (P.44)

Advierte Ortega de una situación que nos es más cercana en el presente cuando nos explica: “Hoy, en cambio, el hombre medio tiene las «ideas» más taxativas sobre cuanto acontece y debe acontecer en el universo. Por eso ha perdido el uso de la audición. ¿Para qué oír, si ya tiene dentro cuanto hace falta? Ya no es sazón de escuchar, sino, al contrario, de juzgar, de sentenciar, de decidir. No hay cuestión de vida pública donde no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus «opiniones».

Hoy día, con la presencia de nuevas tecnologías y formas de comunicación como Internet y las Redes Sociales, vemos como la presencia de la “Masa” se evidencia aún más, pues cuenta con un acceso casi ilimitado y de alcance mundial para difundir sus opiniones desinformadas, sus prejuicios y distorsiones, pero lo que es más peligroso aun, a conectarse con otros que comparten sus mismas obsesiones y manías, siendo la masa el blanco fácil de quienes inescrupulosamente buscan sembrar determinadas ideas para ganar algún beneficio político o social, generalmente en detrimento de erosionar las libertades individuales y políticas.

Cuando las redes sociales emergieron hace más de una década, se pensaba que al tener la sociedad nuevas plataformas para expresarse directamente, estaríamos más cerca de una sociedad más justa, más equilibrada, mejor informada y más temida por quienes detentaran el poder. La realidad está muy lejana a ese mundo ideal. Ya también Ortega nos orientaba en este sentido: “Pero ¿no es esto una ventaja? ¿No representa un progreso enorme que las masas tengan «ideas», es decir, que sean cultas? En manera alguna. Las «ideas» de este hombre medio no son auténticamente ideas, ni su posesión es cultura. La idea es un jaque a la verdad. Quien quiera tener ideas necesita antes disponerse a querer la verdad y aceptar las reglas de juego que ella imponga. No vale hablar de ideas u opiniones donde no se admite una instancia que as regula, una serie de normas a que en la discusión cabe apelar. Estas normas son los principios de la cultura. No me importa cuáles Lo que digo es que no hay cultura donde no hay normas a que nuestros prójimos puedan recurrir. No hay cultura donde no hay principios de legalidad civil a que apelar.”  (P.84)

El conocimiento y la verdad han sido suplantados por cortos videos en redes sociales, por noticias falsas con apariencia verosímil (o Fake News) para gente (masa) enviciada con el “Doomscrolling” o teniendo como referencia y modelo a lo que hoy se conoce como “Influencers”, quienes generalmente andan tras la caza de “seguidores” y “me gustas”, ejecutando todo tipo de maniobras cuestionables.

Estas nuevas tendencias no hacen sino acentuar los conflictos que la masa representa para el mundo y que las soluciones hoy deben buscarse requieren un alcance mayor, pues ahora con la presencia de internet y las Redes Sociales, ciertas fronteras o problemas que podían considerarse domésticos han alcanzado al mundo civilizado. Las masas cuentan ahora con un elemento que hace más inmediata lo que Ortega denomina la “acción directa”. Explica Ortega: “La civilización no es otra cosa que el ensayo de reducir a fuerza a última ratio. Ahora empezamos a ver esto con sobrada claridad, porque la «acción directa» consiste en invertir el orden y proclamar la violencia como prima ratio; en rigor, como única razón. Es ella la norma que propone la anulación de toda norma, que prime todo intermedio entre nuestro propósito y su imposición es la Charta Magna de la barbarie.”  (p.87)

La Rebelión de las masas nos advierte sobre los peligros que se ciernen sobre los sistemas de libertades y la democracia cuando son dominadas por estas masas que no sienten ningún tipo de responsabilidad en la vida pública. La libertad, como lo plantea Ortega, significa convivir con el enemigo, gobernar con la oposición, un estado paradójico y antinatural. Pero incompatible con la masa, pues sentencia el filósofo: “La masas (…) no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella.” (p.88)

Ortega nos enseña que las libertades no son beneficios que se deben tomar como derechos naturales: Su conquista ha sido una lucha, pero sobre todo, es un artificio que el mismo hombre ha durante años y creado para sumar felicidad para todos. Es responsabilidad de cada quien saber que son preciados y su permanencia es responsabilidad de cada uno de nosotros. 

Jesus Lopez Cegarra

Ortega y Gasset, José. La rebelión de las masas. Orbis, 1983.

sábado, abril 27, 2024

La Carta desgraciada

 

Esa carta desgraciada

Puño y letra

De mi amada

Gualberto Ibarreto

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, se ausenta por unos días de la vida pública para decidir sobre un tema trascedente: ¿Debe o no continuar en sus funciones públicas? No es una pregunta menor.  

Su drama hamletiano comienza por una investigación judicial a su esposa, por un tema intrincado con el ejercicio del poder: la “corrupción administrativa”.

Pero sus dudas trascendentales las expone en una carta pública. El destinatario de esta misiva; “La Ciudadanía”.

La pregunta que surge en mi mente es… ¿Quién es la “Ciudadanía”? ¿Quién considera Sánchez es el receptor de esa desesperada misiva, es decir, quién es ese “ciudadano” a quien el presidente español se dirige con tanta urgencia?

Si tomamos y le damos credibilidad al “Diccionario de la Real Academia Española”, la incertidumbre no parece esclarecerse. 

Buscando las acepciones de la palabra “ciudadanía” en el aludido diccionario, las dudas no se esclarecen, por el contrario, se vuelve todo más turbio, porque hay que buscar quién el receptor de ese mensaje a quien con tanta premuraSánchez quiere comunicarse.

Cuando se define “Ciudadanía”, el Diccionario hace referencia a la “Cualidad y derecho de ciudadano.”, es decir, la inquietud de Sánchez tiene un destinatario: el “Ciudadano”.

Hay varias acepciones que la autoridad lingüística acepta para “Ciudadano”. Dice en primer lugar que es el “Natural o vecino de una ciudad”, acepción que no ayuda en nuestra búsqueda, porque resulta obvia. También dice, casi repitiéndose, que es el “Perteneciente o relativo a la ciudad o a los ciudadanos.” Otras acepciones que se aceptan bajo esta expresión son “Persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes”, “Habitante libre de las ciudades antiguas” y una más confusa aún: “hombre bueno”.

Sobre esa relacionada con los habitantes de las ciudades antiguas, hay que descartar de plano que sea el destinatario a quien Sánchez con tanta perentoriedad quiere comunicar sus abatimientos. Esta gente ya ni cuenta ni existe.

Todo este dilema “Sancheano” se dispara por las pretensiones de un grupo (calificado por Sánchez de “ultraderecha”) que se hace llamar “Manos limpias” al solicitar una investigación a la esposa del presidente del gobierno español, por “supuestos delitos de tráfico de influencias” y de “corrupción en los negocios”.

Sánchez, quien se considera víctima de estos ataques destemplados, insiste en que los denunciantes son de “marcada orientación derechista y ultraderechista”, por lo que, según desprende la misiva, tal condición denota un sesgo que los descalifica.

Sánchez va más allá: Dice que les ha hecho frente a todos estos insidiosos ataques, que en esencia lo que buscan es torcer la voluntad popular, o lo que él llama “el veredicto de las urnas”.

Toda su angustia y explicaciones sufren en este punto un conflicto enigmático. Al ser aplicada esta lógica en su comportamiento público, se revela una contradicción evidente: este Sánchez es el mismo que, aún sin el favor de la mayoría en votos, logra gobierno gracias a insólitas negociaciones con grupos desfavorables al concepto de una España democrática y moderna, que ruborizarían e incomodarían al “hombre bueno” que alude el Diccionario al referirse a la expresión “Ciudadano”.

La voluntaria (y temporal) ausencia de Sánchez del escrutinio público no son una buena señal para él, que se dice agotado del servicio público.  No luce lógico que un hombre que pacta con los sectores que buscan desmembrar a la España moderna quiera mostrar que siente desprendimiento del poder, que no es lo suyo y que sólo hace un sacrificio al permanecer en el poder.  

Un repaso a Terminator (James Cameron)

Terminator  es quizás de las pocas películas con las que cuento más recuerdo sobre el entorno del tiempo, lugar y personas con quienes estuv...